Usaron el montecargas de servicio

Tres ladrones encapuchados roban en el Museo del Louvre nueve joyas de Napoleón, de un valor incalculable

Hacia las 9:45 horas de la mañana

Tres ladrones encapuchados roban en el Museo del Louvre nueve joyas de Napoleón, de un valor incalculable
Museo Louvre. PD

Era un lunes cualquiera en la ciudad luz. Los ecos de pasos apresurados resonaban en las galerías del Louvre, mientras un grupo de ladrones ejecutaba un plan que había sido meticulosamente diseñado.

En medio del bullicio habitual, la atmósfera se tornó tensa.

Los visitantes, ajenos a lo que estaba por suceder, contemplaban las obras maestras con entusiasmo. Pero la calma era solo una fachada.

Los tres intrusos, hábilmente camuflados entre los turistas, esperaron el momento perfecto para llevar a cabo su asalto.

Con movimientos precisos y coordinados, lograron eludir la vigilancia y acceder a las áreas restringidas del museo. La escena era digna de una película de acción, pero no había guion ni efectos especiales, solo una operación real que amenazaba con despojar a uno de los tesoros culturales más importantes del mundo.

Entre las piezas sustraídas se encuentran la corona de la emperatriz Eugenia, tiaras y collares de la realeza francesa.

La corona fue hallada posteriormente rota en las inmediaciones del museo.

Además, se han robado joyas que formaban parte de la colección de zafiros de la Reina María Amelia y de la Reina Hortensia, incluyendo una tiara, un collar y un par de pendientes.

El botín incluye también un collar y un juego de pendientes de esmeraldas pertenecientes al conjunto de María Luisa, así como un broche relicario y un gran lazo de corpiño de la Emperatriz Eugenia.

La seguridad del museo se vio sorprendida por la rapidez y astucia de los ladrones.

Alertados por los ruidos inusuales, los guardias comenzaron a movilizarse. Sin embargo, el plan ya estaba en marcha y el tiempo jugaba en contra de quienes intentaban detener a los delincuentes.

Mientras tanto, fuera del Louvre, la multitud continuaba su día sin sospechar lo que estaba ocurriendo tras las puertas del emblemático edificio.

Este audaz robo ha puesto de manifiesto no solo la vulnerabilidad de los espacios culturales ante actos delictivos, sino también la necesidad urgente de mejorar las medidas de seguridad en lugares tan icónicos como este.

La historia de este atraco quedará grabada en la memoria colectiva y abrirá un debate sobre cómo proteger nuestras joyas artísticas para las generaciones futuras.

Hacia las 9:45 horas de la mañana, cuando una larga hilera de visitantes esperaban entrar por la muy estrecha entrada de la pirámide instalada en el antiguo «patio real» del museo, varios ladrones encapuchados entraron en el museo por una ventana frente al Sena, utilizando un montacargas empleado por los obreros que realizan obras de rehabilitación desde hace años.

Los ladrones entraron en el museo sin «problemas» ni obstáculos, robaron un «tesoro» en joyas preciosas de un valor económico todavía desconocido, y pudieron huir en moto, utilizando las vías de circulación que funcionan por las orillas del Sena.

Policía y servicios de seguridad reaccionaron con una eficacia tardía.

La dirección del museo se limitó a anunciar que el Louvre estaría cerrado «todo el día», por razones «excepcionales».

Rachida Dati, ministra de cultura, hizo esta declaración una hora corta después del robo sin precedentes: «No hay heridos por lamentar. Me encuentro en el museo, acompañada de la dirección y los servicios de seguridad. Estamos haciendo las constataciones imprescindibles para tomar las medidas apropiadas».

Dos piezas recuperadas

Según recogen los medios franceses, los delincuentes robaron nueve piezas de joyería que estaban expuestas en la Galería Apollon, pertenecientes a la colección de joyas de Napoleón y la Emperatriz. Le Parisien advierte, además, que dos de los objetos robados habrían sido encontrados en los alrededores del museo. Las investigaciones apuntan a que una de las piezas podría ser la corona de la emperatriz Eugenia, que se habría roto.

No era un secreto que el gran museo nacional, el museo más visitado del mundo, atravesaba desde hace años una gran crisis de fondo y forma.

Las entradas al Louvre, por la «rue de Rivoli» y la pirámide en vidrio instalada en el antiguo «patio real», se quedaron anticuadas hace años. Los ocho millones de visitantes del año pasado tuvieron que hacer grandes y muy largas colas para entrar, apiñados en un museo legendario, tras esperar entre treinta y sesenta minutos a la intemperie, con frecuencia.

Las idas y venidas por las grandes salas reclaman mucha paciencia. Contemplar la Gioconda, unos segundos, requiere entre treinta y sesenta minutos de espera

Ante esos y otros problemas de fondo, el presidente Emmanuel Macron anunció a primeros de año la realización de «grandes trabajos» destinados a modernizar y ampliar el Louvre.

Esos trabajos habían comenzado con dramática fortuna: los ladrones han utilizado uno de los montacargas empleados en el proceso de modernización para entrar sin problemas en un museo histórico y legendario, beneficiándose de la ineficacia aparente y trágica de unos servicios de seguridad que han destacado por su «inexistencia».

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