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Cuenta Esteban Pont en ‘ABC’ que encadenaba su taza de café al radiador por miedo a que se la robaran. Y en los malos momentos buscaba consuelo en un osito de peluche.
A Alan Turing le gustaba llevar el pijama debajo del abrigo y no dudaba en caminar bajo el sol de la primavera con una máscara antigás para combatir su alergia al pólen.
Solitario y gran corredor de fondo, afirmaba que su película favorita era «Blancanieves y los siete enanitos».
Nunca leyó un periódico, se confeccionaba sus propios guantes y muy pronto eligió confiar antes en las máquinas que en las personas.
«Las máquinas me sorprenden con mucha frecuencia»
«Una computadora puede ser llamada «inteligente» si logra engañar a una persona haciéndole creer que es un humano».
Este perfil solo da locos o genios. Alan Turing perteneció a los segundos.
En 1952, Turing es procesado por su homosexualidad.
Su amante Arnold Murray facilitó a un colega el acceso a su casa para robarle y el matemático denunció el caso.
Durante la investigación policial, Turing se vio obligado a reconocer su homosexualidad, entonces un delito, y se lo imputó por «indecencia grave y perversión sexual», los mismos por los que habían condenado a Oscar Wilde más de medio siglo atrás.
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