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Un fenómeno global y ancestral

El enigma de la longevidad femenina: ¿por qué viven más que los hombres?

Las mujeres superan en años a los hombres, y las razones detrás de este fenómeno son más complejas de lo que parecen, abarcando desde la genética hasta los hábitos diarios.

Periodista Digital 02 Oct 2025 - 23:58 CET
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Pero, ¿por qué las mujeres parecen contar con ese “extra” de vida?

Esta cuestión ha intrigado a médicos, biólogos y filósofos a lo largo de los siglos.

La ciencia actual comienza a juntar piezas con respuestas tan fascinantes como complicadas.

No se trata únicamente de cifras recientes o de costumbres del siglo XXI.

En casi todos los países y épocas históricas, las mujeres disfrutan, en promedio, de una mayor longevidad que los hombres.

Incluso en situaciones extremas como hambrunas, guerras o pandemias, esta ventaja femenina persiste. En Estados Unidos, por ejemplo, la esperanza de vida para las mujeres alcanza unos 80 años frente a los 75 años para los hombres.

Y no es exclusivo del Homo sapiens: entre la mayoría de mamíferos, las hembras también suelen vivir más que sus contrapartes masculinas.

Este patrón, según recientes investigaciones evolutivas, tiene raíces profundas.

El estudio de más de mil especies de mamíferos y aves ha demostrado que la diferencia en longevidad entre sexos está relacionada con aspectos genéticos y conductuales. Curiosamente, en muchas especies avícolas sucede lo contrario: los machos viven más que las hembras, lo que indica que la evolución ha tomado caminos distintos según la especie.

Claves biológicas: hormonas y cromosomas

La ciencia contemporánea ha identificado varios aspectos biológicos que explican esta brecha. En primer lugar, las mujeres cuentan con dos cromosomas X, lo que les otorga un “seguro genético” ante mutaciones perjudiciales. Si uno de estos cromosomas X tiene un gen defectuoso, el otro puede compensar esa falla; una ventaja que los hombres no poseen al contar solo con un cromosoma X.

Las hormonas también desempeñan un papel crucial. El estrógeno, hormona predominante en las mujeres, ofrece un efecto protector sobre el sistema cardiovascular y actúa como antioxidante celular. Facilita la eliminación del colesterol nocivo, disminuye la inflamación y protege los huesos. En cambio, la testosterona, más abundante en los hombres, puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y comportamientos temerarios.

Como resultado, durante gran parte de su vida adulta, las mujeres gozan de una protección biológica adicional. Sin embargo, tras la menopausia, el descenso del estrógeno iguala el riesgo de enfermedades cardiovasculares e incluso incrementa la fragilidad ósea; esto explica por qué en la vejez son más propensas a fracturas y problemas como el Alzheimer.

Evolución y selección natural: la raíz del enigma

Las diferencias no son producto del azar. Ese “extra” en la longevidad femenina tiene una lógica evolutiva clara. Durante millones de años, las hembras mamíferas han llevado sobre sus hombros el peso de la reproducción y el cuidado de sus crías. La selección natural favoreció a aquellas capaces de vivir lo suficiente para asegurar la supervivencia de su descendencia. Así se transmitieron con éxito genes que favorecían una vida más prolongada.

Por otro lado, muchos machos han enfrentado presiones evolutivas distintas: competencia sexual, luchas territoriales o comportamientos arriesgados que aumentan su mortalidad prematura. El resultado es una “programación” biológica que se refleja en nuestras células.

Factores sociales y de comportamiento: la otra mitad de la ecuación

No obstante, las diferencias biológicas no explican todo el fenómeno. Los estilos de vida juegan un papel significativo. Por regla general, los hombres tienden a asumir más riesgos; consumen más tabaco y alcohol y son más propensos a sufrir accidentes mortales. Además, suelen visitar menos al médico y descuidan aspectos preventivos. Todo esto contribuye a una mayor mortalidad masculina especialmente durante etapas tempranas y medias.

A esto se suma que las mujeres suelen disfrutar de redes sociales más amplias y estables; esto está asociado con una mejor salud mental y un sistema inmunitario fortalecido. Las distintas formas de gestionar el estrés y buscar apoyo también influyen.

Un futuro incierto: ¿se reducirá la brecha?

Aunque aún persiste una clara diferencia en esperanza de vida entre géneros, algunos estudios apuntan a que esta brecha podría disminuir en las próximas décadas. Los avances médicos han beneficiado sobre todo a los hombres al reducir su mortalidad por causas cardiovasculares. Sin embargo, cambios sociales como el aumento del tabaquismo o el estrés laboral entre mujeres podrían poner freno a su ventaja histórica.

En naciones desarrolladas continúa creciendo la esperanza media de vida; sin embargo al ritmo actual es mucho más lento que durante el siglo XX. Este gran avance se debió principalmente a una drástica reducción en la mortalidad infantil junto con mejoras en salud pública. Ahora que estas barreras han sido superadas, los progresos son más modestos y dependen cada vez más factores como prevención médica o genética personalizada.

Curiosidades científicas y anécdotas sobre la longevidad

Así que cuando alguien mencione eso de que las mujeres “duran más”, tal vez sea buen momento para recordar cómo ciencia, evolución y algo del azar han trabajado juntos durante milenios para convertir la longevidad femenina en uno de esos misterios fascinantes dentro del ámbito biológico.

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