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Esto se calienta.
Entre otras razones, porque a Donald Trump no le queda otra que acabar con Nicolás Maduro.
El Caribe se convierte nuevamente en el centro de atención de la geopolítica internacional.
La movilización del portaaviones USS Gerald R. Ford, el buque más grande y avanzado de la flota estadounidense, representa un escalón más en la presión ejercida por Trump sobre el régimen del chavista Maduro.
Aunque oficialmente se presenta como parte de una campaña contra el narcotráfico, lo cierto es que la estrategia subyacente es mucho más compleja.
El despliegue del USS Gerald R. Ford junto con los cazas furtivos no solo pretende debilitar a Maduro; también busca enviar un mensaje contundente tanto a potencias rivales como a actores criminales presentes en la región.
La estrategia adoptada por Trump combina demostraciones evidentes de fuerza con amenazas implícitas de intervención; todo ello dentro un contexto donde las fronteras entre lucha antidroga y presión política son cada vez más difusas.
Mientras crece esta tensión militarizada a un ritmo acelerado, el Caribe se convierte en un tablero donde confluyen intereses diversos.
Las miradas del mundo están atentas a cómo evoluciona este enfrentamiento; uno que podría redefinir no solo el equilibrio político en América Latina sino también marcar un antes y un después en las relaciones exteriores estadounidenses.
Un despliegue sin precedentes en la región
La presencia militar estadounidense en el Caribe ha alcanzado niveles que no se veían desde la Guerra Fría. El USS Gerald R. Ford navega escoltado por al menos cinco buques de guerra, entre ellos destructores como el USS Thomas Hudner y el USS Carney, así como un crucero y tres barcos de asalto anfibio.
Este grupo de ataque cuenta con más de 5.000 efectivos y cerca de 90 aeronaves.
A este potente despliegue naval se suman aviones de combate F-35B, cazas de última generación, aviones P-8 destinados a patrullaje marítimo y drones MQ-9 Reaper, que operan desde una base en Puerto Rico. Además, la presencia de bombarderos estratégicos B-1B y los sobrevuelos recientes cerca de las costas venezolanas han elevado aún más la tensión.
El conjunto también incluye helicópteros, aviones Osprey con rotor basculante y jets Harrier listos para llevar a cabo operaciones rápidas tanto en mar como en tierra.
- Todo este grupo se integra al Comando Sur de Estados Unidos (USSOUTHCOM), responsable de las operaciones en América Latina.
- Este despliegue coincide con ataques navales que han hundido nueve narcolanchas y un submarino en el Caribe y el Pacífico, atribuidos a organizaciones como el Tren de Aragua.
El pretexto antidroga y la narrativa oficial
Desde la administración Trump se argumenta que este despliegue forma parte de una ofensiva para “detectar, vigilar e interrumpir actividades ilícitas que amenazan la seguridad del hemisferio occidental”. El eje central parece ser la lucha contra el narcotráfico, enfatizando el combate a organizaciones criminales transnacionales y al denominado “narcoterrorismo”.
Sin embargo, la magnitud del despliegue militar junto con el tono empleado en las declaraciones sugieren un objetivo político más ambicioso. Trump ha dejado claro que “no vamos a solicitar necesariamente una declaración formal de guerra” al Congreso, autorizando además el uso de la fuerza contra cualquier aeronave venezolana que se acerque de manera hostil a los buques estadounidenses. Esta decisión llega tras un incidente donde cazas F-16 venezolanos sobrevolaron cerca de la fragata USS Jason Dunham, lo que Washington consideró una “provocación”.
Maniobras, víctimas y escalada diplomática
Desde septiembre, las operaciones estadounidenses han dejado un saldo trágico: al menos 46 muertos, principalmente durante ataques a embarcaciones supuestamente vinculadas al narcotráfico y atribuidos al Tren de Aragua. En los últimos días, los ataques han aumentado notablemente, con tres incidentes mortales ocurridos en cuestión de días. Tanto Caracas como Bogotá han calificado estas acciones como “ejecuciones extrajudiciales”, mientras que desde la Casa Blanca se insiste en que los objetivos son “narcoterroristas”.
La llegada del portaaviones Gerald Ford junto al refuerzo aéreo coincide con ejercicios conjuntos entre Estados Unidos y Trinidad y Tobago, así como con el anuncio sobre una posible “zona de exclusión aérea” sobre aguas internacionales cercanas a Venezuela.
Buques de guerra, aviones de combate y la CIA: ¿el verdadero objetivo?
La movilización masiva tanto naval como aérea, sumada a la retórica cada vez más dura del gobierno Trump, ha reabierto el debate sobre cuál es realmente el objetivo final de Washington en Venezuela. Más allá del discurso antidrogas, varios analistas sugieren que podrían estar buscando:
- Intensificar la presión directa sobre Maduro, debilitando su capacidad militar y política.
- Desalentar cualquier intento por parte de Rusia, China o Irán para reforzar al régimen chavista, consolidando así la hegemonía estadounidense en esta parte del mundo.
- Preparar las bases para una posible intervención limitada, o al menos para operaciones encubiertas que favorezcan un cambio en el régimen.
No es ningún secreto que la CIA ha incrementado sus actividades en Venezuela durante años; desde apoyar grupos opositores hasta recopilar información sobre redes dedicadas al tráfico ilegal. Este despliegue militar podría servir también como cobertura para operaciones más agresivas en materia de inteligencia.
Antecedentes y evolución posible
La confrontación entre Estados Unidos y Venezuela ha ido escalando desde 2019. En aquel año, Washington reconoció a Juan Guaidó como presidente interino e impuso sanciones económicas más severas. Las acusaciones sobre narcotráfico dirigidas contra Maduro y otros altos funcionarios chavistas han sido utilizadas para justificar esta política extrema.
Recientemente, la crisis humanitaria ha empeorado junto con la inestabilidad regional. El Tren de Aragua, surgido dentro del sistema penitenciario venezolano, ha ampliado su influencia por Sudamérica y ha sido calificado como organización terrorista por EE.UU. La administración Trump ha vinculado sus acciones militares a neutralizar este grupo; sin embargo, Caracas lo niega rotundamente afirmando que se trata simplemente de una “campaña desestabilizadora”.
Si esta situación sigue escalando podrían ocurrir diversos escenarios:
- Un enfrentamiento armado directo entre fuerzas venezolanas y estadounidenses que desencadene una crisis regional.
- Un bloqueo naval efectivo sobre Venezuela que limite sus exportaciones e incremente así la presión interna sobre Maduro.
- Un aumento en las operaciones encubiertas junto con apoyo a sectores opositores mientras continúan las acciones militares.
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