NOS TOMAN POR IMBÉCILES

“Poesía… ¿eres tú?”

Luis XIII… y medio

“Poesía… ¿eres tú?”

Por ser ésta mi última columna antes de las vacaciones, bueno será elevarnos un poco, que deben de estar ustedes hartos de tanta mala prosa como nos quieren colar a todas horas; de modo que vamos con el verso.

Empecemos por éstos:

Érase una vez un lobito bueno

al que maltrataban todos los corderos;

había, también, un príncipe malo,

una bruja hermosa y un pirata honrado.

Todas estas cosas había una vez

cuando yo soñaba un mundo al revés.

(José Agustín Goytisolo)

Este breve y hermoso poema se convirtió en canción famosa a partir de la música que le compuso Paco Ibáñez.

A primera vista, poca relación parece tener con nuestra actual y penosa situación política; pero los poetas poseen un maravilloso don: ven mucho más allá que el resto de los mortales; siempre, siempre, sus versos contienen una especie de clave y, en descifrarla, está uno de los mayores placeres que nos ofrece su lectura.

Es el momento de adentrarnos en ese “mundo al revés” que nos sugiere hábil y lúcidamente Goytisolo.

Y más al revés que lo que tenemos encima… La gracia está en el juego al que nos invita sutilmente el poeta: poner cara a los personajes de sus versos. Y, de pronto, se empiezan a aclarar muchas cosas.

Por ejemplo, ¿Verdad que, en uno de sus protagonistas, han identificado ustedes al Ministro Bolaños? Aunque, la verdad, llamar “hermosa” a la señora Armengol, me parece un poco exagerado; en fin, supongo que tiene que haber gustos para todo.

Vamos con los siguientes; les traigo el pareado que me parece más bello de entre todos los que he leído. Es obra de Don Ramón María de Campoamor, poeta asturiano del Siglo XIX, que llegó a ser Diputado en varias ocasiones; aunque el hombre nunca se tomó muy en serio esa segunda profesión. Estoy seguro de que ustedes lo entenderán perfectamente.

Vamos a paladearlos:

¿Te es infiel y la quieres? ¡No me extraña!

Yo adoro a la esperanza, aunque me engaña.

También aquí hay que echar una segunda mirada para advertir la profundidad de estos bellísimos versos; dejen de pensar en la mujer infiel que sugieren y vayan un poco más allá.

¿A que empieza a estar todo mucho más claro?

El tercer y último ejemplo, por más que a muchos pueda extrañarle, lo traigo de José Antonio Primo de Rivera.

Un hombre, un soñador a veces, al que fusilaron por primera vez en Noviembre de 1936; aunque, desde entonces, lo han venido haciendo en cientos de ocasiones más.

No voy a entrar aquí en lo mejor o menos bueno de su pensamiento; en sus aciertos o fallos políticos.

Para empezar, les diré que José Antonio fue un magnífico poeta, aunque no nos dejara unas Obras Completas o algo así. Tampoco le dieron mucho tiempo, esa es la verdad.

Demuestra ésta su cualidad la anécdota que sigue:

Cenó, el ya Jefe de la Falange, en algún pueblecito andaluz; bien acompañado, entre otras personas, por un hombre, ya mayor, recio y sanote; que, a los postres, le pidió que le dedicara el menú.

José Antonio tiró de lapicero e improvisó nada menos que esto:

Hemos bebido el Sol, disuelto en vino,

y sangre de claveles en gazpacho.

Y a un viejo fauno, vigoroso y macho,

he tenido en la mesa por vecino.

Coincidirán conmigo en que algo así no lo escribe cualquiera. ¿Se imaginan a Pedro Sánchez, al Puente, al…., a la… intentándolo?

¡No ganarían los pobres para aspirinas!

Eso sí, la chapuza resultante la exhibirían como exquisita muestra de sensibilidad. ¡Y siete millones largos de españoles babearían ante ella! Lo que les echen, se lo digo yo.

Pues bien, José Antonio fue mucho más allá; una de sus más famosas frases, si no la mejor de todas las suyas, tampoco le andaría muy lejos, fue ésta:

“A los pueblos sólo los mueven los poetas. ¡Mas, ay, de quien no levante, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete!”

Aquí se ve la profundidad de juicio de un hombre que, con sus no pocos errores, la mayoría subsanables de haber tenido la oportunidad de adquirir mayor experiencia política, rezumó siempre buena intención y claridad de ideas.

Sé muy bien que me arriesgo a recibir un cacharrazo por parte de cualquier “anti-fascista” (que ni siquiera sabrá lo que es eso) y que, por supuesto, tampoco creo que conozca la frase “dijo la sartén al cazo”. Porque hace falta cara dura (e ignorancia) para siendo fiel seguidor de Sánchez; no ser capaz de ver dónde está el totalitarismo. Que no tiene que mirar muy lejos, por cierto.

Pues bien, para terminar, vamos con la moraleja, que para eso les he traído hasta aquí.

En primer lugar, un líder político, aferrado a la prosa, puede que gane Elecciones; si lo hiciera, no lo duden, será porque sus contrincantes son todavía más zafios. Pero jamás convencerá, que es de lo que se trata. (Esto es, más o menos,  de Don Miguel de Unamuno, que conste; yo soy muy respetuoso con los derechos de autor)

Hoy nos quieren mover a golpe de latiguillos, de frases cortas, de gritos, de supuestos conceptos que dan por ciertos sin ofrecer en su apoyo un solo argumento. Mala prosa, muy mala toda ella.

Para salir adelante, para encontrar las fuerzas necesarias, que sólo nacerán de la ilusión, necesitamos del verso.

Alguien tiene que entusiasmar; con razones, por supuesto que sí. Pero la política no sólo es letra; ¡ay de ella si no va envuelta en buena música!

Aparecerá; tarde o temprano, aparecerá en escena un vigoroso poeta que nos ponga a todos en pie; que ya estamos hartos de que traten de hacernos vivir de rodillas.

Felices vacaciones a todos.

Luis XIII… y medio

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