La famiklia

La vergüenza desestructurada

En esta durísima crisis que padecemos

La vergüenza desestructurada

En España, un país en donde el hambre campea por calles y barrios, y cada vez son mayores las colas en los comedores de la beneficencia y en los contenedores de basura de los supermercados, se ha puesto de moda, sin vergüenza ni pudor, hablar en los medios de comunicación de la espectacular “sinfonía de sabores, olores y colores”, existente en la cocina molecular del gran Fulanito de Tal, cuando no, de cotorrear sobre delicatesen, de algún togado destripa berenjenas, con denominaciones tan pomposamente ridículas como: “Ensalada Desestructurada con reducción de Atardecer Salado”.

Y un servidor se callaría la boca si el tema desestructurador, concluyese ahí; pero desgraciadamente, no es así. Nos encontramos ante una auténtica epidemia desestructuradora, creada artificialmente en los laboratorios del Nuevo Orden. Un nuevo orden en donde los pobres cada día son más pobres y los ricos más ricos; y todo a costa de una especie en extinción, llamada clase media.

Así, mediante la utilización de los programas de Educación en colegios e institutos, y con el apoyo incondicional de las cadenas de televisión, se ha desestructurado, no solo el conejo de una famosa cocinera, o los huevos de un prestigioso chef, sino todos los tradicionales valores, procedentes de la civilización occidental cristiana, tales como la honradez, la honestidad, la nobleza (no de sangre, sino de espíritu), la urbanidad, el respeto a los mayores, el valor del esfuerzo personal como contrapunto a la cultura del “pelotazo”, la defensa del desprotegido, el amor al prójimo, etc. Pero especialmente, se han tomado muchas molestias, demasiadas para ser casual, en desestructurar el pilar básico de la sociedad: LA FAMILIA.

Lo gracioso del caso, es que ha sido precisamente la denostada institución familiar, quién más ha hecho durante esta crisis económica, por la dignidad y supervivencia de aquellos que han sido abandonados a su suerte por las instituciones del Estado.

Hijos que tras haber formado su propia familia y creado su ansiado hogar, han tenido que, por pura supervivencia, retornar a casa de sus padres, en donde abuelos, padres, hijos, y nietos, han compartido – evangélicamente – espacio y pan, estirando al filo de lo imposible, las magras y enjutas pensiones de los abuelos, en un ambiente – en ocasiones – propio de un campamento de refugiados.

En esta durísima crisis que padecemos, si no hubiese sido por la labor de auténtica ONG que ha desempeñado y desempeña en España la institución familiar, posiblemente en estos momentos iríamos a tiros por las calles.

Si quieren desestructurar los huevos del chef, o el conejo de la cocinera, que los desestructuren y por mí, si quieren, que los congelen con nitrógeno líquido, pero que dejen en paz a la familia y sus valores, porque estamos jugando con el pilar básico que sustenta nuestra civilización, y si el pilar falla, todo va detrás como un castillo de naipes.

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Autor

Antonio Gil-Terrón Puchades

Antonio Gil-Terrón Puchades (Valencia 1954), poeta, articulista, y ensayista. En la década de los 90 fue columnista de opinión del diario LEVANTE, el periódico LAS PROVINCIAS, y crítico literario de la revista NIGHT. En 1994 le fue concedido el 1º Premio Nacional de Prensa Escrita “Círculo Ahumada”. Ha sido presidente durante más de diez años de la emisora “Inter Valencia Radio 97.7 FM”, y del grupo multimedia de la revista Economía 3. Tiene publicados ocho libros, y ha colaborado en seis. Actualmente escribe en Periodista Digital.

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