NOS TOMAN POR IMBÉCILES

“Vamos a contar mentiras (y 6)”

Luis XIII… y medio

“Vamos a contar mentiras (y 6)”

Aún nos queda la última estación, quizá la más terrible, la más deprimente de todas. Es claro que vivimos atrapados en una gigantesca red de mentiras: políticamente, nada, absolutamente nada, se parece, ni de lejos, a lo que nos quieren vender a diario.

Aún siendo la actual situación una mezcla de absurdos, engaños, atropellos y traiciones, todo eso no hubiera sido posible sin la colaboración, sin la culpable complicidad de una muy buena parte de la población.

Dar con las causas de este suicida comportamiento, no es sencillo; si una inmensa mayoría de la ciudadanía fuera incapaz de razonar, todo estaría clarísimo; pero no parece probable que la situación sea esa; no, la gente no es idiota. ¡Por supuesto que no!

Sin embargo, a tenor de su comportamiento, tal parece que lo fuera.

Y, sin embargo, repito, es evidente que ni casi todos son tontos, ni casi todos se han olvidado de discurrir.

¿Qué está pasando aquí?

Aún sumando dos terribles factores, con mucho peso manipulador, el asunto continúa más que oscuro; me refiero a la continua y canallesca rebaja de los Planes de Educación en busca de fabricar ciudadanos cada vez más privados del más mínimo sentido crítico; y, no menos importante, al martilleo continuo de casi todos los Medios de Comunicación, dando por ciertas, por indiscutibles, las muchas falsedades en las que nos tienen inmersos.

Parece evidente que ambas presiones hacia lo irracional tienen que estar influyendo lo suyo; pero, con todo y con eso, deberían ser todavía muchas las personas capaces de mirar a su alrededor y descubrir el timo de que estamos siendo víctimas; Sin embargo no parece que sean demasiadas las que han reparado en la España real, aquella en la que vivimos; para salir de dudas, no hay más que echar un vistazo al resultado de las últimas Elecciones.  Y de las anteriores; y de las anteriores a las anteriores…

A mí no se me ocurre otra explicación que la que voy a exponer a continuación.

El sentimiento tiene muy buena prensa entre nosotros; singularmente, el amor, el más noble y gratificante de todos; sin él no se explicarían el teatro, la novela, la poesía, el cine…

¿Cómo no estar a favor de algo tan bello como el sentimiento?

El problema radica en que, si rascamos un poco en el asunto, empieza a aparecer su lado menos hermoso.

Basta con la propia definición: el sentimiento es un impulso interior, tan fuerte, que en no pocas ocasiones es capaz de privarnos de toda posibilidad de razonar.

Una comprobación: la gente puede llegar a matar o a morir por odio, patriotismo o cualquier otro sentimiento que llegue a nublar su Razón; pero seguro que no darán ustedes con dos matemáticos batiéndose en duelo por discrepancias en algún detalle de no sé la fórmula.

¿Qué sucedió en la Alemania nazi, o en la España de la República?

Personas, muchas personas, que solo meses atrás tenían comportamientos plenamente pacíficos, inyectadas de dosis masivas de odio a los judíos, en el caso alemán; a los católicos en el nuestro, se convirtieron, repentinamente, en bestias salvajes, en feroces asesinos.

Terminadas ambas guerras, en casi todos los  casos, las aguas volvieron a sus cauces; desaparecidas las manipulaciones sentimentales, la inmensa mayoría regresó a comportamientos civilizados y pacíficos.

Estoy convencido de que, si eso no lo explica todo, poco le falta.

Lo repito una vez más:  nuestros compatriotas no son tontos, ¡vaya si razonan!

¿Qué hace, si no, el médico cuando analiza o diagnostica? ¿O el arquitecto al trazar los planos de cada edificio que construye?

La gente razona… en lo suyo.

Pero, amigo, en cuanto entramos en el terreno de la política, la Razón se va a tomar vientos. Una buena parte de la población se comporta como el hincha de un equipo de fútbol. ¡Váyale con argumentos a un forofo! Por mucho que le diga, pongo por caso, que el eterno rival juega mucho mejor, que vende las entradas más baratas, gana más títulos… Seguro que su respuesta será una sonora carcajada.

Más de lo mismo: los manipuladores separatistas ¿acaso argumentan sobre lo bien que les irá separados de España?  ¿Hablan de mejoras en el nivel de vida, en los servicios, de pensiones más altas, del paro, de la vivienda?

¡Por supuesto que no! Van siempre directos al sentimiento: odio a España, amor de rebaño, conciencia de ser superiores…

Y así sucesivamente.

Por supuesto, harán ustedes  muy bien enamorándose todo lo que puedan; pero, por favor, jamás lo hagan de un Partido Político.

Luis XIII… y medio

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