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La proclividad del PSOE al putiferio

España: tenemos una izquierda mangante, corrupta, putera, pederasta y violadora

El 'feminista' y podemita Mariño, en fuga tras ser condenado a 13 años por violar reiteradamente a una niña, sólo es un botón de muestra

Mario Lima 25 Oct 2025 - 08:41 CET
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Les puede su naturaleza.

Porque no es una ‘manzana podrida’ como suelen decir los medios de la Brunete Pedrete para tapar los escándalos de su jefe Sánchez… ¡está podrido el cesto entero!

Y ahí hay que englobar la proclividad al mange y las putas del PSOE y la obsesión enfermiza con el sexo, sobre todo el infantil, de Podemos y resto de zarrapastrosos.

En los bares de Madrid, en las charlas de Sevilla e incluso en los foros digitales donde se fragua la opinión pública, un tema domina las conversaciones con la intensidad de un café solo: los escándalos que rodean a la izquierda española y cómo gestionan sus silencios.

La política nacional, tan propensa a los dramáticos vaivenes, asiste a un espectáculo donde se entrelazan acusaciones de corrupción, dobles raseros morales y un silencio que resulta ensordecedor por parte de quienes, hasta hace poco, levantaban la bandera de la ética.

La controversia ha cobrado fuerza tras la aparición de columnas contundentes que no escatiman en calificativos para describir a ciertos sectores de la izquierda como “mangantes, corruptos, puteros, pederastas y violadores”.

Más allá del tono provocador, lo cierto es que varias informaciones recientes han puesto el foco sobre comportamientos y actitudes difíciles de justificar, no solo en despachos, sino también en el ámbito privado de los responsables políticos.

Escándalos y casos recientes: el caso Mariño y la sombra de la hipocresía

Uno de los episodios que más ha alimentado la indignación ciudadana es el conocido como caso Mariño. Este escándalo ha destapado una red de favores, abusos y comportamientos inapropiados en los que han estado involucrados varios cargos afines a la izquierda, lo que ha erosionado gravemente la credibilidad institucional. No se trata de una anécdota aislada; es un síntoma de una enfermedad más profunda: la desconexión entre lo que se dice en público y lo que se hace en privado.

El caso Mariño ha actuado como catalizador para que salgan a relucir otros episodios similares. Algunos están relacionados con la gestión de fondos públicos; otros, con el uso indebido de recursos estatales para fines personales. La sensación de impunidad y el manejo laxos de los códigos éticos han provocado una creciente desafección entre los votantes tradicionales de la izquierda, muchos de los cuales observan con perplejidad la falta de autocrítica y transparencia.

Un silencio atronador: el papel de las mujeres en la izquierda

Es especialmente notable el silencio, cuando no encubrimiento, por parte de numerosas mujeres que militan en partidos como el PSOE, Podemos, Sumar o Izquierda Unida. Figuras que anteriormente no dudaron en alzar su voz ante cualquier atisbo de machismo o abuso ahora optan por el mutismo o, en el mejor de los casos, por declaraciones tibias y poco comprometidas. Esta postura ha sido duramente criticada por sectores feministas independientes que denuncian la incoherencia de quienes solo se pronuncian contra el machismo cuando su adversario político está bajo fuego.

Entre las cuestiones más controvertidas destaca cómo se han manejado las denuncias por acoso o abuso dentro de las propias formaciones. En más de una ocasión, la respuesta ha sido cerrar filas y minimizar la gravedad del asunto; esto ha hecho saltar las alarmas sobre la verdadera voluntad para combatir estas lacras más allá del mero postureo mediático.

La obsesión sexual y el doble rasero: entre el putiferio y la hipocresía

No faltan quienes apuntan a una cierta “obsesión con el sexo infantil” dentro del entorno de Podemos y sus aliados. Acusan a algunos portavoces de trivializar o incluso justificar conductas que en cualquier otra formación habrían significado una expulsión inmediata. Estas acusaciones, aunque algunas veces revestidas del sensacionalismo propio del momento, han encontrado eco en la opinión pública e incrementado la percepción generalizada sobre una doble vara de medir cuando los escándalos afectan a los propios.

El PSOE tampoco ha salido indemne ante esta controversia. Las informaciones sobre “la proclividad al putiferio” entre algunos dirigentes han circulado ampliamente, alimentando así la idea de que ni corrupción ni excesos son exclusivos a una ideología política particular. La crítica señala que lo verdaderamente diferenciador es cómo se encubren estos hechos y cuán eficaces son las redes internas para protegerlos.

Consecuencias políticas y sociales: ¿fin de la impunidad?

La sucesión incesante de escándalos ha tenido un impacto directo tanto en las encuestas como en cómo percibe la ciudadanía a su clase política. No es casualidad que durante los últimos meses los partidos opositores hayan visto un aumento significativo en su intención de voto mientras las formaciones izquierdistas observan cómo su base social se fragmenta y pierde fuerza. El desencanto se traduce así en un aumento del abstencionismo y en una búsqueda activa por alternativas políticas fuera del espectro tradicional.

El debate sobre regeneración democrática y sobre mecanismos efectivos para controlar estas situaciones se ha instalado con fuerza en el Parlamento. Sin embargo, las iniciativas dirigidas a mejorar tanto transparencia como rendición cuentas avanzan con pasos titubeantes debido al temor a destapar más casos o perder apoyos internos.

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