El tipo que lloriqeua cuando lo escrachan en su mansión

El matón Pablo Iglesias ofrece al socialista Sánchez un pacto criminal para «reventar a la derecha»

El de Podemos tiene antecedentes como socio de torturadores chavistas y panegirista de terroristas etarras

Pablo Iglesias (PODEMOS)
Pablo Iglesias (PODEMOS). PD

Pablo Iglesias, el mismo que suspendió asustado unas vacaciones porque a 30 kilómetros le habían hecho una pintada en la que ponía coletas rata, tiende la mano al corrupto Pedro Sánchez para «reventar a la derecha española».

En el Espacio Ventas de Madrid, Iglesias ha vuelto a la carga con una idea que, si fuera un cóctel, combinaría ingredientes explosivos con un toque de nostalgia revolucionaria.

El exvicepresidente y eterno tabernero de la izquierda, rodeado de su círculo en la Uni de otoño de Podemos, ha lanzado un desafío al PSOE: si Sánchez realmente quiere “reventar a la derecha” y “depurar a jueces y periodistas”, ahí están ellos, pero solo si el presidente demuestra tener las “agallas” necesarias para hacerlo.

La escena tiene tintes de tragicomedia nacional.

El mismo Iglesias que se jacta de ser duro en la barra del bar y en Twitter es conocido por sus lágrimas cuando los escraches llegan a su chalet en Galapagar. Este matón de pacotilla que presume de dar palizas dialécticas se pone nervioso ante la primera amenaza real, ha redoblado su apuesta. En su relato, la violencia política siempre proviene de la izquierda, aunque su historial de escraches sufridos —y llorados— por él y su familia es tan extenso como sus intervenciones en tertulias.

“Reventar a la derecha” y depurar jueces: ¿política o ajuste de cuentas?

La oferta de Iglesias va mucho más allá de un simple pacto de investidura. El líder de Podemos exige al PSOE una “purga” de jueces que, según él, están “motivados políticamente” y participan en lo que él denomina lawfare —la guerra judicial que, según su perspectiva, utiliza la derecha para acabar con adversarios políticos. Iglesias extiende sus sospechas también hacia los periodistas, acusando a los medios de comunicación de ser parte de una red empresarial y política al servicio del conservadurismo. En su visión, los poderes económicos y las élites políticas controlan los medios, los cuales contribuyen a mantener la impunidad del sector más conservador.

La oferta es clara: Podemos está dispuesto a ir “donde sea necesario” para poner fin al supuesto dominio de la derecha. Sin embargo, para ello Sánchez debe demostrar que no le tiembla el pulso. Nada de medias tintas ni agendas particulares consensuadas con el nacionalismo catalán o vasco. Si el PSOE desea “reventar” a la derecha, debe hacerlo sin complejos ni concesiones.

El contexto de una guerra psicológica en la izquierda

La propuesta de Iglesias llega en un momento crítico entre las diferentes facciones de la izquierda española. El acuerdo entre PSOE y Sumar, bajo el liderazgo de Yolanda Díaz, pende de un hilo tras romperse con Podemos y excluir a Irene Montero de las listas conjuntas. El partido morado se ha convertido en una oposición feroz contra Sánchez, denunciando sus “mentiras” y amenazando con tumbar acuerdos clave como el pacto migratorio con Junts, al que califican como “racista”.

Con apenas cinco diputados en el Congreso, Podemos ha dejado atrás el grupo parlamentario de Sumar y ahora ejerce presión desde el Grupo Mixto. Esto alimenta una dinámica tóxica que beneficia al PP y Vox, quienes observan cómo la división dentro del espectro izquierdo aumenta sus posibilidades para extender su mayoría absoluta en las próximas elecciones.

Iglesias, el matón sentimental y su discurso sobre la “violencia izquierdista”

La figura de Iglesias representa una contradicción constante. Se presenta como un duro dispuesto a “reventar” a la derecha; sin embargo, no duda en mostrar su lado más sensible cuando siente que se le viene encima la presión personal. Su trayectoria incluye llantos públicos por los escraches sufridos en su chalet galapagueño y confrontaciones dialécticas con periodistas y adversarios políticos. Su discurso sobre la “violencia izquierdista” se entremezcla con referencias históricas a la guerra civil y menciones sobre la necesidad de limpiar instituciones, adoptando un tono cada vez más guerracivilista.

Alardea sobre su fuerza; no obstante, cuando se siente amenazada, es común ver cómo responde mediante escraches, boicots o campañas hostiles que no siempre respetan el marco democrático. En los últimos años han aumentado los episodios tensos; además, su narrativa contribuye a polarizar aún más el clima político nacional.

Claves del momento y curiosidades del caso

  • Iglesias ha recuperado su papel como “tabernero metido a matón”, aunque sigue mostrando vulnerabilidad cuando enfrenta presiones personales.
  • La oferta dirigida a Sánchez surge justo cuando los cimientos unitarios dentro del espectro izquierdo están más débiles que nunca; Sumar clama por dejar atrás los “matices” para reconstruir alianzas perdidas.
  • El término “lawfare” ha evolucionado desde ser una denuncia judicial hasta convertirse en herramienta política para justificar purgas o ajustes.
  • La retórica guerracivilista utilizada por Iglesias contrasta marcadamente con su historial personal relacionado con escraches y sus momentos emotivos.
  • Mientras tanto, desde el otro lado del tablero político, la derecha observa expectante cómo esta guerra psicológica entre las fuerzas izquierdistas podría facilitarles aún más asentar sus posiciones.

En Madrid, el espectáculo político nunca defrauda: entre taberneros convertidos en matones e intentos desesperados por “reventar” adversarios, queda garantizado un espectáculo digno del mejor teatro político.

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