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Masajistas que dicen ser periodistas y mucho paniaguado amarrado al pesebre de La Moncloa.
En la política española, la fidelidad se demuestra no solo con palabras sino también con gestos públicos tan contundentes como “poner la mano en el fuego”.
Así lo hicieron, sin titubeos, Pedro Sánchez, la vicepresidenta María Jesús Montero y el ministro de Justicia Félix Bolaños por Santos Cerdán, exsecretario de organización del PSOE y hasta hace dos días uno de los hombres fuertes de Ferraz.
Cerdán, sin embargo, ha pasado en cuestión de semanas de ser el ariete orgánico del socialismo a convertirse en un lastre tras ser señalado en el caso Koldo por presunta gestión de comisiones ilícitas en adjudicaciones públicas.
La caída ha sido tan fulgurante como estrepitosa: dimisión inmediata, entrega del acta de diputado y promesa de acudir voluntariamente al Supremo para declarar.
El núcleo duro del Gobierno, lejos de matizar su respaldo tras las primeras informaciones, optó por activar un argumentario tan clásico como previsible: atacar al mensajero, minimizar las acusaciones y tachar cualquier investigación incómoda de bulo orquestado por pseudomedios o por una ultraderecha mediática siempre al acecho.
El propio presidente Sánchez llegó a lamentar la “guerra sucia” desatada contra sus afines, mientras Montero y Bolaños repetían el mantra de la honestidad inquebrantable de su compañero. Un déjà vu para los habituales de la política nacional.
Bulos, fango y pseudomedios: receta oficial para neutralizar escándalos
La estrategia del Gobierno no es nueva pero sí eficaz cuando se trata de apagar fuegos internos. Frente al vendaval informativo sobre Cerdán, los ministros han desplegado un repertorio conocido:
- Desacreditar las investigaciones tachándolas de “mentiras” difundidas por “pseudomedios”.
- Apelar al victimismo frente a supuestas campañas desestabilizadoras.
- Acusar a los medios críticos de contribuir al “fango” mediático impulsado desde sectores reaccionarios.
La ministra Montero protagonizó uno de los episodios más ilustrativos esta semana en el Congreso. Preguntada hasta tres veces sobre las exclusivas relativas a pagos en metálico recibidos por Cerdán para anular multas fiscales —más de 100.000 euros según un empresario implicado— se negó sistemáticamente a responder. Su única réplica fue descalificar a la prensa que publicaba tales informaciones como “mentirosa” y “no fiable”, citando explícitamente a El Debate.
Este guion es ya marca registrada del Ejecutivo socialista: se ha empleado para defender al fiscal general procesado, al hermano del presidente investigado judicialmente y, cómo no, a Begoña Gómez, esposa del propio Sánchez. Siempre bajo la premisa de que todo es un montaje mediático o judicial impulsado por adversarios políticos.
La Brunete Pedrete y la prensa amiga: ¿periodismo o parapeto?
En este clima emerge con fuerza el concepto de ‘Brunete Pedrete’ mediática. El término —mezcla entre sorna y resignación— describe ese batallón periodístico afín al Gobierno que rara vez incomoda con preguntas o investigaciones incisivas. Columnistas como Jesús Cintora o Antonio Ruiz, junto con una nómina estable de tertulianos televisivos y articulistas bien relacionados, actúan como escudo mediático ante cualquier crisis. Su papel resulta especialmente relevante cuando arrecian los escándalos: minimizan acusaciones, desvían el foco hacia la oposición o señalan conspiraciones contra la democracia.
No faltan incentivos materiales: varios medios sobreviven gracias a generosos contratos publicitarios institucionales aprobados con carácter urgente por Moncloa. El resultado es una uniformidad narrativa preocupante: muchos diarios replican argumentarios oficiales casi sin matices mientras evitan profundizar en los casos más turbios que afectan al poder.
Algunos datos ilustran esta dinámica:
- Más del 50% del dinero público destinado a campañas gubernamentales va directo a prensa escrita tradicional.
- La falta de consenso parlamentario sobre cómo regular estas adjudicaciones alimenta sospechas sobre un modelo clientelar.
- El registro estatal gestionado por la CNMC promete arrojar luz sobre estas relaciones… aunque podría quedarse en papel mojado.
Las mentiras oficiales y el ‘fango’ institucionalizado
La defensa cerrada del Gobierno ante cada escándalo se apoya también en la difusión activa —y no siempre rectificada— de bulos o informaciones falsas desde cargos públicos y medios afines. Casos recientes como el bulo sobre la UCO difundido por ministros como Pilar Alegría o María Jesús Montero (que jamás rectificaron) demuestran hasta qué punto la desinformación puede formar parte del argumentario oficial.
El digital El Plural, próximo al PSOE, ha jugado un papel destacado lanzando noticias falsas para desacreditar tanto a jueces incómodos (como Juan Carlos Peinado) como a opositores políticos (caso Ayuso). Cuando las mentiras son desmontadas —por ejemplo, el supuesto uso de dos DNI distintos por parte del juez— se justifica como error administrativo… y aquí paz y después gloria.
Esta simbiosis entre poder político y medios afines ha llevado incluso al nombramiento en RTVE de directivos procedentes directamente de estos digitales premiados por su lealtad informativa.
Periodistas militantes: Cintora, Ruiz y compañía al rescate
Mientras los medios independientes investigan sin complejos —y sufren represalias económicas— otros periodistas ejercen abiertamente como defensores oficiosos del PSOE. Es el caso recurrente de Jesús Cintora o Antonio Ruiz que desde platós televisivos o columnas dominicales minimizan cada nuevo episodio turbio, repiten consignas oficiales e insisten en señalar conspiraciones mediático-judiciales contra Sánchez.
En paralelo, algunos portavoces socialistas utilizan cualquier crítica periodística dura para parapetarse tras ataques ad hominem contra reporteros incómodos mientras reivindican solo las preguntas amables que lanza la Brunete Pedrete.
Curiosidades y datos llamativos sobre el caso
- En plena tormenta política, parte importante del presupuesto público para comunicación institucional sigue destinándose a medios alineados con Moncloa.
- La expresión “poner la mano en el fuego” ya compite con “todo es fango” entre las frases más repetidas en tertulias políticas.
- El debate sobre cómo distinguir información veraz de propaganda partidista cobra fuerza justo cuando España cae posiciones en los rankings internacionales sobre transparencia democrática.
- Mientras tanto, memes sobre la Brunete Pedrete circulan con más éxito que muchas campañas oficiales.
En definitiva, este episodio ilustra cómo bulos, pseudomedios y complicidades mediáticas pueden ser tan poderosos como los propios resortes institucionales cuando se trata de blindar al poder frente a sus propias sombras.
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