Los naufragios hundieron oro y oro
hasta lo más profundo de la mar;
jure usted que, en tan húmedo lugar,
algún pez se hará dueño del tesoro.
Aquí pasa lo mismo: sin decoro,
no dejan de robar y de robar;
mienten, mienten y mienten sin parar;
el “uno” y sus esbirros siempre a coro,
ya se han hecho los amos del cotarro;
adiós a libertades y derechos;
son todo alevosía y despilfarro.
Los que no aún se enteran, satisfechos,
y los demás, tiramos de su carro
cada vez, unos y otros, más maltrechos.
Si hasta el mar llegaran sus perversiones,
no doy un duro por los tiburones.