Se ignora la capacidad de silenciar de la Iglesia de Roma, hasta el punto de que tras un estallido de noticias en relación con las monjas de clausura del Monasterio de Santa Clara de Belorado en Burgos, etiquetadas de rebeldes, haya sucedido el mas pertinaz silencio. Las estrategias para silenciarlas son semejantes a los que se usan en política contra los que creen sus enemigos, no como expresión de una comunidad de fe, y así se les califica de cismáticas, herejes, discípulas inconscientes de líderes excomulgados, o locas, nada que ver con su propósito de adquirir conventos en Orduña o Derio, un atentado a las diócesis vascas, para expandir su obediencia. Las monjas expulsadas por decisión de la archidiocesis de Burgos se encuentran indefensas y sin ningún tipo de recursos, sin mas apoyo que el que les presta el despacho Sarabia y Asociados. ¿Qué razones hay detrás de esa persecución?. Contrasta la productividad, austeridad y disciplina con la que viven su fe, al tiempo que se constata la impudicia con la que se desenvuelve la Iglesia de Roma. La Iglesia es una institución voraz, que te dá todo a cambio de robarte todo, tu identidad, y tu libertad. ¡Que pierda toda esperanza el que entre aquí!
Sabido es que la Iglesia de Roma es el mayor terrateniente de la Tierra, y que se sirve de los diezmos, tributos y donaciones de sus instituciones, fiscalmente exentas. ¿Cuál es la estructura que sostiene la irresponsabilidad de la propia organización eclesial?. Ha costado que France Telecom reconociera su responsabilidad en el suicidio de treinta y cinco de sus empleados mas cualificados, ¿es posible reconocer las bases económicas y sociales del entramado societario Vaticano?. ¿Puede servirles la consigna de que «las puertas del infierno no prevalecerán contra ella»?. Parece que no existe poder sobre la Tierra que no se asocie o pacte, por activa o pasiva, con el mal. No puede ignorarse que fueron las bulas pontificias, las exacciones de los predicadores de indulgencias, las que llevaron a Lutero, fraile agustino y profesor de teología, a presentar sus 95 tesis contra la Iglesia de Roma, que monetizaba la fe para la construcción del Vaticano, hecho con la pasta con la que se tejen los sueños. Hoy Triodos Bank, como tantos otros, ha venido a monetizar la fe con el mito de la transparencia financiera y el cambio climático.
No es posible ignorar ni el silencio ni la opacidad que hacen del Vaticano un paraíso fiscal y un sistema piramidal de blanqueamiento de capitales. Un estatuto que procede de su constitución como un Estado soberano y las exenciones fiscales que favorecen su actividad comercial, mientras intitula a su nombre propiedades ajenas y dueño de herencias. Es el mismo mecanismo que ampara a otras confesiones como meros instrumentos de blanqueamiento financiero. Ha llegado el momento que esas exenciones fiscales no alcancen a cualesquiera actividades como la que se ha resuelto con la expulsión y persecución penal por parte del Papa Francisco de Luis Fernando Figari, fundador de Sodalicio de Vida Cristiana, la secta católica peruana aprobada por Juan Pablo II en 1997 que se lucraba de la exención de impuestos, administrando cementerios privados. Debería juzgarse a Juan Pablo II, despues de muerto con la justicia que no amparó a Formoso I. A un Papa anticomunista, le sucede un Papa que invoca el islamocomunismo y envuelve al Jesús nacido con la bandera palestina. La Iglesia de Roma fue pionera en privatizar la caridad, orillando la responsabilidad del Estado, y pionera monetizar la piedad y compasión humanas. Estado, Opacidad, y Paraíso Fiscal, la triada sobre la que se sostiene su impudicia y mendacidad. La Iglesia de Roma pierde día a día su monopolio de la fe y la caridad en favor de sectas, confesiones bárbaras y onegés.
Nuevas informaciones han emergido en Avarizzia, de Emiliano Fittipaldi, y Via Crucis, de Gianluigi Nuzzi, revelados por el sacerdote Luis Angel Vallejo, cuando siguen sin resolverse los extraños sucesos que condujeron a la muerte del matrimonio de Gladys Rosario Meza, y Alois Estermann, comandante de la Guardia Suiza, o el presunto suicidio del sargento mayor Cédric Tornay, o la desaparición de Emanuela Orlandi de 15 años en la ciudad de Roma, el 22 de junio de 1983, luego considerado un secuestro, cuyo motivo nunca tuvo una resolución judicial, y cuyo cadáver no ha aparecido. Tras veinticinco años, la abogada italiana Laura Sgrò, junto con la madre de Cédric Tornay, todavía espera información, de la razón de los muertes de la Guardia Suiza.
Creyentes y no creyentes deberían saber la estructura que sostiene la corrupción en la Iglesia de Roma, en los casos del cardenal Bertone, del cardenal Becciu condenado por corrupción, emérito de la Orden de Malta, y de la Congregación para las Causas de los Santos, o el desvío de recursos destinados a obras de caridad, depositados en un fideicomiso del financiero Raffaele Mincione. No es posible olvidar lo que sucediera con la desaparición y asesinato, disfrazado de suicidio, del presidente del Banco Ambrosiano en 1982, Roberto Calvi, del que el Banco Vaticano era su principal accionista, que apareció ahorcado en el puente Blackfriars en Londres, con 15000 dólares en efectivo y los bolsillos llenos de ladrillos. El nombre del puente evocaba a los miembros de la logia masónica Propaganda Due conocida en italiano como rati neri, “frailes negros”, el mismo nombre del puente. Gran parte del dinero, origen de la quiebra del Banco Ambrosiano, de hasta 1500 millones de dólares, habría sido desviado al Instituto para las Obras de la Religión, la Banca Vaticana. En 1984, el Banco Vaticano aceptó pagar 224 millones de dólares a los 120 acreedores del Banco Ambrosiano por implicación moral en la quiebra del banco, cuando el IOR estaba dirigido por el obispo Paul Marcinkus, que abrió las puertas de la Banca Ambrosiana a Michele Sindona, miembro de la misma logia masónica, el banquero siciliano que se codeaba con la mafia y que murió asesinado. Información privilegiada, el modo de proceder del ecónomo de la diócesis de Valladolid para retirarse a tiempo de la agencia Gescartera.
Quizás los fieles de la Iglesia de Roma no sean tan conscientes, como los fieles de otras confesiones, de la necesidad que su Iglesia tiene de responder a sus necesidades económicas con sus propios recursos en lugar de promover acuerdos de Estado para nutrir sus arcas a través de impuestos. Cualquier creyente minimamente consciente, que desconozca, incluso, la formación de la institución y sus vaivenes temporales y la realidad del Jesús histórico, no puede ignorar ni los turbios asuntos económicos ni los delitos que quedan impunes por el hábito de silenciarlos.
El Vaticano ha nutrido sus finanzas asociándose con el mal, ignorando el origen de los Legionarios de Cristo, la biografía de su fundador Marcial Maciel, un pederasta, y un criminal, lo que no ha impedido la expansión de la congregación y su poder. Son innumerables los pleitos en que se acreditan los abusos y delitos cometidos por el Opus Dei, una historia de manipulación, abuso y codicia que oculta bajo una pátina de santidad el expolio de sus afiliados, como muestra Jesús Ynfante en «La prodigiosa aventura del Opus Dei: Génesis y desarrollo de la Santa Mafia» (Ruedo Ibérico) o el periodista financiero Gareth Gore cuando acusa al Opus Dei del secuestro del Banco Popular y del rescate del Banco Vaticano (Editorial Critica). No importa que Teresa de Calcuta manifestara sus dudas en la existencia de Dios para ser canonizada como fundadora de la congregación de las Misioneras de la Caridad. Lo que no mata, engorda. Teresa de Calcuta no amaba a los pobres, amaba la pobreza. La pobreza como bendición de Dios.
La doctrina socialista encarna el ebionismo de la Iglesia de Roma; la condición para ganar el cielo es no tener nada y ser feliz, el ebionismo de los enemigos del comercio que el peronista Bergoglio encarna, criticando la gentrificación de las ciudades, es decir, el cambio del entorno urbano para aumentar su valor, reivindicando la pobreza y la ignorancia como signo de fe. El Papa que detesta la posesión de bienes como los fratres zelantes o frates pauperes de la historia franciscana, excomultados por Bonifacio VIII y Clemente V, mientras es usufructuario plenipotenciario de los palacios vaticanos. ¿Que pasará a sus hermanas de Belorado sin recursos, sin derechos de propiedad, inhabilitadas para vivir? Nada tenían, nada les queda. El Estado no puede consentir que los servidores de la Iglesia queden indigentes a merced de amos venales.