Acostumbro a reciclar. No tanto por convicción de que lo que yo reciclo, a su vez será reciclado para ser útil de nuevo a la sociedad. No me fio. Hoy, de repente, como un fogonazo que ciega tus ojos, he reparado en que falta un contenedor. Los contenedores que hay son para papel y cartón, plásticos, cristal y materia orgánica. Falta uno que, en estos tiempos que asolan la limpieza moral de España, debería estar presente. Creo que es tanto o más necesario que los actuales, pues este nuevo contenedor acogería la mayor plaga de residuos que hoy se generan en España: la corrupción. Así que desde aquí pido que los ayuntamientos de toda España añadan ese contenedor lo antes posible. El contenedor ha de ser, lógicamente, de color negro y de un tamaño considerable dado el volumen de corruptos, mentiras y corruptelas que invaden España.
Basura provocada por la corrupción hay más que latas y botellines de cerveza de todas las marcas nacionales e internacionales. Es paradójico que esta basura generada por los corruptos no la producimos los ciudadanos del común y, sin embargo, hay momentos en los que el número de toneladas de mierda corrupta generadas por los corruptos supera a la generada por las gentes del común. Fíjense, que esta basura de corrupción, básicamente se genera por unos especímenes de homínidos que nada tienen que ver con los ciudadanos comunes: políticos, sindicalistas, gestores de empresas del Estado, ministros, subsidiados, empresarios amigos de políticos, subvencionados, periodistas comprados, liberados, intelectuales vendidos, chorizos estatales, enchufados, hermanos de gobernantes, paniaguados, estómagos agradecidos, meretrices pagadas con nuestros impuestos, chupópteros… “ad infinitum”
El contenedor, además de ser de color negro y de tamaño considerable debería de estar cubierto de una pátina anticontaminación para que los efluvios pestilentes y nauseabundos de su contenido extremadamente tóxico, no afecte al ciudadano que recicla los residuos normales que genera nuestra vida cotidiana, ciudadanos inocentes de tanta miseria moral que, sin comerlo ni beberlo, sufren las nefastas consecuencias de tanta corrupción y tanto corrupto.
Apuesto cualquier cosa a que el aire de nuestras ciudades, la limpieza de nuestras calles y, sobre todo, el funcionamiento de nuestras instituciones, se verían muy beneficiados con la implantación de estos puntos limpios para recogida de la pútrida corrupción, de tanta mierda nacida del fariseísmo de nuestros políticos y su cáfila de limpiabotas y pesebristas pringados hasta el colodrillo de los excrementos, la putrefacción, el fango, la miseria moral, el robo institucionalizado y la hipocresía que han hecho de su función pública un negocio para medrar y enriquecerse a costa de los impuestos de los ciudadanos.
MAROGA