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No se cortan un pelo.
Y se entiende, porque se lo están llevando crudo.
Lo que cuesta creer es que ellos mismos se creean de verdad muchas de las cosas que dicen, pero así es la vida.
Partiendo de la premisa de que la tertulia televisiva no es un género esencialmente periodístico y tiene que ver mucho más con el show business que con la información veraz.
El verano mediático en España se ha visto sacudido por una nueva controversia que ilustra, con crudeza, la deriva de ciertas tertulias políticas y la ausencia total de pudor que exhiben algunos de sus protagonistas.
La reciente actuación de Sarah Santaolalla—tertuliana habitual y defensora acérrima del argumentario gubernamental—ha desatado una ola de indignación tanto en redes sociales como en el propio sector periodístico.
Sin dejar a un lado que da la impresión, repetida, de andar corta de cultura y escasa de sentido común.
Su posado en redes, enfundada en una camiseta negra con la inscripción “7291 víctimas” —en referencia a los fallecidos por Covid en residencias madrileñas según cifras de la izquierda— ha sido calificado por muchos como un ejemplo más del espectáculo y la frivolidad que caracterizan a lo que ya se conoce como la Brunete Pedrete mediática.
El posado que incendió las redes
La escena es ya archiconocida: Santaolalla publica un collage de selfies sonriente, luciendo la famosa camiseta, acompañada de mensajes como “Salir de la televisión, llegar a casa y seguir preparando las tertulias… Por supuesto, siempre teniendo presente a las 7291 víctimas de las residencias. Justicia ya”. El número, que no coincide con los datos oficiales —el Instituto Nacional de Estadística cifra los fallecidos en residencias madrileñas entre marzo y junio de 2020 en 4.143— fue solo el detonante inicial.
Las reacciones no se hicieron esperar. Desde compañeros periodistas hasta figuras del deporte como Alfonso Reyes, muchos han calificado el gesto como “sectario” o “falta de respeto” hacia las víctimas y sus familias. Incluso dentro del propio gremio periodístico, voces como Elisa Beni denunciaron el tono frívolo del posado, recordando que “ni los periodistas investigamos chantajeando ni preparamos tertulias posando para Playboy”. La respuesta de Santaolalla no tardó: devolvió el golpe compartiendo imágenes de Beni con minifalda, acusando a la colega de machismo.
El fenómeno ‘tertuliano del pesebre sanchista’
El episodio Santaolalla no es un hecho aislado. Forma parte de una tendencia más amplia en la que ciertos tertulianos —entre los que destacan nombres como Antonio Maestre, Ramón Espinar y otros asiduos de espacios afines al Ejecutivo— han hecho del seguidismo acrítico su principal seña de identidad. Se trata del grupo apodado, no sin sorna, como Brunete Pedrete: profesionales alineados con el relato oficial, que repiten el argumentario repartido desde Moncloa y cuya actitud hacia el poder bordea lo servil.
- El término “Brunete Pedrete” hace referencia a esa corriente interna dentro del periodismo español que ha optado por defender abiertamente al Gobierno, incluso a costa del rigor profesional.
- La estrategia consiste en desviar el foco mediático de los escándalos oficiales y atacar sistemáticamente a la prensa crítica.
- Según analistas como Juan Soto Ivars, “sin la corrupción mediática, esto habría sido imposible”, refiriéndose a escándalos como el caso Koldo.
Esta dinámica se traduce en una sincronía casi coreografiada entre medios públicos y privados alineados con el Ejecutivo. No es raro ver cómo ciertos nombres aparecen repetidamente en debates televisivos, defendiendo posturas gubernamentales sin apenas matices ni autocrítica.
Curiosidades y datos locos: cuando lo absurdo supera a la sátira
En este ecosistema mediático han proliferado situaciones tan surrealistas que parecen sacadas de una parodia. Algunas curiosidades recientes:
- En 2024 un conocido tertuliano confundió Guinea Ecuatorial con Guinea Conakry durante una discusión sobre política internacional —y nadie le corrigió en directo.
- Otro habitual defensor del Gobierno llegó a justificar un cambio legal citando artículos inexistentes de la Constitución… ¡y fue trending topic por “fake constitucional”!
- En uno de los rankings más insólitos publicados este año sobre “tertulianos más virales”, tres miembros de la Brunete Pedrete ocuparon los primeros puestos tras protagonizar discusiones encendidas por detalles tan nimios como el tipo de café que toman los ministros.
A continuación, algunos datos llamativos sobre estos perfiles:
| Nombre | Nº apariciones TV/mes | Polémicas recientes | Frase célebre más viral |
|---|---|---|---|
| Sarah Santaolalla | 18 | Camiseta Covid | Justicia ya para las 7291 víctimas |
| Antonio Maestre | 15 | Ataques a prensa | El periodismo también es militancia |
| Ramón Espinar | 13 | Defensa PSOE | Sánchez es garantía democrática |
Rankings: ¿quién lidera la polémica?
La viralidad y repercusión pública se han convertido en moneda corriente. Según analistas digitales:
- Santaolalla lidera actualmente el ranking semanal de polémicas generadas por tertulianos políticos en redes sociales.
- Le siguen Maestre y Espinar, ambos conocidos por su defensa cerrada del Gobierno ante cualquier crítica.
- El “top 5” lo completan dos nombres menos conocidos pero igual de combativos: uno famoso por bloquear masivamente a usuarios críticos en X (antes Twitter) y otro por utilizar sistemáticamente datos erróneos —luego corregidos sin pedir disculpas.
La ‘Brunete Pedrete’ ante el espejo: ¿periodismo o propaganda?
La proliferación de estos perfiles ha abierto un debate incómodo dentro del propio sector: ¿dónde están los límites entre opinión legítima y propaganda? Para muchos veteranos como Juan Luis Cebrián, este ambiente tóxico erosiona los fundamentos democráticos e impide un verdadero debate público sobre los límites del poder político frente al periodismo independiente. El linchamiento digital sufrido por quienes se salen del guion —como ocurrió recientemente con Daniel Gascón o Fernando Savater— sirve como advertencia para quien ose discrepar abiertamente.
Algunos observadores han denunciado ante instancias europeas lo que consideran “corrupción mediática”: acusaciones directas hacia medios y tertulianos convertidos “en masajistas del poder a cambio de subvenciones, publicidad institucional o privilegios”. Un fenómeno preocupante si se tiene en cuenta que buena parte del debate público depende hoy más que nunca del espectáculo televisivo.
Una industria adicta al escándalo
El episodio Santaolalla es sintomático: lo anecdótico eclipsa al fondo, lo personal desplaza lo relevante. Se viraliza más un posado provocador o una pelea dialéctica que una investigación sólida sobre corrupción o gestión pública. Los algoritmos mandan: la polémica vende más que el análisis sereno.
Mientras tanto, la polarización continúa alimentando audiencias fieles pero cada vez menos informadas. El riesgo está ahí: si todo vale para mantener cuota mediática o agradar al poder, ¿qué futuro le espera al periodismo como contrapoder democrático?
En tiempos donde el pudor parece haber abandonado algunos platós para siempre, conviene recordar —como escribía recientemente un veterano columnista— que “el periodismo exige incomodar al poder, no masajearle el ego”. Y esa lección no debería olvidarse entre tanto ruido.
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