Raúl del Pozo revela el dato que desasosiega a miles de socialistas tras conocer la carta infantil de Pedro Sánchez

Pedro Sánchez es así.

Tal y como este 26 de abril de 204 cuenta Raúl del Pozo en la contraportada de ‘El Mundo‘, el presidente del Gobierno socialcomunista no puede (ni quiere) pasar por la vida de manera desapercibida.

Lo suyo es dar la nota y estar como el aceite, siempre por arriba.

El periodista lo ejemplifica así de sencillo:

Un Papa ha dimitido y un Rey ha abdicado, como Carlos V o Amadeo de Saboya, pero a los políticos hay que echarlos porque no se van. Pedro Sánchez nos ha amenazado con irse y no se sabe si se va a comportar como Chicuelo o como Cagancho. El presidente del Gobierno ha protagonizado una espantada e ignoramos si es una huida ocasionada por el miedo o un gesto de amor. Quedan tres días para comprobar si su ultimátum es el de un hombre profundamente enamorado de su esposa o una de sus argucias para darle la vuelta a sus fracasos.

Subraya que el inquilino de La Moncloa se lanza a culpar de todos los males a la oposición cuando la realidad es que todos los problemas que acucian a ‘su sanchidad’ se los ha buscado él o su propio partido, el PSOE, por pactar con quienes no debía:

Efectivamente, está rodeado de peligros por todas partes, de los que él culpa a las fuerzas del mal. En su carta a la ciudadanía citó 14 veces el acoso de la derecha y la extrema derecha. Responsabiliza de la crispación que soportamos a la caverna mediática, siendo el político que ha reducido el PSOE a un partido bisagra, que tiene encima el caso Pegasus y el caso Koldo, y que camina entre abucheos cuando sale a la calle. Culpa de la crispación a sus adversarios quien ataca a los medios, quien ha destruido los consensos, y llama «Gobierno de coalición progresista» al que ha pactado con los responsables del auge del independentismo derechista, gracias a una amnistía disparatada.

El escritor conquense no alberga la menor duda de que si dentro de sus filas se apoya sin fisuras a Pedro Sánchez y se le insta a que reconsidere su decisión de marcharse solo responde a una mera cuestión crematística, la de no quedarse repentinamente sin un cargo que llevarse a la boca:

Su partido da muestras de apoyo al líder, pues ya se sabe por Quevedo que «en la común mudanza / hasta a los bufones alcanza / el riesgo de la caída». Hay miles de cargos que pueden ser cesados si se disuelven las cámaras cuando pase el año de la legislatura imposible. Pocos saben si su amenaza es un nuevo capítulo de su manual de resistencia o una rendición. Se ha pasado por el forro o el arco del triunfo al Congreso y a su propio partido, y ha confirmado otra vez que Moncloa no es un palacio, sino un complejo que trastorna a los presidentes. A Suárez se le olvidó su hazaña; Felipe veía los árboles pequeños y Pedro Sánchez amenaza con dimitir como intimidación, cuando no sería un disgusto para la mayoría de los españoles.