LA MADRE DE ASUNTA CONFESÓ SU SOLEDAD A UNA COMPAÑERA DE MÓDULO

Rosario Porto, antes de ahorcarse: «No tengo a nadie cuando salga de aquí»

"Hacía crucigramas y sudokus, veía la televisión, leía y escribía mucho"

Rosario Porto, antes de ahorcarse: "No tengo a nadie cuando salga de aquí"
Rosario Porto, detenida.

Rosario Porto se sabía sola.

Días antes de suicidarse, la madre condenada por el asesinato de su hija de 12 años, Asunta, confesó su soledad a una de las presas con las que compartía módulo en la cárcel de Brieva (Ávila).

‘El Periódico’ ha accedido al testimonio de esta reclusa, condenada por delito de sangre y también madre como Porto. Era de las pocas presas con las que al parecer hablaba la madre de Asunta y en la investigación abierta para esclarecer su suicidio ha contado las conversaciones que mantenían:

«Yo le decía que cuando cumpliera, tendría a mis hijos fuera, esperándome. Ella me contestaba: yo no tengo a nadie cuando salga de aquí».

«Hacía crucigramas y sudokus, veía la televisión, leía y escribía mucho»

Porto había mejorado en la prisión de Brieva, en Ávila, donde murió. Previamente, ni en Texeiro ni en A Lama, ambas en Galicia, había llegado a adaptarse. De hecho, desde que ingresó en la cárcel abulense los psicólogos habían decidido levantarle los protocolos anti-suicidios.

«Hacía crucigramas y sudokus, veía la televisión, leía y escribía mucho». Este es el testimonio de fuentes penitenciarias sobre sus últimos nueve meses de vida.

«Soy culta, hablo dos idiomas, viví en Francia…»

Cruz Morcillo (ABC y Telecinco), que explicaba en el propio diario las razones que llevaron a Rosario Porto a tal decisión:

Sin hija, sin padres, sin marido, sin hermanos, sin nadie. Sola y en medio de los ramalazos intermitentes de la depresión que padecía desde su juventud. Tal vez, también de la culpa, aunque nunca ha admitido haber matado a Asunta.

«Hija única de una pareja modélica y exitosa de Santiago, un abogado y una profesora de Historia del Arte, siempre se sintió desatendida pese a los caprichos que le procuraban sus padres», explica Morcillo.

Estudió Derecho, pero apenas ejerció. Su vida era ideal en apariencia. Una casa preciosa, dinero de sobra, un marido, una hija china adoptada de altas capacidades. «Soy culta, hablo dos idiomas, viví en Francia, no me gustan los programas de corazón». Así se definía, cuatro años antes de que todo saltara en pedazos.

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