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Terremoto en el Partido Socialista

Page desafía a Sánchez: cuestión de confianza o elecciones

Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, exige a Pedro Sánchez que se someta a una cuestión de confianza o convoque elecciones tras el escándalo Cerdán

Paul Monzón 05 Jul 2025 - 13:54 CET
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Así reciben a Page los fanáticos del PSOE en la sede-puticlub de Ferraz: «¡Facha, miserable, sinvergüenza, traidor!»

Confirmado el pucherazo de Cerdán, Ábalos y Sánchez en las primarias socialistas andaluzas y el silencio atronador de Susana Díaz

El socialismo español vive jornadas de vértigo. El Comité Federal del PSOE, que debía ser un acto de reafirmación interna, se ha convertido en una auténtica tormenta política. En el epicentro, Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha y verso suelto habitual, ha lanzado un órdago sin precedentes: exige a Pedro Sánchez que se someta a una cuestión de confianza en el Congreso o convoque elecciones generales. La petición llega en el contexto más delicado imaginable para los socialistas: el caso de presunta corrupción que ha llevado a prisión preventiva a Santos Cerdán, exsecretario de Organización del partido, y la renuncia fulminante de Francisco Salazar por denuncias internas de acoso.

La imagen ha sido tan simbólica como explícita: mientras Sánchez concluía su intervención ante los 315 miembros del Comité Federal y recibía una ovación generalizada, García-Page permanecía impertérrito en su asiento, sin aplaudir, rodeado de murmullos y miradas incómodas. A la llegada del presidente manchego a la sede socialista de Ferraz, los militantes no han escatimado abucheos ni gritos de “traidor” y “facha”, reflejo del clima interno explosivo que atraviesa la formación.

Un desafío directo a la cúpula socialista

García-Page no se ha andado con rodeos. Ha calificado la situación actual como “la crisis más seria en términos de corrupción orgánica en toda la democracia” y ha advertido que “la dirección del partido, si no ofrece soluciones, forma parte del problema”. Según su entorno, Page defiende que cualquier respaldo parlamentario al Gobierno debe obtenerse “sin más chantajes obscenos de los independentistas” y denuncia que las medidas anticorrupción planteadas por Sánchez son “insuficientes para la gravedad de la crisis”. Si no se puede recuperar la confianza parlamentaria sin nuevas cesiones, sostiene Page, solo queda una salida digna: urnas.

La intervención del presidente castellano-manchego ha sido calificada por analistas como la más crítica y contundente en años dentro del seno socialista. Acostumbrado a expresar sus reparos fuera de los órganos internos —y a recibir reproches por ello— esta vez ha elevado el pulso justo donde más duele: ante los barones y cargos federales reunidos para intentar cerrar filas tras el estallido del caso Cerdán.

El contexto: corrupción y desconcierto

La crisis estalló con fuerza tras conocerse que Santos Cerdán había ingresado en prisión provisional por presuntos delitos ligados al escándalo Koldo. Como si fuera poco para Ferraz, pocas horas antes del Comité saltaba otro escándalo: denuncias internas por comportamientos inadecuados contra Francisco Salazar, recién designado adjunto a la Secretaría de Organización. Salazar pidió ser apartado minutos antes del arranque oficial del cónclave, dejando una estructura interna descabezada y forzando el nombramiento urgente de Rebeca Torró como número tres del partido —una fórmula inédita con dos adjuntos—.

En este ambiente cargado se han sucedido declaraciones tan solemnes como irónicas. Page, siempre dispuesto al sarcasmo manchego, bromeaba sobre el vaivén del nombramiento exprés: “Me he enterado sobre la marcha que se le iba a nombrar y sobre la marcha que ya no está”. Pero ni siquiera el humor ha servido para desdramatizar lo vivido: “Lo que está pasando es una crisis muy seria, la más grave de la democracia”, sentenció.

El argumentario de Sánchez y el choque generacional

Frente al vendaval interno, Pedro Sánchez ha optado por reconocerse víctima indirecta: admitió haberse “equivocado al confiar en personas que no lo merecían”, pero evitó asumir otras responsabilidades políticas directas por los escándalos recientes. Defendió los avances sociales logrados bajo su mandato e insistió —como viene siendo habitual— en situar a la derecha como principal amenaza para el legado progresista. Al terminar su intervención, solo faltó un detalle para la imagen perfecta: García-Page seguía sentado, imperturbable.

Entre los barones territoriales hay división. Mientras figuras como Salvador Illa defienden que las medidas propuestas son “adecuadas” y consideran que el PSOE debe salir reforzado del trance, otros —sobre todo quienes gestionan feudos tradicionalmente críticos— comparten diagnósticos pesimistas sobre el coste reputacional para el partido. La exvicesecretaria general Adriana Lastra ha subrayado que miles de militantes se sienten “traicionados”, aunque insiste en defender “el honor colectivo” frente a quienes buscan equiparar al PSOE con otras formaciones salpicadas por tramas similares.

¿Y ahora qué? Las consecuencias posibles

El desafío lanzado por Page abre varios escenarios:

En cualquier caso:

Curiosidades y datos insólitos

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