Cada 28 de diciembre, se conmemora la matanza de los Santos Inocentes por orden de Herodes. El asesinato a espada de centenares de niños arrancados de los brazos de sus madres; hecho este que amén de figurar en el Evangelio, parece que la moderna ciencia de la arqueología ha corroborado recientemente [*].
Pues bien, a algún tarado se le ocurrió hace tiempo el consagrar este día, de triste y emotivo recuerdo, a la burla del prójimo mediante la broma chancera. Y digo yo, con lo largo que es el año, ¿no podrían haber elegido otra fecha?
El sentido del humor es una de las pocas cosas que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos del planeta. En este orden de cosas, me gusta el humor natural y espontáneo, así como las bromas con gracia en las que la “víctima” sea la primera en reírse. Pero me irritan las bromas pesadas, en las que la risa se construye sobre el dolor y la humillación ajena. Ese puerco sentido del humor que marranea diariamente en colegios e institutos bajo la nomenclatura de “acoso escolar” (bullying), y que provoca todos los años el suicidio de niños y adolescentes; de santos inocentes, humillados sádicamente, por razón de su obesidad, minusvalía física, o el color de piel.
Y todo ello, amén de que me toca las narices, por no emplear una palabra más gruesa, que me organicen la vida, diciéndome qué día tengo que gastar bromas y soportarlas; que me programen cuando toca reír y pasárselo bien; cuando hay que comer hasta reventar; qué noche hay que salir de casa, emborracharse y tirar confeti; y cuándo hay que disfrazarse y ocupar ruidosamente las calles, dando por saco durante la noche, a aquellos vecinos que legítimamente reivindican su derecho a poder dormir en paz.
Dicen que mi libertad termina donde comienza la de los demás. Dicen, pero según parece, la libertad de los demás, no termina donde comienza la mía.
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[*] En el año 2008, la cadena televisiva estadounidense Canal Historia [History Channel] sacó a la luz una investigación realizada por arqueólogos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, en la que es posible observar la excavación donde aparecen desenterrados los restos, por muerte violenta, de cientos de niños, antropomórficamente de la misma edad que los que Herodes, según el Evangelio, habría mandado ejecutar. Tras ser sometidos a la prueba del carbono 14 se comprobó que la fecha del enterramiento fue entre finales del siglo primero antes de Cristo y principios siglo primero después de Cristo, coincidiendo también las fechas con lo narrado en el Evangelio.