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Una panda.
Porque todos son cómplices del corrupto.
Y a chupar del frasco.
En el Congreso de los Diputados, el ambiente recuerda al de un barco con goteras navegando en plena tempestad.
Pedro Sánchez, capitán del Ejecutivo, se aferra al timón mientras sus socios parlamentarios, que otrora remaban en la misma dirección, ahora buscan cómo salvarse del naufragio político que amenaza con engullirlos a todos.
El clima político nacional se ha tornado especialmente tenso tras los recientes escándalos de corrupción que han salpicado al PSOE y, por extensión, a todo el Gobierno.
Sumar, principal socio de coalición, no esconde su malestar. Ha elevado la presión sobre Sánchez hasta el punto de plantear abiertamente una cuestión de confianza y, aunque evita romper abiertamente para no facilitar un gobierno del PP y Vox, exige medidas más contundentes contra la corrupción y advierte que la paciencia tiene un límite.
En paralelo, partidos como ERC o Junts meditan sus próximos movimientos, sabiendo que una caída prematura del Ejecutivo podría dejarles en peores condiciones electorales frente a rivales como Aliança Catalana o ante el desgaste propio por su prolongada connivencia con el ‘sanchismo’.
El PSOE ante su tormenta perfecta: desgaste y crisis interna
La situación interna del PSOE es casi de estado de excepción. A las peticiones externas se suman las voces críticas dentro del partido, que reclaman un congreso extraordinario sin Sánchez al frente para evitar que la crisis acabe por arrasar la marca socialista antes incluso de unas hipotéticas elecciones anticipadas. La dimisión forzada de Santos Cerdán tras el caso Koldo —un escándalo mayúsculo por mordidas y amaños en adjudicaciones públicas— no ha bastado para calmar las aguas. Ferraz ha prometido medidas de regeneración y auditorías forenses, pero muchos barones territoriales y cuadros medios ven insuficiente cualquier intento de circunscribir la crisis al partido sin tocar la estructura gubernamental.
El desgaste no es sólo interno. Las encuestas reflejan que gobernar en estas condiciones erosiona la imagen del PSOE y debilita sus expectativas para próximas citas electorales. La estrategia oficial pasa por resistir hasta 2026, evitando elecciones inmediatas y confiando en que los socios periféricos no tengan prisa por ir a las urnas. “El mejor final posible aunque vayas a perder para preservar al máximo al PSOE”, reconocen desde el entorno socialista.
Los socios aprietan… pero no quieren elecciones (de momento)
En esta partida de ajedrez, cada peón cuenta. Ni ERC ni Junts quieren arriesgarse a una convocatoria electoral inminente: saben que podrían perder peso frente a opciones más radicales o ver mermada su capacidad negociadora si el tablero político vira bruscamente. El PNV, tradicional árbitro de mayorías, advierte públicamente que su apoyo no será incondicional solo para evitar un gobierno del PP y Vox; exigen contrapartidas claras y mantienen abierta la puerta a una retirada si ven peligrar sus intereses estratégicos.
La situación se complica por momentos:
- Sumar exige limpieza interna inmediata y cumplimiento estricto del pacto programático.
- ERC dispara con dureza retórica pero evita romper definitivamente, consciente de sus propias debilidades.
- Junts juega con ambigüedad calculada, esperando extraer réditos mientras presiona para obtener concesiones catalanas.
- El PNV recuerda que ni los nacionalistas vascos aceptarán cualquier cosa ni están atados eternamente al “antifranquismo parlamentario” si sus demandas son ignoradas.
A este cuadro se suma la fragilidad generalizada: ningún socio desea ser visto como responsable directo de una repetición electoral que podría beneficiar únicamente al bloque conservador. Pero todos quieren marcar perfil propio antes de una previsible recomposición gubernamental o electoral.
El futuro inmediato: ¿operación salvamento o naufragio controlado?
Entre bambalinas se especula con fórmulas de supervivencia política: desde una moción de confianza negociada hasta un relevo ordenado en la cúpula socialista que permita aguantar hasta 2026 con otro liderazgo más fresco. Ninguna opción está exenta de riesgos:
- Una moción perdida precipitaría elecciones automáticas.
- Un cambio profundo en el Gobierno podría ser visto como reconocimiento tácito del fracaso.
- Resistir sin cambios puede cronificar el desgaste y dejar al PSOE exhausto cuando llegue el momento decisivo.
En definitiva, todos los escenarios están abiertos. La consigna es resistir mientras sea posible, pero nadie descarta un viraje brusco si las circunstancias lo exigen. Los viejos manuales políticos ya no sirven; ahora manda el cálculo frío y la supervivencia individual.
Curiosidades y datos llamativos
- Pedro Sánchez ha decidido comparecer en el Congreso el próximo 9 de julio para dar explicaciones sobre la crisis interna, aunque algunos socios ya han advertido que no se conformarán con promesas genéricas.
- La expulsión definitiva de José Luis Ábalos del PSOE pone fin a 16 meses de expediente abierto e intenta mandar un mensaje claro… aunque llega tarde para muchos críticos internos.
- El caso Koldo ha sido calificado desde Moncloa como “super grave” pero insisten en evitar dimisiones en cascada o adelantos electorales.
- Hay quien compara la situación actual con 2017, cuando Mariano Rajoy recibió presiones similares del PNV; algunos socialistas ven factible un escenario donde los aliados pidan a Sánchez “dar un paso al lado” para facilitar una transición ordenada sin ruptura inmediata.
- Las encuestas internas manejadas por Junts alertan sobre el crecimiento vertiginoso de Aliança Catalana en Cataluña —un incentivo más para evitar unas generales inminentes— mientras Sumar intenta recomponerse tras semanas agitadas.
- En Ferraz ya circula el rumor sobre un “laboratorio de ideas” —la Fundación Avanza— destinado a diseñar medidas urgentes de control interno… aunque algunos lo ven más como cortina de humo que como solución realista.
Así transcurre la política española estos días: entre reuniones tensas, cartas abiertas a la militancia y cálculos milimétricos sobre cómo sobrevivir otro mes sin tener que saltar todos juntos del barco. Con todo, queda claro que los próximos movimientos marcarán no solo el futuro inmediato del PSOE sino el equilibrio entero del tablero nacional.
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