Según la OMS, el consumo de carne procesada produce cáncer, pero no está demostrado que la carne sin procesar lo produzca. Es decir, que lo que es cancerígeno no es la carne en sí, sino toda la serie de productos y tratamientos que se le añade para para ´mejorar´ su sabor y conservarlo.
Ahora bien, para ser honestos no solo habría que hablar del consumo de carnes procesadas como causa de cáncer, sino también del consumo de alimentos en general (pescado, verduras, legumbres, fruta, etc.) que hayan sido sometidos a procesos industriales tendentes a conservar y mejorar su aspecto y sabor mediante el uso de tratamientos y aditivos.
Veamos un ejemplo de hasta dónde llega el cinismo institucional.
Se sabe que los alimentos ahumados contienen substancias cancerígenas debido a los hidrocarburos policíclicos que se producen durante el proceso del ahumado. Sin embargo, se denuncia como cancerígeno el consumo del beicon ahumado, pero no el del salmón ahumado.
Es más, por qué no se habla de potentes carcinógenos como son las nitrosaminas que se producen como consecuencia de la reacción de los nitritos con unos compuestos que forman parte de la dieta habitual: las aminas. Los nitritos proceden de la oxidación de los nitratos que se encuentran habitualmente en la dieta, (alimentos salados, bebidas refrescantes, algunos embutidos, carnes, pescados, verduras, etc.).
La verdad es que el tema da para pensar mal; pero que muy mal.
Pienso que las razones ocultas que se esconden ladinamente tras las campañas de terror contra el consumo de carnes procesadas, habría que buscarlas más en el campo ideológico que en el estrictamente científico. Al fin y al cabo, el “no mentirás”, es un mandamiento de la Ley de Dios, al que no se sienten obligados aquellos que niegan su existencia.
No olvidemos que tanto la ONU como sus organizaciones satélites (OMS), son un pesebre bien guarnicionado, en donde se alimentan, pacen y hociquean, toda una piara de ex altos cargos ´políticamente correctos´ (a los que se les terminó ´el chollo´ en sus países de origen), que de ciencia no sabrán mucho, pero que, en el arte de marranear, son maestros.