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Un refugio que ahora tiembla

Doral, la ciudad más venezolana de EE.UU., sufre el rigor migratorio tras apoyar a Trump

La paradoja del exilio: ¿adónde van los venezolanos?

Paul Monzón 04 Jul 2025 - 10:15 CET
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Hoy, 4 de julio de 2025, Doral amanece con un aire denso de incertidumbre.

Esta ciudad del condado de Miami-Dade, donde casi uno de cada tres habitantes es venezolano, se ha convertido en símbolo de las contradicciones del exilio.

Aquí, quienes huyeron del chavismo y apostaron por Donald Trump como garante de mano dura contra Nicolás Maduro, experimentan ahora el efecto bumerán: las políticas migratorias del expresidente amenazan la estabilidad y el futuro de miles de familias venezolanas.

Doral, apodada popularmente como Doralzuela, ha sido durante años el epicentro del éxodo venezolano en Estados Unidos.

Su población, que superó los 79.000 habitantes en 2023, está marcada por una presencia venezolana del 32%, según datos recientes del censo norteamericano.

Las calles vibran con acentos caraqueños, panaderías y areperas; el español domina los negocios locales. Pero bajo esa aparente normalidad crece una preocupación: el endurecimiento migratorio amenaza con fragmentar la comunidad.

Muchos residentes llegaron tras abandonar Venezuela debido a la crisis política y económica generada por el chavismo.

Escaparon del desabastecimiento, la inflación y la inseguridad; hallaron en Doral un espacio para reconstruir sus vidas. Sin embargo, las últimas decisiones ejecutivas han puesto en jaque su estatus: deportaciones aceleradas, revocación de programas como el Estatus de Protección Temporal (TPS) o los permisos humanitarios (parole), y una narrativa que asocia a los migrantes venezolanos con bandas criminales como el Tren de Aragua.

El voto que vuelve como sombra

El apoyo electoral a Donald Trump fue contundente en Doral: cerca del 60% votó por él en las presidenciales pasadas. La expectativa era clara: presión internacional contra Maduro y respaldo a quienes huyen de su régimen. Sin embargo, la realidad actual dista mucho de ese anhelo. El propio Trump adquirió en 2012 el famoso campo de golf local —el Trump National Doral Golf Club— y cultivó una relación cercana con la comunidad.

Ahora, residentes como Viviana Ferrer reconocen que votaron por él pensando que sería su salvavidas frente al chavismo. Pero se sienten traicionados al ver cómo las nuevas reglas migratorias afectan principalmente a los venezolanos: “Voté por Trump pensando que nos iba a ayudar a salir del gobierno de Maduro y resulta que ahora negocia con él y ataca a los venezolanos”, confiesa una vecina bajo anonimato.

La percepción general es que las recientes medidas no solo buscan frenar la inmigración irregular sino que también han sembrado miedo entre quienes ya estaban protegidos por figuras legales especiales.

La paradoja del exilio: ¿adónde van los venezolanos?

El caso de Doral refleja un fenómeno global: la diáspora venezolana es ya una de las mayores del mundo. En los últimos años —según estimaciones actualizadas— más de 7,7 millones de venezolanos han abandonado su país desde 2015.

Los principales destinos son:

Otros países como México, Argentina y España también figuran entre los destinos preferidos, aunque en menor escala.

La razón es común: huir del “espanto chavista” —la combinación letal de colapso económico, represión política e inseguridad— para buscar refugio donde existan oportunidades y garantías mínimas. El caso estadounidense destaca porque muchos vieron en EE.UU. no solo un destino seguro sino también un aliado político para forzar cambios internos en Venezuela.

Consecuencias inmediatas y posibles escenarios

La coyuntura actual ha generado varios efectos inmediatos:

Algunas decisiones han sido impugnadas en los tribunales; jueces federales han bloqueado temporalmente ciertos decretos presidenciales. Sin embargo, la sensación entre los vecinos es que viven “con la maleta hecha”, listos para moverse si llega una notificación inesperada.

En cuanto al futuro político inmediato:

Una ciudad partido entre dos exilios

Doral representa hoy uno de los espejos más crudos del éxodo venezolano: una ciudad que se forjó como refugio frente al autoritarismo pero que ahora enfrenta sus propias fronteras internas. El debate político local gira alrededor del miedo y la esperanza; muchos temen perder lo poco construido tras años fuera de casa.

Mientras tanto, organizaciones civiles intentan mediar entre autoridades federales y residentes para garantizar derechos básicos y evitar deportaciones masivas sin garantías procesales.

En palabras sencillas: lo que ocurre hoy en Doral —y por extensión en buena parte del sur de Florida— condensa las tensiones globales entre migración forzada, polarización política e identidad comunitaria.

El reto será encontrar salidas que no sacrifiquen ni derechos humanos ni sueños legítimos por una vida mejor lejos del chavismo.

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