El presidente de Argentina, Javier Milei, irrumpió en la Cumbre del Mercosur con un discurso que quebró el tono diplomático habitual y dejó en evidencia la fractura ideológica que atraviesa América Latina. Sin rodeos, el mandatario respaldó la presión ejercida por Estados Unidos y por el presidente Donald Trump contra la narcotiranía de Nicolás Maduro, y acusó a sectores del bloque de tolerar, justificar o encubrir un régimen criminal.
“Argentina no puede ser neutral frente a una dictadura que empobrece a su pueblo, exporta corrupción y sirve de plataforma al narcotráfico regional”, sostuvo Milei, en una alusión directa al chavismo y a quienes aún defienden una salida “dialogada” que, en la práctica, ha servido para prolongar el poder autoritario en Caracas.
Venezuela: el límite moral del Mercosur
Para Milei, Venezuela representa la prueba definitiva del fracaso del socialismo latinoamericano y del doble estándar democrático que impera en la región. El presidente argentino cuestionó que el Mercosur siga evitando una condena frontal al régimen de Maduro mientras exige credenciales democráticas a otros actores.
“No se puede hablar de integración regional ignorando la tragedia venezolana”, afirmó, subrayando que la dictadura chavista no es solo un problema interno, sino una amenaza hemisférica vinculada al narcotráfico, la migración forzada y la desestabilización institucional.
Sus palabras contrastaron abiertamente con la postura del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, quien volvió a descartar cualquier presión dura sobre Caracas y alertó contra una eventual intervención internacional, una posición que críticos califican como funcional a la supervivencia del régimen.
Un Mercosur atrapado en el inmovilismo
Milei también dirigió un ataque frontal al Mercosur como estructura económica, al que describió como un bloque anclado en el proteccionismo, la burocracia y el conformismo ideológico.
“El Mercosur ha dejado de ser una herramienta de desarrollo para convertirse en un corsé que frena la competitividad y protege intereses políticos”, sentenció.
El presidente argentino reclamó flexibilizar el bloque, permitir acuerdos comerciales individuales y abandonar la lógica estatista que, según dijo, ha condenado a Sudamérica a décadas de bajo crecimiento, dependencia y pérdida de relevancia global.
Seguridad, narcotráfico y autoritarismo
En uno de los tramos más duros de su intervención, Milei vinculó directamente la expansión del crimen organizado con la tolerancia regional hacia regímenes autoritarios.
“El narcotráfico no prospera en democracias fuertes; prospera donde el Estado se degrada y la política se vuelve cómplice”, afirmó, en una clara referencia a Venezuela y a otros gobiernos que, bajo discursos antiimperialistas, han permitido la captura criminal de instituciones.
Un mensaje incómodo para Europa y Estados Unidos
El discurso de Milei fue interpretado como un mensaje directo a Washington y a las capitales europeas: América Latina no es homogénea y existe un liderazgo dispuesto a romper con el eje populista que ha protegido al chavismo durante años.
Mientras España, bajo gobiernos socialdemócratas, mantiene relaciones ambiguas con Caracas y figuras como José Luis Rodríguez Zapatero siguen actuando como intermediarios del régimen, Milei optó por una alineación clara con las democracias occidentales y una política exterior sin equidistancias.
El fin de la ambigüedad
Con su intervención, Milei dejó claro que Argentina ya no será parte del silencio regional frente a la narcotiranía venezolana, ni de un Mercosur diseñado para sostener consensos ideológicos en lugar de libertad económica y política.
En un escenario internacional marcado por la presión creciente sobre Maduro y por el desgaste de los proyectos de izquierda autoritaria, el presidente argentino colocó una línea roja:
o democracia real y apertura, o decadencia y complicidad.
