La subvencionada Vanguardia asegura que "salió sin graves percances de la incómoda comparecencia" parlamentaria
Cinco horas de comparecencia de Artur Mas ante una comisión parlamentaria para responder a las preguntas de la oposición y de sus aliados de la CUP y de ERC sobre la recua de escándalos económicos en que está sumida CiU y que a él le afectan personalmente. Pero la comparecencia tenía trampa: los diputados no podían repreguntar a Mas.
Todos los periodicos publican un editorial sobre el acontecimiento, incluida la esquiva La Vanguardia del conde de Godó.
La Razón de Marhuenda es la más incisiva. Ante la inutilidad de la comparecencia, el periódico de Planeta se pregunta por las razones que han conducido a que Mas se presentara en una comisión a la que en principio no quería asistir, y las encuentra en los planes de ERC de desgastarles a él y a CiU ante las próximas elecciones.
El País de Antonio Caño y Juan Luis Cebrián hace el ridículo todavía más que La Vanguardia al anhelar que las sospechas sobre el origen del patrimonio de su padre no ponga en cuestión su «aureola de corrección personal».
ABC y El Mundo se muestran indignados por la actitud de Mas. El periódico conservador afirma que es un «político angelical» que no se enteraba de nadie y que confiaba en todo el mundo. El diario dirigido por García-Abadillo se ríe de que haya atribuido los vínculos de la familia Pujol con la Administración a su «vocación de servicio».
La Vanguardia de Godó casi se escandaliza por «la aspereza de muchas de las preguntas formuladas» y concluye diciendo que las comisiones parlamentarias, en todos los parlamentos españoles, deben ser más independientes y frecuentes.
LA RAZÓN
Pocas sorpresas cabía esperar de la comparecencia del presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, ante la comisión de investigación de fraude fiscal abierta por el Parlamento autónomo catalán, entre otras cuestiones, porque el formato elegido, que impedía repreguntar a los portavoces de la oposición, siempre favorece al compareciente.
Lo que, inevitablemente, y ante la predecible inutilidad práctica de su comparecencia, nos lleva a la reflexión sobre la intencionalidad última del cambio de estrategia de ERC –su aliado en el proceso separatista y socio en el Parlament–, que le ha convertido, de esta forma, en el primer presidente catalán que responde ante una investigación parlamentaria sobre asuntos de corrupción.
Intención que no es posible desvincular del cambio en las encuestas de opinión que, por primera vez desde que comenzó el proceso independentista, devolvían el primer puesto a CiU ante las elecciones autonómicas de finales de año. Ese cambio de tendencia en el voto, también muy vinculado al fracaso de la «ruta soberanista», explica que, ante la proverbial lentitud de nuestros tribunales, los republicanos hayan querido desgastar públicamente a Artur Mas.
EL PAÍS
Rodea a Mas una aureola de corrección personal. Ojalá el asunto del patrimonio de su propio padre no la ponga en cuestión. Pero sorprende su aparente ingenuidad, su sempiterna ignorancia sobre todo lo que sucedía a su alrededor, su perezosa afición a creer en la bondad de los peores entre quienes le rodeaban.
Careció de verificación documental el grueso de las aseveraciones de Artur Mas sobre la pulcritud de su partido (cuya sede sigue embargada judicialmente) y sobre su Gobierno en los asuntos de presunta corrupción que les afectan: los casos Casinos, ITV, intermediaciones de los hermanos Pujol (a un lado y otro de la Administración), o el saqueo del Palau de la Música, entre otros.
Mas no sabía. Debía ser el único.
ABC
La comisión del Parlamento de Cataluña que investiga la corrupción pública en esta comunidad fue ayer el escenario en el que Artur Mas se reveló como un político angelical.
Artur Mas aplicó el mensaje aprendido desde el primer día y redujo el escándalo de las finanzas familiares de los Pujol a un asunto personal del exhonorable, aunque reconoció el daño a su partido, a su Gobierno y, por supuesto, «al país», pero no aclaró si lo que ha hecho daño a Cataluña es el tiempo en que Pujol tuvo su dinero escondido en el extranjero o, simplemente, que se descubriera el fraude. Es evidente que Cataluña tiene un presidente que se entera poco o nada de lo que sucede a su alrededor, con un padrino político que ocultó durante décadas dinero negro en el extranjero y con un delfín que, presuntamente, no paraba de hacer negocios delante de él con las funciones públicas de su Gobierno. Así es difícil ser el líder mesiánico de una nación.
EL MUNDO
De principio a fin, Mas hizo un ejercicio de cinismo. Intentó hacer pasar su comparecencia -la primera de un presidente de la Generalitat en una comisión de investigación- como un acto voluntario y de comportamiento ejemplar, cuando la realidad es que ha tenido que ser llevado a empujones por ERC. Incluso justificó las oscuras relaciones de los hijos de Pujol con la Administración atribuyéndolas a la «vocación de servicio público» de la familia.
Nadie esperaba que Mas hiciera un ejercicio de transparencia ni que fuera a descorrer el velo tras el que CiUha ocultado sus tejemanejes durante años. Pero su intervención fue tan extensa -casi cinco horas- como decepcionante en su contenido, que no iluminó ni una sola de las muchas zonas oscuras de su gestión.
LA VANGUARDIA
Pese a la concreción e incluso la aspereza de muchas de las preguntas formuladas, el president insistió en que no había cometido irregularidad alguna y salió sin graves percances de la incómoda comparecencia. Por más que quedara flotando en el aire el comentario de alguno de los ponentes, expresando su incredulidad ante el hecho de que una persona de la inteligencia y la preparación de Mas pudiera ignorar tantos y tan graves episodios que se desarrollaron a su alrededor.
La impresión que le queda al ciudadano tras la comparecencia de ayer es que su utilidad fue limitada. Sin embargo, es bueno que en democracia los mandatarios rindan cuentas. A poder ser, sin que ello dependa del capricho o la conveniencia de ciertas fuerzas políticas.