En un gesto que ha dejado perplejos a muchos observadores internacionales y ha generado una ola de críticas internas, España brilló por su ausencia en la ceremonia de reapertura de la catedral de Notre Dame en París este 7 de diciembre de 2024.
El evento, que marcó el final de cinco años de restauración tras el devastador incendio de 2019, reunió a líderes de todo el mundo, convirtiendo la ausencia española en un elefante en la habitación diplomático.
La lista de asistentes leía como un quién es quién de la política mundial.
Donald Trump, recién electo presidente de Estados Unidos, hizo de este su primer viaje internacional post-elección.
El presidente ucraniano Volodimir Zelenski tomó un respiro de la guerra en curso para estar presente.
Incluso Elon Musk, el multimillonario tecnológico, encontró tiempo en su apretada agenda para hacer acto de presencia.
Sin embargo, ni el Rey Felipe VI, ni el presidente Pedro Sánchez, ni siquiera el ministro de Cultura Ernest Urtasun, aparecieron por alli.
El monarca español, porque necesitaba el visto bueno de La Moncloa y no lo recibió.
Los otros dos no consideraron oportuno representar a España en este evento de resonancia global, por puro sectarismo y estupidez.
La decisión ha levantado ampollas en el panorama europeo y en el ya de por si crispado político español.
Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, no tardó en expresar su «enorme decepción y pena» por la ausencia española.
En un tuit que rápidamente se volvió viral, Ayuso acusa al Gobierno Sánchez de «aislar a nuestro país» y de negarse a «reconocer la verdad: las raíces cristianas de Europa».
Donald Trump with world leaders and heads of state at Notre Dame Cathedral today
Notice how every single person’s eyes seem to be fixated on Trump, they can’t look away
The boss is back pic.twitter.com/wjo6KkDvZJ
— Wall Street Apes (@WallStreetApes) December 8, 2024
¿Pero qué hay detrás de esta ausencia?
¿Es realmente un rechazo a las raíces cristianas de Europa, como sugiere Ayuso, o hay otras razones menos polémicas?
Según fuentes oficiales, el Ministerio de Cultura español declinó la invitación del gobierno francés.
Desde el entorno de Sánchez, cuando han estallado las críticas, se ha tratado de tapar la pifia diciendo que la ausencia de los Reyes estuvo motivada su preparación para el funeral en honor a las víctimas de la DANA en Valencia.
Es un bulo sanchista más, dado que el funeral aún no tiene fecha fijada.
En cuanto al ministro Urtasun, su agenda para ese día incluía la asistencia a la función ‘Circlásica‘ del Circo Mundial en Madrid.
Una elección que, en el mejor de los casos, parece una falta de juicio político y, en el peor, un desaire deliberado a un evento de importancia internacional.La ausencia española destaca aún más cuando se considera la lista de asistentes:
- Donald Trump, presidente electo de EE.UU.
- Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania
- Emmanuel Macron, presidente de Francia
- Príncipe Guillermo de Inglaterra
- Jill Biden, primera dama de EE.UU.
- Reyes de Bélgica, Philippe y Mathilde
- Príncipe Alberto de Mónaco
- Frank-Walter Steinmeier, presidente de Alemania
- Katerina Sakellaropoúlou, presidenta de Grecia
La presencia de líderes de países con tradiciones seculares fuertes, como Francia, hace que el argumento de un rechazo a las raíces cristianas de Europa parezca, cuanto menos, débil.
Entonces, ¿qué pudo motivar esta decisión?
Algunas teorías:
- Desconexión diplomática: Puede que el Gobierno español haya subestimado la importancia simbólica y diplomática del evento.
- Agenda interna: Con las tensiones políticas en España, es posible que el Gobierno haya preferido evitar cualquier acto que pudiera ser interpretado como una distracción de los asuntos nacionales.
- Malentendido protocolar: Quizás hubo una falla en la comunicación entre los gobiernos español y francés sobre la naturaleza y el alcance de la invitación.
- Decisión ideológica: Aunque menos probable, no se puede descartar completamente que haya habido una decisión consciente de distanciarse de un evento con connotaciones religiosas.
Sea cual sea la razón, el resultado es el mismo: España ha perdido una oportunidad de oro para reafirmar su posición en el escenario europeo e internacional.
En un momento en que la unidad europea se enfrenta a desafíos sin precedentes, con la guerra en Ucrania aún en curso y tensiones geopolíticas en aumento, la ausencia española en Notre Dame envía un mensaje preocupante.
Como dijo un diplomático europeo que prefirió mantener el anonimato:
«Es como si España hubiera decidido autoexcluirse de la foto familiar europea. En diplomacia, las ausencias hablan tan alto como las presencias».
La ironía de la situación no escapa a nadie.
Reapertura de Notre Dame, con casi 900 años de historia y uno de los lugares más bellos e icónicos del planeta. Todas las grandes naciones representadas, menos España que tenemos a un ministro de cultura comunista que teme que le caiga agua bendita.pic.twitter.com/bRrgTndQji
— Moscardó (@moscardol) December 7, 2024
España, un país con una rica historia católica y algunas de las catedrales más impresionantes del mundo, decide no estar presente en la reapertura de una de las catedrales más emblemáticas de Europa.
Es como si La Sagrada Familia decidiera no asistir a la fiesta de cumpleaños de Notre Dame.
El incidente también plantea preguntas sobre la estrategia de política exterior del Gobierno Sánchez.
En un mundo cada vez más interconectado, ¿puede España permitirse el lujo de faltar a eventos de esta magnitud?
La diplomacia moderna se construye tanto en los pasillos de las cumbres como en las ceremonias simbólicas.
Cada ausencia es una oportunidad perdida para tejer alianzas, fortalecer lazos y proyectar influencia.
Mientras tanto, la oposición no ha tardado en capitalizar el error.
Además de las críticas de Ayuso, otros líderes conservadores han acusado al Gobierno socialcomunista de «catetismo» y de dar la espalda a la historia y la cultura europeas.
El debate promete extenderse en los próximos días, con preguntas en el Congreso y posibles comparecencias ministeriales en el horizonte.
En conclusión, ya sea por descuido, por cálculo político mal ejecutado o por una genuina falta de interés, la ausencia de España en la reapertura de Notre Dame es un error diplomático que puede tener consecuencias más allá de lo simbólico.
En un momento en que Europa necesita más que nunca mostrar unidad y fortaleza, España ha optado por quedarse en casa, dejando una silla vacía en la mesa de las naciones.
Como dijo una vez el diplomático francés Talleyrand: «En política, un error es peor que un crimen».
El tiempo dirá si este error tendrá un costo real para la posición de España en Europa.
Por ahora, lo único cierto es que mientras las campanas de Notre Dame repicaban para celebrar su renacimiento, España se perdía la fiesta.
Y en el gran concierto de las naciones europeas, una ausencia puede sonar más fuerte que mil presencias.