Se ha producido un hecho, sumamente comentado, por supuesto que sí, aunque no siempre en la dirección más adecuada. O eso me parece. Voy con ello.
Me refiero a la ¿sorprendente? declaración de Pedro Sánchez en su primer homenaje al franquismo disfrazado de ¡conmemoración! del fallecimiento de su titular.
Se atrevió a equiparar euros de 1975 con los actuales. Declaración que haría partirse de risa a cualquier estudiante de Primero de Económicas ¡incluso, si hubiera faltado doscientos días a clase!
Por cierto, nuestro actual Presidente del Gobierno asegura ser Doctor en Economía. Cabe preguntarse cuántas veces asistiría a clase el buen señor.
En un primer vistazo, es fácil llegar a la conclusión de que soltó tal barbaridad llevado de su habitual osadía, apoyada en una absoluta sensación de impunidad, dado que, mucho más totalitario que Franco, controla ya los principales resortes del Estado…
Podríamos añadir a todo eso, en un segundo vistazo, que obró así porque sabe que es también el amo absoluto de los principales Medios de Comunicación; y, por si fuera poco, tiene asimismo comprados a un buen número de periodistas y voceros de diverso pelaje y condición que, automáticamente, repetirán a coro esa insensatez- y todas las que le dé la gana soltar- como si fuera una verdad de las que no admiten réplica.
Hasta aquí, poca discusión cabe al respecto.
Pero el asunto adquiere una nueva dimensión a partir de un tercer vistazo.
Hasta Pedro Sánchez tuvo que caer en la cuenta de que muy necio tendría que ser quien no le pillara, quien, automáticamente, no hiciera las cuentas hasta llegar a la conclusión de que con esos dineros en 1975 se podían adquirir muchos más bienes que con una cifra doble, pero en su valor actual.
Súmese a eso que supuso, como así sucedió, que su genialidad económica iba a difundirse masivamente.
No cabe duda: contaba con todo ello
Y, sin embargo, se lanzó a la piscina.
¿Qué pretendía este hombre? ¿Qué la inmensa mayoría de sus forofos se tragaran aquella insensatez?
Porque, de ser así, deberíamos concluir que el necio es él.
No, seguro que no. Sabía perfectamente que aquella barbaridad no iba a haber nadie que se la tragara.
La cosa es mucho más grave; pero que mucho más.
Contaba con la absoluta seguridad de que sus seguidores, aún después de cazarle bien cazado, seguirían siendo sus fieles votantes para lo que gustara mandar.
Los hechos, y las encuestas, demuestran que , en eso, llevaba razón.
Pues bien, todavía hay algo más. El propósito real de toda la maniobra.
Volvamos sobre ello. ¿Qué pretendía Sánchez con ese sonoro y difundido ridículo?
Porque el era el primero en saber perfectamente que estaba soltando una majadería de a kilo.
Lo que sigue es mi particular opinión acerca del asunto.
Se ha metido en un buen jardín con ese osado anuncio de celebrar cien actos en este año del cincuentenario en los que pretende difundir a los cuatro vientos lo malísimo que fue el franquismo, sobre todo si lo comparamos con lo maravilloso que es él; pero, no nos engañemos, sabe perfectamente lo que está haciendo; se trata de una más que astuta maniobra.
El franquismo fue bueno, malo regular o pésimo, que ahí caben todas las opiniones. De hecho, yo conozco a personas partidarias de cada una de esas cuatro valoraciones.
Pero, de lo que todas ellas están seguras, es de que, con diferencia, el sanchismo es todavía peor.
Pues a pesar de eso, creo que lo tiene todo muy calculado.
Sabe perfectamente que para proclamar a los cuatro vientos que él lo está haciendo mucho mejor que Franco, no tiene más remedio que mentir; que soltar barbaridades infumables como la de los euros mal contados.
¿Por qué lo hace, repito?
Pues, y de nuevo les recuerdo que es mi particular versión, porque sabe muy bien que va a provocar una reacción. ¡Y eso, exactamente eso, es lo que está buscando!
Resulta inevitable que las personas sensatas, piensen lo que piensen políticamente, se van a llevar las manos a la cabeza.
Una buena parte de ellas va a reaccionar con indignación.
Los suyos, aún conscientes de que está atacando a Franco a mentira limpia, se van a ver obligados a reaccionar en defensa de su amo y señor. Que, como es progresista, tiene derecho a mentir y a hacer todo lo que le dé la gana.
¡Faltaría más!
Pues, sí señores.
Bajo mi punto de vista, su estrategia está triunfando.
La temperatura de los enfrentamientos va a subir muchos grados según se vayan produciendo (y televisando) los sucesivos actos de engaño y cara dura.
Y, cuánto mayor sea el enfrentamiento, mayor será también la movilización de sus forofos, cada vez más enfurecidos ante la osadía de la ultraderecha ¡llamando mentiroso a su amado Jefe.
De eso, exactamente de eso, se trata. Lo repito: está buscando enfrentamiento creciente y su lógica consecuencia, movilización de los suyos también creciente.
Y, de momento, lo está consiguiendo.
No lo duden, la cosa va a ir a más.
Salvo que la España sensata se limite a ignorarle.
A no seguirle el juego.
Esa y no otra, a mi parecer, es la mejor reacción a esta astuta maniobra.
No le hagamos ni caso; lo que se dice, ni caso.
Ni una reacción por nuestra parte; ni un reproche; ni una protesta.
Que se quede a solas con los suyos… y con sus mentiras.
Entonces, y solo entonces, terminaría saliéndole el tiro por la culata.
Entonces y solo entonces, cosecharía el más ridículo de los fracasos.
Tengo poca esperanza en que esa sea nuestra respuesta. O sea, nuestra absoluta carencia de respuesta.
Porque, como le hagamos el juego, tendremos Sánchez para rato.
Ustedes verán.
Pues eso.