La noticia se propagó como un rayo: Jorge Martínez, quien entonaba “soy un macarra” con la misma soltura con la que otros piden un café, ha fallecido a los 70 años a causa de un cáncer de páncreas en el Hospital Universitario Central de Asturias, en Oviedo.
El rock español pierde así a uno de sus personajes más singulares, lúcidos y carismáticos, alguien que convirtió la palabra “macarra” en una filosofía de vida y resistencia.
Su fallecimiento se produce apenas tres meses después de que Ilegales detuviera su gira y cancelara una veintena de conciertos para que su líder pudiera recibir tratamiento oncológico. Hasta ese momento, continuaba en la carretera presentando Joven y arrogante, el decimotercer álbum del grupo, como si nada pudiera detenerlo.
Para muchos, Jorge era ese tipo que parecía inagotable, incapaz de caerse del escenario o apagarse ni con agua a presión.
Un cáncer que detuvo en seco a quien nunca levantó el pie
En septiembre, el comunicado de la banda fue como un frenazo brusco en medio de una curva:
- Se cancelaban todos los conciertos programados por tiempo indefinido.
- La razón: Jorge debía someterse a tratamiento para combatir un cáncer.
- La gira incluía más de veinte fechas entre septiembre y diciembre en toda España.
El propio Jorge había anunciado su pausa para tratarse con la misma naturalidad con la que solía hablar sobre peleas, accidentes o excesos. Llevaba semanas ingresado en el HUCA cuando llegó el desenlace. Según su entorno, el cáncer resultó ser más agresivo de lo esperado.
En marzo, durante la promoción de Joven y arrogante, afirmaba que no se retiraría “ni muerto”. Esa frase hoy resuena con dolor, pero refleja su manera desafiante ante la vida: siempre a gritos, con humor negro y sin rastro de victimismo.
De Avilés al mito: así se forja un macarra
Nacido en Avilés (Asturias) en 1955, Jorge creció rodeado de fábricas, reconversión industrial y riñas callejeras. Antes de formar Ilegales, pasó por bandas como Mortaja, Madson o Los Metálicos, auténticos laboratorios donde comenzó a gestarse un estilo aún sin nombre pero ya impregnado de gasolina y conflicto.
A finales de los setenta y principios de los ochenta, en un Gijón duro y nocturno, nació esa criatura musical. En medio del paro y las drogas, Jorge levantó una banda que nunca buscó ser simpática. Ilegales surgió con la violencia como parte integral del proyecto: no solo en sus letras sino también sobre el escenario.
En sus primeros conciertos ocurría de todo:
- Punks escupiendo al escenario.
- Jorge lanzándose al público “a mamporros” si alguien cruzaba alguna línea.
- Un líder que se paseaba por Gijón armado con un stick de hockey, según cuentan, para defenderse o intimidar cuando fuera necesario.
No era una pose; era pura supervivencia en un entorno donde los golpes llegaban antes que las ayudas.
“Soy un macarra”: cuando una canción se convierte en autobiografía
Hay artistas que crean personajes y otros que simplemente amplifican su esencia. Jorge pertenecía al segundo grupo. “Soy un macarra”, uno de los temas más emblemáticos de Ilegales, funcionaba casi como su DNI musical: velocidad, fanfarronería, riesgo y una risa amarga que no ocultaba la sensación latente de explosividad.
A su alrededor se fue construyendo una figura muy definida:
- Macarra con verbo afilado que proclamaba que el mundo es basura pero aún así quería seguir vivo.
- Guitarrista salvaje y perspicaz, al que críticos como Jesús Ordovás colocaban en otra liga dentro del nuevo rock madrileño.
- Persona con fama violenta y problemática, cargando historias sobre riñas, accidentes y noches interminables.
El documental Mi vida entre las hormigas ya dejaba claro que en Ilegales la violencia no era mera anécdota: formaba parte del motor creativo del grupo.
Ilegales: la banda que nunca pidió perdón
Fundada a comienzos de los ochenta, Ilegales irrumpió en 1982 con un álbum homónimo considerado piedra angular del rock en español. En él ya estaban presentes varios códigos que marcarían toda su trayectoria:
- Guitarras de punk-rock vibrante, secas y sin adornos.
- Letras incisivas, a veces brutales pero siempre directas.
- Un desprecio absoluto por modas e imposiciones externas.
De esa primera década surgieron discos memorables:
- Agotados de esperar el fin (1984).
- Todos están muertos (1985).
- Chicos pálidos para la máquina (1987).
Temas como “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”, “Yo soy quien espía los juegos de los niños”, “¡Hola, mamoncete!” o el propio “Soy un macarra” se convirtieron en la banda sonora para quienes crecían en un país emergente tras la dictadura pero aún repleto de sombras.
Mientras otros celebraban lo festivo durante La Movida, Ilegales ofreció otra perspectiva: menos pop y más filo. Donde otros abrazaban la modernidad sin reservas, Jorge advertía sobre el colapso inminente.
El hombre que siempre volvía a la trinchera
Su biografía está plagada de episodios donde la muerte asomó demasiado cerca:
- Accidentes automovilísticos como aquel choque en la calle Canarias en Madrid.
- Años sumidos en sustancias y excesos.
- Constantes riesgos físicos: electricidad peligrosa, mares embravecidos, armas y escenarios extremos.
Él mismo comentaba que “la muerte hace muy mal su trabajo” y sobrevivir no era tan complicado como parece. Lo decía con ironía y resignación; una forma clara de ver el mundo.
Esa relación cercana al peligro impregnó sus letras donde recurrentemente aparecía la pregunta “¿vivir o morir?”. En lugar de profundizar filosóficamente sobre ello, Jorge convertía estas reflexiones complejas en frases sencillas dignas del bar local; estribillos ideales para gritar mientras sostienes una cerveza.
Entre el mito salvaje y el tipo generoso
La imagen pública de Jorge Ilegal siempre estuvo marcada por esa idea peligrosa: alguien conduciendo a toda velocidad por las carreteras o peleando durante sus conciertos mientras hablaba sin tapujos sobre cualquier tema. Sin embargo, quienes le conocían bien ofrecen otra visión más matizada.
Sus colaboradores destacan:
- Su generosidad hacia amigos; llamándoles incluso en momentos difíciles solo para asegurarse de que estaban bien.
- Su dedicación a hablar sobre música hasta el final; pensando incluso en canciones inconclusas mientras estaba hospitalizado.
- Una combinación curiosa entre dureza exterior y corazón expuesto; rasgos admirados por muchos músicos.
Andrés Calamaro llegó a afirmar que incluso los ateos deseaban ser Jorge Ilegal por un día; los más atrevidos pedían vivir toda una vida como él: “con guitarras, piel resistente y huevos dorados”. Esta frase refleja perfectamente su magnetismo: no era necesariamente un modelo a seguir pero sí encarnaba intensidad pura.
De despedidas a resurrecciones… y vuelta al ruedo
En 2010, Ilegales anunció una gira final. Podría haber sido el cierre clásico: grupo culto con repertorio sólido retirándose dignamente. Pero Jorge no estaba hecho para estar quieto:
- Formó Jorge Ilegal y los Magníficos, un proyecto influenciado por ritmos latinos propios del siglo pasado.
- Demostró así que su universo musical abarcaba mucho más allá del punk-rock.
En 2015 revivió a Ilegales, impulsado tanto por el cariño del público como por sus propias ganas inagotables por seguir luchando mediante las canciones. Lejos del camino nostálgico típico entre bandas veteranas, el grupo firmó esta nueva etapa con discos robustos e intensas giras culminadas en 2022 celebrando sus 40 años junto a colaboraciones destacadas como Loquillo o Bunbury.
Hasta este mismo año continuó lanzando nueva música mientras subía al escenario con esa misma actitud desafiante; propia alguien incapaz de imaginarse sin ruido amplificado alrededor.
Un legado que describe una nación
La partida de Jorge Martínez no solo pone fin a la historia de una banda; cierra también una forma singular de entender el rock español:
- Como espacio conflictivo más allá del confort.
- Como crónica descarnada acerca del país desde tiempos industriales hasta nuestra precariedad digital actual.
- Como refugio para aquellos que nunca encontraron representación entre discursos amables.
En esta época dominada por imágenes pulidas y trayectorias meticulosamente calculadas ,la figura Jorge evoca casi otro tiempo: contradictoria ,excesiva ,repleta aristas . Precisamente eso resulta indispensable . Sus canciones seguirán resonando en bares ,festivales habitaciones pequeñas ,recordándonos aquel día cuando alguien subió al escenario gritando sin miedo q q mundo era basura…sin embargo seguir vivo merecía realmente .
El macarra se ha ido; pero esa mala intención queda resonando eternamente desde los altavoces.

