¿Roma hace al Papa, o el Papa hace a Roma? Realmente lo que debería ser es que el Papa hiciese a Roma y no al revés; pero claro, hay que ser muy papa para ser por sí solo y no necesitar el pedestal de una Roma con sus oropeles y parafernalia escénica, que al final, desgraciadamente, no son más que las muletas que sustentan la fe y credibilidad en la institución papal.
Pero volviendo al principio, a la esencia de la cuestión, si el Papa es el representante de Cristo en la Tierra, me pregunto si -como tal- no debiera seguir su ejemplo en cuanto a domicilio, o más bien ausencia de él, se refiere:
«…Y un escriba se le acercó y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Y Jesús le dijo: Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza…» [Mateo 8: 19-20].
En fin, tal y como también dijo Jesucristo en alusión a la casta sacerdotal y sus doctores: «Haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.» [Mateo, 23:3].
NOTA: Es curioso, pero cuando estaba Juan Pablo II en la silla de Pedro, nunca se me pasó por la cabeza la presente reflexión. Y es que cuanto más abre la boca el papa Francisco, más devoto soy del santo polaco.