El fin de los refugios sagrados para los migrantes

«Cazados» en la Casa de Dios: La cruel redada que desnuda el nuevo rostro de la migración en EE.UU.

El arresto de Wilson Velásquez en una iglesia de Atlanta refleja el brutal giro en la política migratoria estadounidense: ya no hay lugar seguro para quienes buscan un futuro mejor

"Cazados" en la Casa de Dios: La cruel redada que desnuda el nuevo rostro de la migración en EE.UU.

El eco de los himnos religiosos apenas se había disipado cuando el sonido de un grillete electrónico rompió la tranquilidad del templo.

Wilson Velásquez, inmigrante hondureño, rezaba en su iglesia de Atlanta cuando su dispositivo de rastreo comenzó a vibrar. Afuera, agentes migratorios lo esperaban. Saldría del templo con esposas en las muñecas y el destino incierto de quien ha sido sentenciado sin juicio.

No es un caso aislado. Wilson es uno de los 957 migrantes detenidos en un solo día, una caza sistemática que ha cobrado fuerza con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

La escena de su detención revela una nueva realidad: el gobierno estadounidense ya no respeta ni los espacios tradicionalmente protegidos como refugios.

Iglesias, hospitales y escuelas han dejado de ser santuarios para convertirse en escenarios de redadas, rompiendo con una década de garantías humanitarias.

Wilson no es un criminal. No tiene antecedentes, tiene permiso de trabajo y cumplía con todas sus citas migratorias. Pero eso no importó. El mensaje es claro: la administración Trump no distingue entre quienes buscan regularizar su situación y quienes representan un peligro real para la sociedad. La narrativa oficial los mete a todos en el mismo saco, usando términos como «asesinos y violadores» para justificar la dureza de su política.

Mientras tanto, su esposa, Kenia Colindres, y sus tres hijos menores viven en la angustia. «Aquí hay una esposa y tres hijos que lo necesitan», clama Kenia, quien ahora se enfrenta a la posibilidad de criar sola a su familia en un país que les da la espalda. La incertidumbre es una daga que pende sobre miles de familias inmigrantes, ahora más vulnerables que nunca.

Las iglesias de Estados Unidos han sido históricamente refugios para quienes huyen de la persecución. Pero con la nueva política, cualquier lugar puede convertirse en terreno de caza. ¿Hasta dónde llegará esta escalada? Hoy fue una iglesia en Atlanta, mañana podría ser una escuela, una sala de urgencias o incluso una casa de acogida. La migración irregular es un problema complejo, pero la solución no puede ser el terror institucionalizado.

Las imágenes de niños viendo cómo arrestan a sus padres en mitad de una misa son una vergüenza para una nación que se autoproclama como «la tierra de la libertad».

Hoy, Wilson Velásquez es solo un nombre más en la lista de los perseguidos. Pero su historia es el reflejo de un sistema que está fallando, que ha dejado de ver personas y solo ve números. La pregunta es: ¿Cuánto más debe romperse antes de que algo cambie?

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