*Esto se viene abajo. No hay más que escuchar como amenazan. Ladran, luego cabalgamos. Llega la acción del ser o no ser shakesperiano. Numancia, Cádiz, el 2 de Mayo, la Transición, Ermua. No esperes a las instituciones manipuladas por ellos con nuestro dinero. En España, lo que el pueblo no haga se quedará sin hacer.
*Nuestro Watergate, gracias al Confidencial, ha sacado a la luz los papeles y las uvas de la ira que plantó Sanchez en aquellos cinco días en la huerta del convento transformadas por Anacleto Cerdán y «la choniespía» Leyre Diez, que estuvo con su exjefe de gabinete Serrano en Correos, en el mosto de la venganza pisado por sus siervos.
El caso Watergate desveló una trama de espionaje en la Administración Nixon. Cinco hombres, uno miembro de la Cia, fueron detenidos cuando intentaban llevar a cabo un plan elaborado para espiar las oficinas del Partido Demócrata en Washington. Para Nixon aquello fue el principio del fin.
Aquí la ira del Gran jefe Sanchez, «Hay que parar ésto» habría llevado según el Confidencial a la organización precipitada de una trama mafiosa de seguimiento fotográfico con torrentes y chonisespías para intentar comprometer a jueces y periodistas en evidente «animus chantagendi», un intento de defensa desesperada del feo panorama judicial del caso Sanchez. Si el pueblo, cuya renta es menor que hace 20 años, no se rebela frente a ésta maniobra mafiosa, sólo le quedará ofrecer su trastero.
El Gran Jefe, tras el puñetazo en la mesa habría dicho, según los audios: «¡Esto se tiene que acabar! porque mi mujer puede ser una pichona pero no una corrupta.» ¿Conoce usted algún dictador que haya llamado corrupción a los enriquecimientos, privilegios y favores que su famiglia ha obtenido gracias a él? A propósito, Illa acaba de recibir a Pujol.
Pero ahora llega la venganza del dictador con Goebbels de la mano. Nos dice a la cara Bolaños, el jovencito frankestein, esbirro arrastrado y viperino, mientras anuncia la Ley Goebbels, que es un buen día para los medios de comunicación. «Miente, miente, que algo quedará, decía Goebbels, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá». Llega el gran propagandista ave fría del regimen sanchista, y nos enseña los 11 principios de Goebbels:
Principio de simplificación y del enemigo único.
Principio del método de contagio.
Principio de la transposición.
Principio de la exageración y desfiguración.
Principio de la vulgarización.
Principio de orquestación.
Principio de renovación.
Principio de la verosimilitud…
Cualquiera que no sea un ruin y miserable palmero de Sanchez sabe que la mejor ley sobre la libertad de expresión es la que no existe. A continuación, Urtasu, el tontorolo casual metrocomunista, hay que ser tontorolo para llevarle la cartera a la Yoli, confiesa que quieren «intervenir» el mercado de los medios, confundiendo la CNMV de la bolsa con CNMC de los mercados y la competencia.
Cada seis meses, coincidiendo con los bulos de marzo y los bulos de octubre, Bolaños matará una alimaña y reuniendo a otros cinco ministros examinará sus vísceras para determinar si una noticia es un bulo o no es un bulo. Por último, el Gran
Degenerador dice que no viene a vengarse de lo de Begoña sino a «regenerarla», la democracia, se supone.
Como han dicho algunos certeramente, esto es un manicomio.
Pero todos saben, menos los ignorantes, los que simulan no darse cuenta y todos los empresarios que silban, que Caligula está prendiendo fuego a la Nación.
Mientras, el juez Marchena estudia la querella contra Sanchez por malversación de caudales públicos por pagar con recursos publicos la defensa privada de su mujer.
Lo que está sucediendo, ante la preocupante abulia y abotargamiento de los españoles, es la nueva fase del golpe continuado de Sanchez que nos ha traído hasta esta pendiente decadente por la que vamos, mientras los payasos hacen chanzas en televisión. O salimos ahora para que se vayan o saldremos no tardando a por la cartilla de racionamiento.
El sabe que su «degeneración democrática» no se puede aplicar, pero ante su cerco judicial, el Gran Jefe trata de acojonar, rodeado de turiferarios serviles y lambisconas aperreadas en un oprobioso afán que les perseguirá de por vida.
Aunque traten de fingir y simulen atacar, esto se les viene abajo.
El anzuelo de los bulos es una venganza desesperada cocinada en su retiro junto a éste otro Watergate con choniespías. La nueva ignominia del Plan para degenerar la democracia no tiene nombre. En mi tierra, ante un ataque y menosprecio semejante contra diríamos «que le den por el bulo» pero finalmente concluiríamos que lo único que procede ante una agresión así del poder a los ciudadanos es «armar la de su puta madre».
Víctor Entrialgo