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CRISIS DE FONDO EN LA IZQUIERDA FEMINISTA

Las ‘guarrerías’ de Salazar parten al PSOE: solo falta que las ‘progres’ descubran quién es el responsable de tanta inmundicia

El marido de Begoña atrapado entre el encubrimiento y el relato fantasioso que busca seguir proyectando.

Mario Lima 08 Dic 2025 - 10:14 CET
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Esta feo señalar pero es una realidad indiscutible que Pedro Sánchez construyó su patrimonio personal y su carrera política con el dinero de la prostitución: el negocio de los prostíbulos y saunas gay que regentaba su suegro Sabiniano Gómez y que gestionaba ocasionalmente su mujer, Begoña Gómez.

Y de esos polvos, estos lodos, que dice el refrán.

La escena resulta familiar: un partido que se presenta como vanguardia del feminismo, un asesor considerado esencial, trabajadoras que alzan la voz contra el acoso sexual… y cinco meses de silencio administrativo hasta que los medios lo revelan.

Lo llamativo no es tanto el escándalo en sí, sino el retrato que deja sobre el desguace moral del PSOE, que se extiende a sus aliados ideológicos, cuando se trata de manejar el machismo interno en lugar del ajeno.

El denominado “caso Salazar” no es solo un episodio de “guarrerías” en la oficina. Es una dura prueba para un proyecto político que lleva años presentándose como defensor de la igualdad y la lucha contra la violencia de género, mientras normaliza en sus cúpulas un ecosistema masculino, impune y protegido.

Y, para colmo, solo falta que algunas de las autodenominadas “progres” se percaten de quién realmente tenía el control en su casa.

Quien manejaba la cremallera de las braguetas.

De asesor estrella a símbolo del doble rasero

Francisco “Paco” Salazar, oriundo de Sevilla, casado y padre de tres hijos, costalero y socialista a carta cabal, ascendió hasta convertirse en hombre de confianza de Pedro Sánchez en Moncloa, donde ejercía como responsable de Análisis y Acción Electoral.

Se le veía como el verdadero cerebro detrás de la Secretaría de Organización del PSOE. Su llegada a Ferraz se anunciaba como clave para controlar el aparato territorial y captar el voto femenino.

Este ascenso se daba mientras la dirección socialista hacía bandera de su lucha contra el machismo, tras sufrir desgaste por casos como Ábalos y Koldo, las excarcelaciones de agresores sexuales bajo la ley del “solo sí es sí”, y la necesidad urgente de recuperar la confianza del electorado femenino.

La imagen pública era impecable: un partido “feminista”, un presidente que alardea de tener un Consejo de Ministros paritario y un protocolo antiacoso pionero.

Sin embargo, la realidad interna ha quedado reflejada en las denuncias:

A este patrón de acoso se suman las sospechas sobre irregularidades en contratos públicos y cobros como técnico del Ayuntamiento de Dos Hermanas sin presentarse a trabajar, investigados por la UCO de la Guardia Civil. Todo esto ocurre con un dirigente que recibía contactos en embajadas latinoamericanas para recolocarlo tras dimitir, según revelaciones mediáticas.

El problema ya no es únicamente Salazar, sino todo un ecosistema que le permitió exhibir un machismo burdo, propio de una barra de bar, justo antes del Consejo de Ministros, con una sensación clara de impunidad.

Cinco meses en espera: del protocolo ejemplar al encubrimiento

La cronología resulta devastadora:

  1. En julio, dos militantes y trabajadoras registran denuncias detalladas en el canal interno del PSOE sobre humillaciones y conductas sexuales explícitas por parte de Salazar.
  2. El partido presume contar con un protocolo antiacoso asegurando “protegerá” a las víctimas que utilicen esos canales.
  3. Durante cinco meses, nadie contacta con las denunciantes; no hay investigación real y todo queda “en el congelador”.
  4. Entre finales de octubre e inicios noviembre, las denuncias desaparecen del canal interno; Ferraz luego habla sobre un “fallo informático”.
  5. Solo cuando los medios destapan el asunto, las denuncias “reaparecen” en 72 horas y el partido admite “no haber estado a la altura”.

El propio Pedro Sánchez ha tenido que asumir su parte responsabilizándose por no haber contactado antes con las víctimas; aunque niega cualquier tipo de “connivencia” con Salazar asegurando haberse enterado por los medios. A su vez, la dirección suspende a otro dirigente local por acoso tras meses sin actuar, lo cual refuerza la percepción sobre un patrón sistémico de tolerancia al machismo dentro del partido.

Mientras tanto, el debate interno se torna corrosivo:

El resultado es una evidente crisis de credibilidad: aquel partido que se presentaba como refugio seguro para las mujeres aparece ahora como un entorno donde «los acosadores tienen libertad» mientras las víctimas temen represalias.

Sánchez: exportador de progresismo convertido en encubridor incómodo

La explosión del caso llega en uno de los peores momentos posibles para Pedro Sánchez. El presidente buscaba cerrar el año reforzando su imagen como líder del “progresismo democrático” tanto en Europa como América Latina, señalando a la derecha como amenaza para los derechos femeninos. En su narrativa, España era un ejemplo brillante en políticas igualitarias, aborto garantizado y lucha contra la violencia machista.

El problema radica en que mientras Sánchez promovía visiones modernas desde su pedestal, su entorno protegía a un asesor acusado formalmente por acoso sexual, manteniendo contacto con él e indagando sobre posibles salidas laborales al exterior. La distancia entre su discurso y lo que sucede dentro alimenta una imagen negativa: un presidente que encubre machismo y violencia sexual dentro mientras da lecciones fuera.

Dentro mismo de la coalición también se siente esa incomodidad palpable. Desde Sumar, Yolanda Díaz recuerda que «el machismo es machismo venga donde venga» pidiendo «contundencia» al socio aunque todavía evita exigir que se lleve este asunto a Fiscalía. La izquierda alternativa huele debilidad pero es consciente que si cae el relato feminista del PSOE arrastra consigo todo espacio progresista.

Algunos análisis han establecido comparaciones especialmente hirientes: “lo sucedido aquí supera cualquier escándalo asociado al Watergate”. En aquel caso no hubo prostitución pagada con fondos públicos ni financiación ilegal vinculada; aquí se entrelazan sospechas serias sobre malversación, tráfico influencias e incluso uso indebido del poder político para encubrir comportamientos sexuales abusivos. Este paralelismo es provocador pero deja claro: ya no hablamos solamente sobre corrupción financiera sino también acerca principios morales.

El desguace moral del PSOE frente a las «indignaditas»

La erosión va más allá incluso del liderazgo actual Sánchez. Lo observado revela un verdadero desguace moral más extenso dentro del ecosistema gubernamental izquierdista. La secuencia parece repetirse:

Dirigentes cercanos a Salazar conocían tanto su reputación como su comportamiento; hoy sólo muestran escándalo «a toro pasado», intentando salvar sus posiciones dentro ese retrato colectivo feminista tan cuidadosamente construido anteriormente. El fenómeno conocido como las «indignaditas» genera además otro efecto colateral: transmite entre sus bases una sensación clara respecto al feminismo oficial; parece más bien decorativo.

Esta percepción se complica aún más teniendo presente momentos recientes: aquel silencio mantenido por el PSOE durante los tiempos bajo Rodríguez Zapatero cuando su negociador con ETA fue condenado previamente por maltrato establece precedentes incómodos acerca cómo gestionan aquellos problemas internos frente situaciones externas donde muestran indignación vehemente. El caso Salazar vuelve abrir esas heridas conectando otros episodios similares donde socialistas han estado implicados comprando sexo o acosando compañeras convirtiendo espacios laborales hostiles hacia mujeres.

En este marco también hay qué decir acerca Podemos y Sumar; tampoco ellos salen indemnes aquí. Durante años han compartido discursos contundentes contra violencia machista pero han hecho vista gorda cuando su socio mayoritario mostraba signos claros acerca misma enfermedad estructural. Este desguace resulta ser realmente muy extensivo; si feminismo queda reducido únicamente pancartas ministerios renombrados además guerras culturales digitales entonces casos concretos denunciados dentro casa deberían examinarse rigurosamente… ¡y están suspendiendo!

Ferraz junto a feministas socialistas ante riesgo pérdida apoyo femenino

Las repercusiones electorales generadas preocupan tanto como cuestiones morales planteadas anteriormente . La sensación generalizada dentro PSOE reside no solo éticamente sino también demoscópicamente. Las mujeres históricamente representaron caladeros claves votos socialistas; concatenación reciente casos tales:

todo esto amenaza fracturar confianza acumulada.

Dentro partido organizado feministas socialistas han elevado discurso:

Simultáneamente varias federaciones cuadros territoriales advierten no basta simplemente entregar carta interna reconociendo «no haber estado altos niveles». Exigen transparencia respecto quién ordenó permitió toleró ofuscación denuncias sistema así quienes mantuvieron contacto continuo Salazar durante tiempo expediente permaneció congelado.

Decisión cesar Antonio Hernández mano derecha Salazar Moncloa durante este escándalo intenta cortar hemorragia. Sin embargo sensación amplia sectores internos es sacrificio piezas menores protegiendo relato ya nadie cree totalmente privado.

Curiosidades sorprendentes efectos colaterales

Este caso deja detrás colección datos llamativos ayudan entender magnitud sacudida:

En sede Ferraz saben perfectamente que más allá gestión daños inmediata caso Salazar quedará grabado memoria colectiva convirtiéndose esas historias contadas pasillos durante años explicando cómo partido aspirante igualdad terminó atrapado guarrerías asesor cobardías responsables políticos demasiados.

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