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El amanecer del domingo encontró una Jamaica devastada. Calles convertidas en ríos de escombros, casas arrasadas hasta los cimientos, familias buscando entre el lodo lo poco que quedó. El huracán Melissa, con fuerza de categoría 5, golpeó la isla con una furia apocalíptica y se llevó la vida de al menos 28 personas, según confirmó el propio Gobierno.
La Oficina del Primer Ministro, Andrew Holness, reconoció en un comunicado que aún se verifican “informes adicionales sobre posibles muertos”. Hasta horas antes, la cifra oficial era de 19 víctimas, pero los rescatistas apenas lograron acceder a las zonas que quedaron aisladas cuando el ciclolón arrasó el oeste del país.
“Extendemos nuestras más sentidas condolencias a las familias, amigos y comunidades que lloran la pérdida de sus seres queridos”, expresó la sede gubernamental en un tono de duelo nacional.
Mientras tanto, cuerpos de emergencia, policía, ejército y personal sanitario operan entre los restos del desastre. En los distritos de Saint Elizabeth, Westmoreland y Saint James —los más golpeados—, las tareas de rescate avanzan lentamente entre caminos rotos y hospitales colapsados.
En Black River, capital de Saint Elizabeth, se levantará un hospital de campaña este mismo lunes. Será el primero de varios en un país que intenta recomponerse entre apagones, escasez y el silencio sepulcral que sigue a los huracanes más crueles.
Las primeras imágenes difundidas muestran barrios enteros reducidos a polvo, carreteras partidas en dos y hospitales inutilizados. Melissa no solo destrozó la infraestructura: dejó a su paso un trauma que marcará a Jamaica por generaciones.
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