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LA PSIQUE DE LOS MONSTRUOS AL DESNUDO

Douglas Kelley, el psiquiatra que determinó que los líderes nazis «no estaban locos» y podían responder por sus crímenes en los juicios de Núremberg

Ochenta años de Nuremberg, el gran juicio que descubrió el horror nazi

Periodista Digital 17 Nov 2025 - 09:43 CET
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Se cumplen ocho décadas del gran momento de la justicia universal, el día en que los aliados vencedores sentaron en el banquillo a 21 dirigentes alemanes vencidos para someterles a un proceso insólito por crímenes nunca antes juzgados.

El nombre de Douglas Kelley es poco conocido en los libros de historia, sin embargo, su labor fue crucial para transformar la percepción del crimen y la responsabilidad en el siglo XX durante los juicios de Núremberg. En 1945, tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el mundo observaba con gran interés cómo los altos mandos nazis iban a ser llevados ante el Tribunal Militar Internacional. Sin embargo, antes de que pudieran ocupar sus asientos en el banquillo, surgía una pregunta clave: ¿tenían la capacidad mental para responder por sus acciones o eran enfermos incapaces de entender la magnitud de sus crímenes?

La responsabilidad recayó sobre Kelley, un psiquiatra formado en la Universidad de California y con amplia experiencia tratando a soldados traumatizados por la guerra. Su diagnóstico marcaría un antes y un después: «En general, los prisioneros no son diferentes de un grupo de ejecutivos de cualquier otra parte; a diferencia de lo que se suele pensar, no están locos ni son superhombres«, afirmó contundentemente.

El método Kelley: pruebas, entrevistas y sorpresas

Durante ocho meses intensos, Kelley realizó entrevistas a los principales acusados nazis, incluidos personajes como Hermann Goering, Rudolf Hess y Joachim von Ribbentrop. Su labor no se limitó al análisis clínico; aplicó diversas pruebas psicológicas como el célebre test de manchas de tinta de Rorschach, el test de percepción temática y evaluaciones del coeficiente intelectual. Los resultados fueron inquietantes: todos mostraban una inteligencia media o superior a la media, sin rasgos psicóticos significativos.

Listado de pruebas aplicadas por Douglas Kelley:

Estos métodos, innovadores para su época, permitieron a Kelley crear perfiles psicológicos minuciosos para cada acusado. El caso de Goering fue particularmente notable: además de su carisma y astucia, el psiquiatra tuvo que supervisar su salud física, lidiar con su adicción a la codeína y controlar su dieta, dado que pesaba más de 120 kilos.

Más allá de la ciencia: vínculos y dilemas éticos

La relación entre Kelley y Goering trascendió lo estrictamente profesional. Ambos compartían características similares: inteligencia, carisma y un toque de narcisismo. De hecho, Goering llegó a solicitarle al psiquiatra que cuidara a su hija si él y su esposa fallecían, una oferta que Kelley declinó tras consultarlo con su familia. Además, el psiquiatra actuó como mensajero personal al llevar cartas de Goering a su esposa; este gesto provocó críticas y afectó negativamente su reputación.

Curiosidades y datos sorprendentes

Ranking: los jerarcas nazis más analizados por Kelley

A continuación se presenta una tabla con los principales líderes nazis evaluados por Kelley, junto con las características más relevantes según él:

Nombre Cargo principal Rasgos destacados según Kelley
Hermann Goering Jefe de la Luftwaffe Carismático, inteligente, manipulador, adicto
Rudolf Hess Lugarteniente de Hitler Paranoico, trastornos memorísticos
Joachim von Ribbentrop Ministro de Exteriores Ambicioso, rígido, carente de empatía
Wilhelm Keitel Jefe del Alto Mando militar Obediente, autoritario; falta reflexión ética
Alfred Jodl Jefe operativo militar Técnico, frío y eficaz

El miedo de Kelley: la normalidad del horror

Quizás uno de los hallazgos más inquietantes del trabajo realizado por Kelley fue su convicción acerca de que los criminales nazis no eran monstruos ni locos. Eran personas normales moldeadas por su entorno capaces de llevar a cabo atrocidades bajo el abrigo burocrático y la obediencia ciega. Esta revelación le llevó a alertar sobre el peligro latente del fascismo en cualquier país si las condiciones fueran propicias.

De regreso en Estados Unidos, Kelley estaba convencido de que la maldad no era simplemente una enfermedad; era una posibilidad inherente en cualquier sociedad. Años después, su historia inspiraría libros y películas como Núremberg, protagonizada por Russell Crowe y Rami Malek, que reviven aquella tensa atmósfera psicológica.

El Juicio de Nuremberg: Un Precedente Histórico en la Justicia Internacional

El 21 de noviembre de 1945, en el Palacio de Justicia de Nuremberg, el fiscal estadounidense Robert H. Jackson abrió con un discurso inaugural el primer juicio por crímenes contra la paz mundial. Su elocuencia subrayó la gravedad del momento: «Los males que buscamos condenar […] han sido tan calculados, tan malignos y tan devastadores que la civilización no puede tolerar que sean ignorados, porque jamás deben repetirse». Celebrado apenas seis meses tras la rendición alemana, este proceso unió a EEUU, Reino Unido, URSS y Francia para juzgar a 22 líderes nazis, estableciendo conceptos como crímenes contra la humanidad y genocidio, y revelando las atrocidades de los campos de concentración. Fue un hito en el derecho internacional, pese a sus controversias.

1. El Tribunal: Vencedores contra Vencidos

Acordado en Yalta (febrero de 1945) por Roosevelt, Churchill y Stalin, el tribunal se firmó el 8 de agosto, superando resistencias soviéticas. Sin jueces alemanes y con banderas aliadas como símbolo de victoria, enfrentó críticas por su sesgo: ignoraba bombardeos aliados (como Dresde o Hiroshima) o la invasión soviética de Polonia. Se limitó a crímenes nazis durante la guerra para sortear hipocresías, como los imperios coloniales o la segregación racial en EEUU. Raphael Lemkin (creador de genocidio) y Hersch Lauterpacht destacaron innovaciones: introdujo guerra de agresión y rechazó inmunidad por obediencia debida, juzgando a individuos por actos de Estado.

2. Los Delitos: El Genocidio se Queda Fuera

Se procesaron por crímenes contra la paz, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y conspiración. La defensa alegó retroactividad legal, pero el tribunal la desestimó, afirmando responsabilidad individual. Lauterpacht impulsó crímenes contra la humanidad como delitos universales, protegiendo al individuo más allá de grupos o contextos bélicos. Lemkin abogó por genocidio, enfocado en ataques grupales, pero quedó marginal y ausente en la sentencia. Este debate, ya complejo en 1945, anticipa tensiones actuales: Lauterpacht priorizaba al individuo contra el «tribalismo», mientras Lemkin veía ingenuo ignorar la violencia colectiva.

3. Los Acusados: Juzgar a Todo el Nazismo

Priorizando el inicio de la guerra, los acusados incluyeron a Hermann Göring (número 1), Rudolf Hess, Joachim von Ribbentrop, militares como Wilhelm Keitel, y ejecutores como Ernst Kaltenbrunner (responsable de la Solución Final). Representaron al régimen entero: propagandistas (Julius Streicher por Der Stürmer), economistas (Hjalmar Schacht) y represores (Hans Frank). El Holocausto, con seis millones de judíos asesinados, emergió en sesiones con films de campos, provocando horror en acusados (e.g., Funk lloró, Keitel sudaba). Testimonios impactantes incluyeron a Marie Vaillant-Couturier (Auschwitz: bebés ahogados, niños en hornos) y Rudolf Höss (comandante: detalles fríos del Zyklon B por «eficiencia»). Pocos mostraron remordimiento; Göring se quejó de desviar el foco de la guerra.

4. La Sentencia: Un Legado Incompleto

En su cierre (julio 1946), Jackson advirtió: «Si no podemos eliminar las causas […] este siglo XX puede traer el fin de la civilización». El 1 de octubre, tras deliberaciones tensas pre-Guerra Fría, absolvieron a tres (Schacht, Von Papen, Fritzsche); condenaron a 19, con 12 penas de muerte (10 ejecutadas; Göring se suicidó). Centrales: crímenes contra la humanidad como derecho internacional consolidado, condenando incluso a Streicher por «predicar odio». El genocidio quedó excluido. Nuremberg inspiró tribunales posteriores (Tokio, Eichmann), pero la Guerra Fría lo eclipsó. La Corte Penal Internacional (1998) tardó décadas, limitada por potencias como EEUU o Rusia. Hoy, probar genocidio es «difícil», advierte Philippe Sands, con riesgos de «desafortunadas consecuencias» en conflictos.

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