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La »Operación León Resurgente‘ ha dejado al descubierto la vulnerabilidad del régimen de los ayatollas, con ataques devastadores a instalaciones nucleares, bases militares y residencias clave.
Utilizando al Mossad como punta de lanza y con una precisión quirúrgica, Israel ha decapitado el liderazgo iraní, eliminando figuras como el jefe del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, Hossein Salami, y el jefe de Estado Mayor, Mohammad Bagheri.
Se han puesto en juego infiltraciones, bases secretas de drones y operaciones encubiertas que han sorprendido a Teherán.
Esta estrategia no solo ha destruido infraestructura crítica, sino que ha sembrado el caos y la desconfianza interna, debilitando significativamente la capacidad de respuesta y la cohesión del régimen.
Israel ha llevado a cabo este sábado ataques contra diversos objetivos de la infraestructura energética de Irán, incluyendo una instalación de almacenamiento de petróleo, que ha desatado un gran incendio, así como el campo de producción de gas y el puerto de Bandar Abbas.
En la madrugada del domingo, ha ejecutado un ataque ampliado contra la sede del Ministerio de Defensa de Irán.
Pero los iraníes responden, a su manera y también causan bajas y hacen daño.
Este domingo, 15 de junio de 2025, Oriente Medio vive uno de sus momentos más críticos en décadas.
El intercambio de ataques directos entre Israel e Irán, que ha dejado explosiones y víctimas en ciudades clave como Tel Aviv, Jerusalén y Teherán, marca un punto de inflexión en una rivalidad que se remonta a más de cuatro décadas.
Las consecuencias ya se sienten tanto a nivel local como global, con preocupación creciente ante la posibilidad de una guerra abierta entre dos potencias regionales.
Las palabras clave del momento —ataques Israel Irán, explosiones Tel Aviv Jerusalén Teherán, objetivo cambio de régimen— definen un escenario imprevisible y cargado de tensión. En esta crónica analizamos los hechos, los motivos y lo que puede ocurrir en las próximas horas.
Explosiones y víctimas: así fue el ataque
La madrugada del 13 de junio, las Fuerzas de Defensa de Israel lanzaron la Operación León Resurgente, un ataque coordinado contra infraestructuras militares y nucleares iraníes. Los objetivos incluyeron instalaciones clave como la planta nuclear de Natanz y bases militares en Teherán, Isfahán, Khondab y Khorramabad. Según fuentes israelíes, el objetivo era “dañar las capacidades nucleares” de Irán para evitar lo que consideran “una amenaza existencial”.
El balance provisional es estremecedor:
- Decenas de explosiones sacudieron Teherán, incluida la zona donde residen altos mandos militares.
- Se reportaron víctimas mortales, entre ellas el comandante de la Guardia Revolucionaria Hossein Salami y varios científicos nucleares relevantes para el programa atómico iraní.
- La agencia estatal Mehr informó de al menos nueve muertos confirmados en diferentes ciudades iraníes tras los bombardeos.
En respuesta, Irán lanzó una andanada de misiles balísticos hacia territorio israelí, algunos de los cuales impactaron en zonas residenciales y causaron múltiples bajas civiles en Jerusalén y Tel Aviv. Las defensas aéreas israelíes interceptaron parte del ataque, pero no lograron evitar todas las explosiones. El ambiente es ahora mismo uno de alarma generalizada.
El objetivo final: ¿Cambio de régimen en Irán?
Voces dentro del gobierno israelí han dejado entrever que su acción militar busca mucho más que desmantelar el programa nuclear iraní. El mensaje es claro: “La ofensiva es contra el régimen iraní, no contra el pueblo iraní”, subrayó un portavoz militar israelí. Israel sostiene que no puede permitir que “un régimen cuyo objetivo es destruirlo obtenga armas nucleares”.
Aunque oficialmente Israel no ha declarado como objetivo explícito el cambio de régimen en Teherán, la magnitud del ataque —con asesinatos selectivos de líderes militares y científicos— apunta a debilitar gravemente al aparato estatal iraní. Algunos analistas internacionales consideran que este tipo de acciones buscan minar la estabilidad interna del país persa y abrir la puerta a una posible transición política forzada desde fuera.
Un conflicto con raíces profundas
Para entender la gravedad del momento hay que retroceder hasta 1979. Antes de la Revolución Islámica, Irán mantenía relaciones formales con Israel e incluso fue uno de los primeros países musulmanes en reconocerlo tras su fundación. Todo cambió cuando los ayatolás tomaron el poder: Irán rompió relaciones diplomáticas, abrazó la causa palestina y adoptó un discurso abiertamente hostil contra el Estado judío.
Desde entonces:
- Irán se ha convertido en patrocinador regional de grupos armados enemigos de Israel como Hezbolá (Líbano) o Hamás (Gaza).
- Israel ha respondido con operaciones encubiertas, ciberataques y asesinatos selectivos para frenar el desarrollo militar y nuclear iraní.
- El conflicto se ha internacionalizado: Estados Unidos respalda a Israel mientras Rusia y China mantienen relaciones estratégicas con Teherán.
El enfrentamiento actual es el último episodio visible en una guerra fría regional con décadas de historia marcada por sabotajes, atentados y ataques indirectos.
Misiles sobre Israel: impacto humano y reacción internacional
El contraataque iraní con misiles balísticos ha provocado decenas de heridos civiles en ciudades israelíes. Las defensas aéreas han funcionado parcialmente pero no han logrado impedir todas las bajas. El miedo se ha apoderado tanto del territorio israelí como del iraní. En ambos países cunde la sensación de vulnerabilidad:
- Sirenas antiaéreas interrumpen la vida cotidiana.
- Miles buscan refugio en sótanos o estaciones subterráneas.
- Las imágenes muestran hospitales saturados y daños materiales significativos.
Mientras tanto, la comunidad internacional intenta mediar para evitar una escalada aún mayor. Naciones Unidas ha convocado una reunión urgente; Estados Unidos pide contención a ambos bandos; Europa teme por sus intereses energéticos y comerciales.
Perspectivas: ¿Qué puede pasar ahora?
El futuro inmediato es incierto:
- Es probable que continúen los ataques selectivos y las represalias.
- La estabilidad interna tanto en Irán como en Israel se pone a prueba; posibles protestas o movimientos sociales podrían surgir ante el miedo generalizado.
- Un conflicto abierto arrastraría a otros actores regionales (Hezbolá, Siria) e internacionales.
La posibilidad realista es que ambos países busquen imponer condiciones favorables antes de negociar cualquier tipo de alto el fuego. Sin embargo, si uno de los objetivos no declarados es el cambio de régimen iraní, el conflicto podría prolongarse e intensificarse aún más.
La rivalidad entre Israel e Irán está lejos de resolverse. Lo sucedido este fin de semana demuestra que Oriente Medio sigue siendo epicentro mundial del riesgo geopolítico. Hoy, 15 del junio del 2025, la pregunta sigue abierta: ¿hasta dónde están dispuestos ambos países a llegar antes de detenerse?
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