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EL TRIUNFO DE JAVIER MILEI Y LA OPERACIÓN DE ESTADOS UNIDOS EN EL CARIBE TIENE A LA IZQUIERDA ENRABIADA

El antisemitismo patológico y otros sesgos de la subcultura “woke” al servicio de las cloacas. ¿Saben que sirven al lado oscuro?

Magdalena del Amo 27 Oct 2025 - 14:32 CET
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Los progres “wokistas” del mundo no dejan de recibir chascos y están que rabian al ver desmoronarse su universo distópico y ficticio con el regreso de las ideas clásicas sustanciadas en libertad, bienestar, orden y mucho sentido común. Donald Trump en Estados Unidos, Nayib Bukele en El Salvador, el recién elegido Rodrigo Paz Pereira en Bolivia, que tomará posesión el 8 de noviembre, y ahora el triunfo de Javier Milei en las legislativas de Argentina son un rayo de esperanza, no solo para sus gobernados, sino para el mundo. Y falta Venezuela, cuyo régimen está a punto de caer, gracias a la intervención de Estados Unidos en el Caribe. ¿Lograremos esto los españoles? ¿Seremos capaces de arrojar del poder a la banda gobernante antes de que España sea un montón de escombros? Si otros pudieron, debemos hacer lo posible, a pesar de los ejércitos de mangantes dispuestos a salir a la calle a armar bulla, incluso guerra si es necesario. Hay un Mal enraizado difícil de erradicar y demasiada gente ociosa, desubicada y gritona, completamente vacía, y siempre dispuesta a subvertir el orden. Es el modus operandi de la izquierda radical antisemita y anticristiana.

Unos son conscientes, estómagos agradecidos y bien mandados; otros simples tontos útiles siguiendo a la manada, aunque casi siempre suelen recoger algunas migajas. La izquierda sabe recompensar a los suyos, y algunos se conforman con poco. El caos se acrecienta y parece no tener freno. Decir que el mundo está patas arriba es caer en la reiteración, pero lejos de archivarlo o admitirlo con un encogimiento de hombros acompañado de una dosis de resignación, optamos por seguir insistiendo, por si alguien escucha o está a punto de hacer el clic. Los malos no solo dicen y amenazan, sino que actúan y andan de alboroto constante. Les da igual que sea para derribar a ciclistas que para impedir una conferencia en una universidad o cualquier otra revuelta ad hoc, aderezada con rotura de vitrinas, incendio de contenedores y otras lindezas.

Así, en España, terminada la excursión de las flotillas del turismo bélico, las “Barbies Gazas” se pasean por las teles ejerciendo de estrellas salvadoras del mundo, despotricando y presumiendo de su travesía; incluso atreviéndose a decir cuánto han influido en el acuerdo de paz en Gaza; acuerdo que Hamás vulneró desde el primer momento fusilando a palestinos oponentes. No dicen nada de esto los perroflautas excursionistas, como tampoco de las rehenes judías que no entregaron o de los niños israelíes  asesinados. No creemos que el acuerdo de paz fructifique mientras Hamás siga practicando la violencia y mantenga sus arsenales y sus financiadores. Viene bien recordar las palabras de Golda Meir: “La paz en Oriente Medio llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros”?

También se quejan los cruceristas de su detención y del maltrato que les dieron los israelíes. Se refieren seguramente a que les obligaron a ducharse y a rascarse con cepillo de raíz como se hacía en los baños públicos romanos para quitarse la roña. Sobre el Filvit anti piojos y liendres no han dicho nada. Quizá sea algo exagerado, pero hay que reconocer que esta izquierda callejera no se distingue precisamente por su pulcritud. Cosa distinta es cuando llegan al poder. Entonces dan un repaso a los diseñadores de moda y contratan estilista, sobre todo las mujeres; y de la noche a la mañana, abandonan el atuendo de siempre, se tiñen de rubio, se hacen algún retoque y se barnizan de chicas Telva. Pero es imposible ocultar su natural esencia; siguen siendo ordinarias, aunque con disfraz. ¡Basta escuchar su tono de voz y vocabulario!

Y esta gente, que a la venta no vale cuatro centavos, es la que, con su odio a los valores, promueve, alimenta y almidona las algaradas callejeras. Y hay que reconocer que no son nada perezosos a la hora de enarbolar sus banderas –jamás la de España, a la que odian– y sus trasnochadas pancartas reivindicando más medidas distópicas. Esta gente que acude cual rebaño a la llamada de los “amos” es movilizada a toque de silbato como los perros de El clan de los dóberman. No les importa a dónde van; solo sienten el impulso de ir. Están amaestrados para no pensar, solo obedecer. Quienes dan las órdenes son matones profesionales al servicio del Mal, incluso terroristas condenados de ETA –que, digan lo que digan, la banda no ha desaparecido, como tampoco las FARC–, y cercanos o simpatizantes a Hezbolá, Boko Haram y otros grupos amantes del secuestro, el narcotráfico y las metralletas. En España están a las órdenes del corrupto de amplio espectro Pedro Sánchez y su red de achichincles, dentro y fuera del país. ¡Pero él es el jefe de la banda! Lo del exterior se comenta menos, pero ya el tsunami le está llegando a Sánchez de la mano de Zapatero, otro corrupto con diploma. La gente del común que les obedece debería recordar el refrán “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

Hay que puntualizar que, si bien no toda la izquierda es consciente de servir al Mal, los frutos son igual de ponzoñosos con nefastas consecuencias. Todos conocemos personas de buena voluntad que por mucho que se les hable de los crímenes de la izquierda a lo largo de la historia, en unos, su disonancia cognitiva no les permite actuar con racionalidad; otros reaccionan como las víctimas de maltrato: lo reconocen, pero son incapaces de hacer el cambio; en este caso, desde una perspectiva mental y espiritual. Otros tienen programas familiares heredados o lealtades ancestrales que no son capaces de procesar. En cualquiera de los casos, son personas muy manipulables emocionalmente, y de esa fisura se aprovechan quienes adoctrinan con esta ideología perniciosa, con el marchamo de defensores de los derechos humanos como gancho.

Ahondando más en el perfil de estos manejados, se puede decir que no se caracterizan por su nivel intelectual, dado que su cultura padece del raquitismo de los últimos planes de estudios; su fuente informativa y formativa son las redes sociales; viven en la inmediatez y no tienen ideas profundas y sólidas de casi nada. La mayoría habla de oídas, y lo que han aprendido o es falso o está tergiversado. Por eso ignoran que nadie ha atentado más contra los derechos humanos, en forma de revoluciones, torturas, hambrunas y muerte, bajo dictaduras horribles; algunas existentes aún como Cuba y Venezuela, países a los que nos unen profundos vínculos. Algunos de la moderna izquierda aún suspiran por el Ché y siguen defendiendo el régimen de los Castro/Canel, de Gustavo Petro y de Nicolás Maduro que, afortunadamente, vive sus últimos días –esperemos–  en su bunker, pendiente del aviso de Estados Unidos para intervenir. Hablaremos de esto en un próximo artículo.

No hay que olvidar, estos días más que nunca, que Rodríguez Zapatero es íntimo de estos dictadores que tienen a sus pueblos en el exilio, en la cárcel, o muertos, unos torturados o de un tiro y otros de hambre. Aunque resulte increíble, todos están apoyados por la panda que acabamos de describir. ¿Maldad o enfermedad? ¿Por qué detestan los valores que nos han ennoblecido y alejado de la barbarie? ¿Son quizá los restos involutivos de las etapas previas a la civilización? Lo más perverso de todo esto es que el globalismo también ha unificado esta ideología maligna que traspasa fronteras. Solo así se entiende que el Consejo Noruego de Paz se haya negado a realizar la procesión de antorchas por el Nobel a María Corina Machado, a la cual ninguno de estos titiriteros felicitó. Nosotros sí la felicitamos y le deseamos un pronto regreso a su tierra a ocupar el lugar  que los dictadores narcoterroristas le usurparon.

*Psicóloga, periodista y escritora

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