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Hoy hay un aluvión de encuestas.
Da la sensación de que el marido de Begoña maquina un adelanto electoral por sorpresa y los diarios de papel suelen elegir los lunes para abrir sus portadas con un sondeo.
Si no los han visto, pásense por la web de Periodista Digital y ahí tienen todo, desde los datos al análisis.
Hay matices entre lo que sugiere el sanchista El País, que se apunta a la podrida cocina de Tezanos colocando al PSOE a la par que el PP, y lo que titulan El Mundo o La Razón, pero la conclusión es unánime: si los españoles fueran convocados hoy a las urnas, el centroderecha sumaría alrededor de 200 escaños, 25 más de los necesarios para tener mayoría absoluta.
Y todos, sin excepción, aseguran que VOX estaría por encima de los 50 diputados, lo que hace inevitable, ineludible y yo diría imprescindible su entrada en el futuro Gobierno de España.
Y ahora vamos al lío, porque seguro que a todos ustedes, como me pasa a mí, todavía les produce sudores fríos recordar lo que pasó en las nefastas elecciones del 23 de julio de 2023.
Todo parecía perfectamente encarrilado para sacar de La Moncloa a Sánchez, a quien Feijóo había dado un baño en el primer debate y por quien nadie daba un duro, y una sucesión de pifias, patochadas y sandeces —entre las que destacan las de la extremeña María Guardiola, asumiendo a pies juntillas el sectario argumentario monclovita y las descalificaciones podemitas a VOX— dieron aire al amo del PSOE y permitieron a la Coalición Frankenstein reunir 179 escaños.
¿Por qué les amargo el día rememorando la chapuza?
Porque me irrita y preocupa la guerra de nervios y reproches en que están enfrascados Feijóo y Abascal.
No creo que Sánchez, ni haciendo trampas, pueda sobrevivir a lo que viene, pero no demos facilidades.
Creo que es hora de ofrecer una imagen de unidad ante el enemigo común y no de señalar las debilidades del otro.
Cierto que todavía pica la pasividad de Rajoy, que ni derogó la infame Ley de Memoria Histórica, ni puso en vereda a los separatistas, ni frenó a impuestos gozando de una mayoría absoluta aplastante, pero esta vez, según todos los sondeos, no será un Gobierno monocolor del PP, sino a medias con VOX.
Y ahí, una vez en el poder, es donde hay que jugársela.
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