Rafael Torres – Al margen – Las sombras del Cigarral.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Que en Castilla-La Mancha se despoje a los dependientes y discapacitados de buena parte de la ayuda pública que necesitan, que sobre los enfermos de cáncer de Cuenca penda la amenaza de tener que desplazarse a Albacete para recibir su atención médica específica, que planee sobre centenares o miles de sanitarios la sombra del despido, que el gobierno regional avance en su intención de implantar el copago y de privatizar la Sanidad, cuyo consejero, según se dice, reside en Madrid enteramente ajeno a los efectos de su poda sanitaria, tala más bien, que podría costarle a él mismo la salud o la vida en un momento aciago si viviera en la comunidad en la que actúa, es inadmisible, pero que simultáneamente la propia presidenta de Castilla-La Mancha, la secretaria general del PP María Dolores de Cospedal, se esté apañando un Cigarral (finca señorial a las afueras de Toledo) de más de dos millones de euros, eso ya ni se sabe qué es ni qué nombre tiene. O sí se sabe. Perfectamente.

Se supone que merced a los suculentos ingresos obtenidos en los últimos años con sus sueldos diversos, bien que ahora reducidos al que le corresponde como presidenta de Castilla-La Mancha por designio de la Ley de Incompatibilidades de la región, que tampoco es manco, la señora Cospedal puede legalmente adquirir esa gran mansión de recreo en las bellísimas proximidades de la no menos bella Toledo, pero moralmente no. Moralmente, lo que se dice moralmente, debería entregar esos millones, y animar a sus pares a hacer lo mismo con los suyos, para evitar que ningún niño de su región pase hambre, que a ningún impedido físico o psíquico le falte socorro para vivir con dignidad, que ningún enfermo se desespere o se agrave por el desplome de la calidad sanitaria, y para evitar, en fin, el desmantelamiento de ese poco de política o de justicia redistributiva que se conoce como Estado del Bienestar.

Me consta que a la señora Cospedal se le llevan los demonios cuando oye hablar de sus pasados sueldazos y de su flamante Cigarral. ¿Le consta a ella cuánto y cómo se llevan los demonios a los castellano-manchegos que también lo oyen?

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