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Según confirmó en rueda de prensa el canciller peruano, Hugo de Zela

Perú rompe relaciones diplomáticas con México

Lima acusa a la embajada mexicana de “acto inamistoso” por acoger a la ex primera ministra; la tensión política revive el fantasma del caso Castillo

Paul Monzón 04 Nov 2025 - 01:23 CET
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En una rueda de prensa cargada de indignación y tono solemne, el canciller peruano, Hugo de Zela, anunció lo impensable: la ruptura total de relaciones diplomáticas con México. La chispa que encendió el conflicto fue la confirmación de que Betssy Chávez, ex primera ministra de Pedro Castillo y pieza central en uno de los episodios más turbios de la política reciente, había sido acogida en la residencia de la embajada mexicana.

“Un acto inamistoso”, dijo con voz contenida pero firme el ministro, al explicar que el Gobierno peruano no podía tolerar una nueva interferencia desde el país vecino. Acusó además que tanto el actual como el anterior presidente mexicano habrían excedido los límites diplomáticos, interviniendo “reiteradamente” en los asuntos internos del Perú.

Aunque la medida rompió un lazo histórico entre Lima y Ciudad de México, De Zela aclaró que los vínculos consulares seguirán operativos para proteger a los ciudadanos de ambos países. Pero en el terreno político, el mensaje fue directo: la paciencia se agotó.

Chávez, cuyo fugaz paso por la Presidencia del Consejo de Ministros se extendió apenas del 26 de noviembre al 7 de diciembre de 2022, enfrenta cargos penales por su presunta complicidad en el intento de disolver el Congreso, episodio que precipitó la caída y el arresto de Pedro Castillo. Su nombre, que parecía empezar a desvanecerse del radar público, reaparece ahora envuelto en un nuevo torbellino.

Lo que meses atrás se presentaba como un rumor —su supuesta búsqueda de asilo en la embajada mexicana— acaba de confirmarse con la contundencia de un hecho diplomático. En su momento, la exfuncionaria negó haber intentado refugiarse allí; Sin embargo, su antiguo chofer declaró que ella misma le pidió conducirla hacia la sede diplomática antes de desistir.

El silencio de México, hasta ahora, es tan elocuente como incómodo. Entre los pasillos de la Cancillería peruana, el gesto se interpreta como una provocación directa, un desafío que deja abierta una pregunta amarga: ¿hasta dónde puede llegar la política del asilo cuando un país siente que su soberanía ha sido vulnerada?

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