"Te meten en un cuarto sin oxígeno hasta que no puedas respirar", señalan

Venezuela: Detenidos acusados de terrorismo denuncian que son encerrados en celdas de castigo sin oxígeno

En una calurosa mañana de noviembre, una videollamada conecta a Juan con el mundo exterior. En su rostro joven, de poco más de 20 años, se reflejan las marcas invisibles de una historia que pesa como el plomo

Venezuela: Detenidos acusados de terrorismo denuncian que son encerrados en celdas de castigo sin oxígeno

“Ya me torturaron y me reprimieron, pero no me van a callar. Mi voz es lo único que me queda”, dice, con un tono firme que desafía la vulnerabilidad que lo rodea.

La historia de Juan no es única en un país donde el silencio suele ser impuesto a golpes. Detenido tras las protestas que siguieron a las elecciones presidenciales del 28 de julio en Venezuela, Juan asegura haber sido víctima de torturas físicas y psicológicas. Es uno de los 1.800 arrestados según la ONG Foro Penal, en un país que despertó con confusión y rabia tras la proclamación de Nicolás Maduro como ganador de unos comicios que muchos calificaron de fraudulentos.

Cuando el Centro Nacional Electoral anunció la victoria sin difundir actas, miles de venezolanos salieron a las calles, un mar de indignación que pronto fue reprimido con dureza.

Las cifras hablan por sí solas: 24 muertos durante las protestas, según Provea, y más de 2.200 detenidos, según declaraciones oficiales. Entre ellos, algunos –como Juan– desaparecerían temporalmente en un sistema carcelario conocido por su brutalidad.

Juan fue llevado primero a una prisión local antes de ser transferido a Tocorón, una cárcel temida y conocida como el centro de operaciones del Tren de Aragua, uno de los grupos criminales más peligrosos de la región. “Más que una cárcel, era un campo de concentración”, describe. Al llegar, fue desnudado, golpeado e insultado. El trato era inhumano, los presos debían mantener la cabeza baja frente a los custodios.

La celda que compartía con otros cinco hombres medía apenas tres metros cuadrados. La “comodidad” consistía en literas de cemento con colchonetas finas y un espacio reducido para el “baño”, que consistía en un pozo séptico y un tubo que servía de ducha. “Nos daban comida podrida; algunas veces era arroz para gallinas y sardinas caducadas”, recuerda.

Cada día en Tocorón era una repetición monótona e inhumana. Los reclusos eran despertados a las 5:00 a.m. para alinearse. El agua, helada, corría por solo seis minutos para que los seis ocupantes de su celda pudieran asearse. Las comidas, además de escasas y de baja calidad, eran impuntuales. A veces llegaban al amanecer; otras, entrada la madrugada.

Pero lo peor, según Juan, eran las torturas. Los más rebeldes eran enviados a “los tigritos”, celdas de un metro cuadrado donde apenas podían moverse y recibían comida cada dos días. Otros eran sometidos a la “cama de Adolfo”, un cuarto diminuto donde el oxígeno se agotaba hasta provocar desesperación. Juan pasó por ambas.

A mediados de noviembre, su nombre apareció en una lista de 225 excarcelados anunciada por el gobierno. Fue liberado, dice, debido a sus condiciones de salud, pero su libertad no es completa. Cada 30 días debe presentarse ante un tribunal de terrorismo. Mientras tanto, vive con el peso de las secuelas psicológicas y físicas. “Pasé hambre y todavía tengo hambre. Pero lo que me mantenía fuerte era pensar en las injusticias que vivíamos y que un día saldría”, reflexiona.

Juan se ha convertido en un símbolo silencioso de resistencia. Su caso, como el de muchos otros, fue denunciado por la ONU, que acusa al gobierno venezolano de crímenes de lesa humanidad. Aunque la Corte Penal Internacional mantiene una investigación abierta, el gobierno de Maduro niega todas las acusaciones y califica las denuncias como maniobras políticas.

A pesar de todo, Juan no planea rendirse ni emigrar. Asegura que estará en las calles el 10 de enero de 2025, acompañando a Edmundo González, el líder opositor que se proclamó ganador de las elecciones. “No tengo miedo”, repite, aunque admite haber dejado cartas “por si algo me pasa”. Para Juan, la lucha por una Venezuela libre y justa no es opcional, es una promesa hecha a su país y a sí mismo. Y aunque el futuro sea incierto, su voz, por ahora, sigue firme.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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