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Jordi Sevilla, quien fuera ministro de Administraciones Públicas durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero y expresidente de Red Eléctrica, ha decidido dar un paso al frente en el seno del PSOE.
Después de la dura derrota electoral en Extremadura el 21 de diciembre, donde los socialistas se vieron relegados a la segunda posición detrás del PP de María Guardiola, Sevilla ha revelado su intención: preparar un manifiesto público en enero que sirva como base para una corriente interna. No busca fundar un nuevo partido, aclara, sino rescatar al PSOE para la socialdemocracia clásica, alejándose de lo que él denomina ‘podemización’ promovida por el acuerdo con Pablo Iglesias y las concesiones a independentistas y al comando político de ETA, Bildu.
Este movimiento surge en un contexto convulso. Los resultados en Extremadura han sido devastadores: el PSOE ha caído 11 escaños y se ha quedado a 18 puntos del PP. Sevilla denuncia la falta de autocrítica en Ferraz y el control absoluto ejercido por Sánchez, a quien acusa de haber transformado al partido en un «club de fans» sin espacios para la disidencia dentro de la Ejecutiva, el Comité Federal ni las federaciones. «Esto es cesarismo, algo que nunca se había visto en un partido socialdemócrata», sostiene, recordando cómo las primarias abiertas permitieron un liderazgo sin límites.
Sevilla no está solo en esta cruzada. Ha contactado con voces experimentadas y jóvenes desencantados, notando tanto receptividad como prevención y resignación entre los militantes que han perdido la esperanza. Su manifiesto, previsto para después de Reyes y antes de las elecciones autonómicas en Aragón, Castilla y León y Andalucía, será un «documento de principios» respaldado por diez o quince promotores de diferentes generaciones. Aspira a que la nueva generación tome las riendas sin repetir el choque generacional vivido en Suresnes, evitando así acusaciones de «viejos contra jóvenes». El objetivo es construir un proyecto positivo que crezca como una bola de nieve hasta llegar al próximo Congreso del PSOE, probablemente después del año 2027.
Antecedentes de la fractura socialista
La propuesta de Sevilla no es nueva. Desde hace meses ha estado abogando por una corriente interna que ofrezca «argumentos y razones» frente a VOX. Critica pactos como el de la amnistía, aprobada «de la noche a la mañana» pese a rechazos anteriores, así como los acuerdos con el comando político de ETA, con los cuales no está conforme. Expresa su preocupación porque el Gobierno priorice «cuestiones relacionadas con Puigdemont o Podemos» sobre problemas reales como la pobreza infantil, donde España tiene las tasas más altas dentro de la UE, o sobre una distribución equitativa que aún no ha llegado: «A quienes más les ha beneficiado este Gobierno es a las rentas del capital, a los más adinerados».
Los estatutos del PSOE permiten corrientes internas pero imponen obstáculos: son necesarias 7.650 firmas de militantes y autorización del Comité Federal, actualmente dominado por sanchistas. La única corriente oficial es Izquierda Socialista, creada en 1980. Sevilla ha pivotado hacia un movimiento abierto, denominado ‘Socialdemocracia XXI‘, que incluya tanto militantes como exmilitantes y simpatizantes. No va «contra nadie», sino a favor de un PSOE ilusionante y mayoritario capaz de abordar temas esenciales como sanidad, educación y economía sin depender de mayorías Frankenstein.
En Periodista Digital se ha analizado cómo exministros de Zapatero como Sevilla están emergiendo como una «nueva piedra en el zapato» para Sánchez, criticando un Gobierno que ha desnaturalizado al partido mediante concesiones ideológicas. Este contexto marcado por veteranos críticos sumado a derrotas como la ocurrida en Extremadura –donde Pilar Alegría, exministra y candidata en Aragón enfrenta pronósticos desalentadores– acelera el descontento privado que Sevilla desea llevar al ámbito público.
Posibles consecuencias y el tablero electoral
Si el manifiesto logra consolidarse, podría ser una vía para canalizar ese malestar creciente y preparar una sucesión post-Sánchez. Sevilla es realista: revisará los avances cada quincena o mensualmente; si para verano no hay resultados tangibles, dirá «adiós muy buenas». No vive exclusivamente para la política. Las próximas elecciones serán cruciales: en Aragón, según encuestas recientes, el PSOE podría rondar los 15 escaños, su peor resultado histórico; en Castilla y León y Andalucía se anticipa una repetición del batacazo extremeño. La salida de María Jesús Montero como Vicepresidenta Primera añade incertidumbre al panorama.
Ferraz podría intentar ridiculizarlo como un intento fallido; sin embargo, sus críticas suman a las voces disconformes como las de Felipe González, Alfonso Guerra entre otros. Sevilla rechaza etiquetas despectivas como «resentido» o «vendido al PP»: «Siempre habrá algún tonto o tonta que lo diga». Su apuesta consiste en preparar futuras primarias con una estructura competitiva e invitar a los críticos a salir del armario político. Un toque irónico: mientras Sánchez presume sobre cómo «renta» su Gobierno, Sevilla utiliza ese mismo término para voltear esa narrativa contra las élites.
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