La mañana radiofónica del 7 de julio de 2025 ha dejado un episodio para el recuerdo en los estudios de Onda Cero. El ministro para la Transformación Digital y de la Función Pública, Óscar López, acudía al programa ‘Más de Uno’ dirigido por Carlos Alsina. Lo que prometía ser una entrevista institucional se tornó rápidamente en un duelo verbal que refleja el estado de crispación política y mediática en España.
El detonante: una acusación directa del periodista a López por “falsedades” vertidas desde el ministerio. La frase “yo no dije eso”, pronunciada por Alsina con tono firme, resonó como una bofetada al discurso habitual del Gobierno, que acostumbra a sortear las preguntas incómodas con evasivas o retórica circular. El rifirrafe fue breve pero intenso, suficiente para convertir la entrevista en tendencia nacional y alimentar las tertulias políticas durante toda la jornada.
Los protagonistas: Óscar López, Pedro Sánchez y el periodismo incómodo
Óscar López, ministro y secretario general del PSOE madrileño, es uno de los hombres fuertes de Pedro Sánchez. Se ha convertido en portavoz habitual para defender la gestión socialista frente a la ofensiva política del Partido Popular. En sus últimas intervenciones, López ha reiterado que la derecha solo sabe “llenar plazas de insultos y odio”, mientras que el Ejecutivo “sigue batiendo récords en creación de empleo y subiendo las pensiones”.
Sin embargo, ante micrófonos críticos como los de Alsina, su discurso se vuelve más áspero. La tensión no es nueva: hace semanas, el propio Alsina puso en apuros a Yolanda Díaz con preguntas directas sobre la corrupción dentro del PSOE. El periodista es conocido por su incisiva manera de cuestionar tanto a ministros socialistas como a figuras de la oposición.
La figura del Capitán Bonilla, habitual apodo satírico para referirse a personajes políticos que se ven obligados a dar explicaciones públicas sin convicción ni entusiasmo, sobrevoló la conversación como metáfora del desgaste gubernamental ante un periodismo cada vez menos complaciente.

El contexto: crisis interna y oposición encendida
El choque entre López y Alsina no surge en el vacío. Llega tras semanas marcadas por crisis internas en el PSOE —incluyendo recientes casos judiciales vinculados al entorno socialista— y una creciente presión mediática sobre la transparencia gubernamental.
En paralelo, el PP ha intentado capitalizar cualquier desliz del Ejecutivo con grandes manifestaciones que los socialistas califican sistemáticamente como “fracasos” llenos de retórica antipolítica. En este ambiente polarizado, las entrevistas en directo se convierten en auténticos campos de batalla donde cada palabra puede ser usada como munición electoral.
Las redes sociales han amplificado este episodio: los cortes de vídeo donde Alsina desmonta con datos algunas afirmaciones del ministro circulan con rapidez. Los usuarios se dividen entre quienes celebran el arrojo del periodista y quienes acusan a los medios críticos de formar parte de una supuesta campaña contra Sánchez.
Consecuencias para el Gobierno y los medios
El enfrentamiento ha tenido varias derivadas inmediatas:
- Refuerza la imagen de independencia periodística en un momento donde parte del electorado percibe cierta connivencia entre algunos medios y Moncloa.
- Obliga al PSOE a repensar su estrategia comunicativa ante preguntas incómodas, especialmente ahora que el calendario político avanza hacia un otoño cargado de citas electorales.
- Sitúa a Óscar López —y por extensión al núcleo duro de Pedro Sánchez— bajo los focos, justo cuando el partido intenta cerrar filas frente al desgaste interno.
- Alimenta el debate sobre el papel del periodismo crítico frente al poder político; un tema recurrente cada vez que se produce un episodio tenso entre entrevistador y entrevistado.
En clave humorística, algunos tuiteros han bautizado ya este episodio como “el Bonillazo radiofónico”, guiño a esos momentos donde un político parece perder pie ante una pregunta afilada.
En definitiva, la política española sigue demostrando que sus mejores duelos ya no se libran solo en los escaños o plazas públicas, sino también —y cada vez más— ante los micrófonos afilados de periodistas dispuestos a no dejar pasar ni una falsedad sin réplica.
