José Luis Casaus lo ha vuelto a hacer. Desde 1994, el que fuera portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid envía cada 21 de marzo una esquela a El País en la que recuerda a su fallecida mujer.
Elena Lupiáñez Salanova, que murió hace ya 23 años a causa de un cáncer de pulmón.
Casaus ha explicado en numerosas ocasiones que no lleva esta tradición por motivos religiosos.
«Es un asunto que creo que le debo. Se lo envío a su recuerdo, a la nada. Necesito explicarle qué hay de sus hijos, cómo andan», explicaba desde Argentina el viudo a la Cadena SER.
Casaus ha explicado que no es una cuestión de fe religiosa, ni de que crea en la vida después de la muertre.
«Mi mujer no las recibe, las recibe la idea de ella. Nosotros no somos creyentes, no faltaba más», añadía asegurando que esta tradición Elena «la vería con horror y cabreada».
«Cualquier persona decente, lo estaría».
UN ARAGONÉS MUY TOZUDO
José Luis Casaus nació en 1952 en el pequeño municipio de El Buste, a medio camino entre Borja y Tarazona.
Desde muy pequeño fue internado en la Sagrada Familia de Tarazona. Posteriormente vivió en Zaragoza, Barcelona, Moscú y Madrid.
Con su vida laboral centrada en la banca, tuvo pequeñas incursiones en el mundo de la política, gracias a la cual viajó a Líbano, donde conoció a Elena Lupiáñez. Yuri y Boris nacieron fruto de la relación entre ambos.
«A toda madre le gusta saber cómo avanza la vida de sus hijos, profesión, novias, e incluso, asuntos sexuales. Lo hago porque creo que se lo debo», explica José Luis.
Todo comenzó en el Líbano, ambos se encontraban por asuntos profesionales y coincidieron un día en el que ella no le prestó mucha atención.
«La primera vez me mandó a la mierda porque no creía que fuera español de verdad», recuerda entre risas José Luis. Un tiempo después regresó y localizó a Elena, y todo sucedió muy rápido. Sin embargo, su historia de amor fue corta debido a una enfermedad que supuso la muerte de ella:
«Pasamos muy poco tiempo juntos, nos dio tiempo a tener hijos y poco más. Es muy duro quedarse viudo con dos bebés y que ellos apenas tengan recuerdos de su madre».
Para José Luis, escribir una esquela cada 21 de marzo representa una forma de demostrarle a ella y a sí mismo que ha podido sacar adelante él solo a sus hijos: «Se da por hecho que una mujer es capaz de sacarlos adelante sola, si ella puede, yo también. Se lo debía».
Boris y Yuri, nombres que recibieron al ser concebidos en Leningrado, recuerdan a su madre gracias a las fotos que José Luis conserva.
«Es un golpe muy duro para dos niños tan pequeños perder a su madre».
Sin embargo, desde hace 21 años, juntos redactan la esquela que ese año servirá para contar los avances en sus vidas: «Antes no existía Twitter, las esquelas son parecidas, pequeños mensajes en los que contarles cómo están».
José Luis describe a Elena como una persona seria y con una personalidad contraria a la extravagancia que a él le caracteriza.
«Las esquelas son una mamarrachada, pero seguro que le harían reír».
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