Hoy, 3 de julio de 2025, Donald Trump ha vuelto a situar a Cuba en el centro de la política estadounidense, desmantelando mecanismos que, durante años, permitieron a la cúpula militar y al aparato estatal cubano captar divisas en Estados Unidos.
El anuncio llega en un momento crítico para la economía cubana, sumida en una espiral descendente que no encuentra suelo.
Las nuevas restricciones afectan directamente a las transferencias y los ingresos que llegaban a empresas y entidades controladas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una estructura clave del poder en la isla.
El contexto internacional y la presión interna se entrelazan en un escenario donde la política exterior estadounidense vuelve a ser determinante para el destino de millones de cubanos.
Las palabras clave —Trump, dictadura cubana, crisis económica en Cuba— resuenan con fuerza en ambos lados del estrecho de Florida.
Las medidas: un cerco financiero contra el régimen
El equipo de Trump ha endurecido el acceso a transferencias desde Estados Unidos hacia Cuba, especialmente aquellas que terminan directa o indirectamente en manos del conglomerado empresarial militar conocido como GAESA. Este gigante controla sectores estratégicos como el turismo, el comercio minorista y buena parte del sector inmobiliario. Ahora, las transferencias familiares y las remesas están sometidas a un escrutinio sin precedentes, y las plataformas digitales utilizadas hasta ahora para canalizar estos fondos han sido bloqueadas o severamente restringidas.
Además, se prohíben acuerdos comerciales y transacciones con entidades vinculadas al aparato militar cubano. El objetivo declarado es privar de recursos financieros al régimen, especialmente a sus estructuras más represivas y privilegiadas.
- Restricción total sobre transferencias hacia entidades controladas por las FAR.
- Prohibición de ingresos derivados de operaciones comerciales con empresas estatales/militares.
- Mayor vigilancia sobre remesas familiares y sistemas alternativos de envío.
Esta estrategia persigue “asfixiar los chiringuitos” creados por el régimen fuera y dentro del país para captar dólares —la moneda esencial para la supervivencia financiera del Estado cubano— e impedir que estos recursos financien tanto la represión interna como el sostenimiento del modelo autoritario.
Antecedentes: del deshielo a la confrontación
La política hacia Cuba ha oscilado drásticamente en la última década. El deshielo promovido por Barack Obama facilitó un flujo mayor de remesas y permitió ciertas inversiones estadounidenses. Sin embargo, bajo Trump primero, y tras un breve paréntesis con Biden, Washington ha regresado a una línea dura: sanciones reforzadas, lista negra para empresas estatales e inclusión renovada de Cuba entre los países patrocinadores del terrorismo.
Esta dinámica ha reconfigurado completamente el panorama económico cubano:
- Empresas mixtas con capital extranjero han reducido su actividad.
- La inversión extranjera directa está prácticamente paralizada.
- El turismo internacional —principal fuente legal de divisas— está lejos de recuperarse tras el impacto combinado de sanciones y pandemia.
Las últimas acciones estadounidenses suponen un salto cualitativo: no solo buscan limitar los ingresos estatales, sino también cerrar vías alternativas de financiación que hasta ahora mantenían parcialmente a flote sectores clave del régimen.
Crisis económica sin precedentes: cifras que retratan el colapso
En paralelo al endurecimiento externo, Cuba atraviesa su peor crisis económica desde 1959. Los datos oficiales muestran un deterioro estructural alarmante:
- El salario promedio estatal ronda los 6.500 pesos cubanos mensuales (unos 17 dólares al cambio informal), insuficiente para cubrir siquiera una semana básica de alimentación.
- La inflación se mantiene entre el 25% y el 30%, mientras los precios reales resultan inalcanzables para la mayoría.
- La agroindustria produce muy por debajo de las necesidades nacionales; hay desabastecimiento crónico incluso de alimentos básicos.
- El turismo cayó un 22% respecto al año anterior; otros sectores como energía y construcción apenas funcionan.
- El éxodo migratorio alcanza cifras históricas: miles de cubanos intentan abandonar la isla cada mes.
El sistema económico centralizado muestra signos claros de agotamiento: concentración extrema del poder económico estatal, ausencia casi total de reformas estructurales reales, caída sostenida del ingreso nacional en divisas (exportaciones, turismo, remesas) y endeudamiento creciente ante socios tradicionales como China o Rusia, cuya ayuda se percibe más simbólica que efectiva.
Medidas desesperadas: dolarización parcial e incremento desigualdad
El gobierno encabezado por Miguel Díaz-Canel ha optado por una dolarización parcial para captar las escasas divisas aún disponibles: trámites aduaneros y gasolina premium se pagan ya exclusivamente en moneda dura. Esta decisión incrementa las desigualdades sociales y territoriales, profundizando el malestar popular.
A pesar del discurso oficial sobre resistencia ante el “bloqueo”, la realidad es que buena parte del colapso responde a factores internos: ineficiencia administrativa crónica, falta de incentivos productivos e incapacidad para ejecutar políticas públicas efectivas o reformadoras. Las reformas tímidas —como la apertura limitada al sector privado o cooperativo— no han revertido ni contenido el deterioro económico ni social.
Repercusiones geopolíticas e incertidumbre sobre el futuro
El endurecimiento norteamericano tiene impacto directo no solo en la economía cubana sino también en sus relaciones internacionales. La pertenencia a BRICS+ —con China o Rusia como aliados estratégicos— apenas compensa la pérdida brutal de ingresos por turismo occidental o remesas desde EEUU. Los acuerdos recientes con Moscú o Pekín no se traducen aún en apoyo financiero suficiente para revertir el declive estructural.
Mientras tanto:
- El malestar social crece exponencialmente.
- Los apagones diarios y la escasez generan protestas espontáneas.
- El gobierno responde con represión selectiva pero evita hasta ahora grandes reformas.
- Se intensifica el éxodo migratorio hacia EEUU, Centroamérica o Europa.
La perspectiva para lo que resta de 2025 es sombría: expertos prevén estancamiento e incluso retroceso económico respecto a 2024; las nuevas restricciones estadounidenses pueden agravar aún más una situación ya insostenible para millones de familias cubanas. Sin reformas profundas ni apertura real al capital privado externo e interno, ni siquiera una hipotética mejora coyuntural aliviaría la situación.
Las recientes decisiones tomadas desde Washington marcan un punto sin retorno: si antes existían “chiringuitos” que permitían cierta circulación alternativa de divisas hacia Cuba desde EEUU —y por extensión cierto alivio social— hoy ese canal queda casi anulado. El impacto será inmediato sobre los ingresos militares pero también sobre familias enteras dependientes del dinero enviado por sus parientes emigrados.
En este nuevo tablero geopolítico-económico, Cuba queda más aislada que nunca. La presión sobre su población aumenta mientras los márgenes para la maniobra política del régimen se reducen al mínimo. Y aunque aún quedan incógnitas sobre futuras reacciones internas o externas ante este escenario límite, lo cierto es que hoy son los cubanos quienes pagan el precio más alto.