“El trabajo de un periodista no consiste en pisar cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea como las cucarachas corren a ocultarse” Ryszard Kapuscinski, periodista, historiador y escritor polaco
“Los intelectuales no resuelven las crisis, más bien las crean” Umberto Eco, escritor y filósofo italiano
Las sospechas comenzaron en 2006 y en 2011 estalló reventando las cloacas que expulsaron todo el pus fétido de los amaños realizados por los periodistas del grupo Murdoch. Una mujer, lacaya del magnate Murdoch de nombre Rebekah Brooks, echando mano de su falta de escrúpulos, de su ambición sin límites, de su audacia, de su deshonestidad aprovechó el caso de Milly Dowler, una niña que despareció y que encontraron su cadáver seis meses después para encumbrarse periodísticamente sin importarle la niña ni su familia,
Murdochs y Rebekahs existen por, desgracia, como muestra de la miseria moral humana, en todos los países. El periodismo actualmente es – salvo casos muy concretos – un oficio de mercenarios al servicio de los que les pagan o les compran; es decir, el periódico para el que trabajan que les paga la nómina o el gobierno de turno que compra sus palabras. A ellos se han unido los intelectuales apesebrados que viven hozando en el pesebre gubernamental. Siempre ha sido así desde que Gutenberg inventó la imprenta, pero en este siglo XXI ha alcanzado cotas más altas que el Himalaya y en algunos países concretos – uno de ellos, España – el olor característico de nuestro país, olor a geranios, jazmín y rosas ha sido sustituido por el olor a cloacas revenidas, aguas pútridas, letrinas y restos orgánicos producidos por unos medios de comunicación vendidos y comprados, unos periodistas al servicio de la falacia impuesta y unos intelectuales apesebrados para manipular al personal mediante el uso perverso del lenguaje.
Aquí nos rasgamos las vestiduras cada vez que sale a la luz la mierda de un asunto podrido relacionado con los medios de comunicación y su relación con los gobiernos, pero ¿Acaso no proceden igual nuestros medios de comunicación, todos ellos? ¿Acaso no pervierten, tergiversan, retuercen las noticias o se las inventan para beneficiar al gobierno de turno sin importarles los daños que causan y a quienes se los causan? ¿Son nuestros periodistas y nuestros intelectuales independientes o están entregados a la mamandurria y al servilismo más servil? Son pocos, muy pocos los medios, los periodistas y los intelectuales que encienden la luz para que los ciudadanos vean como corren las pestilentes cucarachas mediáticas y políticas a esconderse en sus madrigueras. Son la mayoría de ellos los que, tapando la verdad, vigilan, miran observan, espían, escuchan, no en la búsqueda de la verdad, sino para hurgar en lo más hediondo, en lo más sucio del que con las doctrinas oficiales no comulga; del libre, del independiente sin importarles que el resultado de sus infamias sea la ruina de las personas, instituciones, incluso la ruina de España.
MAROGA