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El triste y sucio Madrid de Carmena

“De Madrid al cielo”

Miedo a un pueblo que tras años dormido, por fin despierta

Antonio Gil-Terrón Puchades 13 Oct 2021 - 08:43 CET
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Me engendraron en Madrid, y me parieron en Valencia. Días después fui llevado a Madrid, donde permanecí durante mis primeros tres años de vida.

Es por ello que siempre he considerado a Madrid como mi segunda patria chica, a la que he viajado durante años, una o dos veces al mes, tanto por trabajo como por placer.

Pues bien, cuando en 2017 volví a pasear por sus calles,  por las mismas calles en las que aprendí a andar, al igual que de niño, lo hice con la cabeza baja, midiendo mis pasos. Y no por humildad, que también, sino por no resbalar con algún excremento de perro y aterrizar sobre un pestilente lecho de bolsas de basura; o, a lo peor, meter el pie en un agujero y terminar en el hospital, escayolado y con la antitetánica clavada al sur de mi espalda.

El triste y sucio Madrid de Carmena

El triste y sucio Madrid de Carmena, no era el Madrid que recordaba; no era mi Madrid, sino más bien es un viaje en el tiempo, a su pasado más tenebroso.

El Madrid de Carmena olía a basura, miseria y orín de gato, tanto que me hizo recordar el insalubre Madrid de Luis Candelas (1806-1837), aquel ladrón fornido de pelo negro, boca grande, mandíbula cuadrada y cuerpo recio, que con veintiocho años, en una fría mañana de noviembre, por garrote vil, desde la plaza de la Cebada subió al cielo, con las manos limpias de sangre, sin más pecado que haber robado la bolsa a cuatro usureros que vivían a costa de exprimir a la gente necesitada.

Aquel Madrid lejano con su chicoleo de majas y chisperos; de galanteos y piropos bajo el Arco de Cuchilleros, al caer la noche, entre brillo de navajas y algún quejido lastimero…

Aquel Madrid olía tan mal como el de Carmena, pero por lo menos en sus calles se respiraba valentía, nobleza y honor; alegría y salero.

«Pues el invierno y el verano, en Madrid solo son buenos, desde la cuna a Madrid, y desde Madrid al Cielo». [Luis Quiñones de Benavente].

Isabel, guárdate de los Idus de Génova

Por cierto, mis parabienes -junto con un mensaje- a Isabel Ayuso: «Presidenta, cuídate de Génova y sus Idus, que los cortesanos del papa Borgia a su lado, eran infantes de lactancia.

Si los visitas y te invitan a café, no se te ocurra tomártelo; llévate el tuyo propio en un termo; por tu bien y el de España…; por todos nosotros, y los que nazcan mañana.»

“Será en primavera”, es la profecía que publiqué un año antes de que, gracias a Madrid, en España la esperanza amaneciera.

Será en primavera

En primavera, mientras los campos se van llenando de flores, el viento huele a promesa; el vaticinio de un tiempo mejor, en un mañana que a las puertas nos espera.

Pero no todo es fragancia y belleza. Algo fétido y oscuro, algo que apesta, está emponzoñando el aire de nuestras tierras. Es el olor del miedo de aquellos que quieren ocultar tras gritos y pancartas, barricadas y hogueras, moños, piojos y coletas, su temor a perder chiringuitos, cargos, escoltas, subvenciones y prebendas.

Miedo que sigue siendo miedo, por mucho que venga disfrazado de chulería, gritos destemplados, pedradas y violencia.

Miedo a un pueblo que tras años dormido, por fin despierta.

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