Periodistadigital América Home
3 segundos 3 segundos
Coronavirus Coronavirus La segunda dosis La segunda dosis Noticias Blogs Videos Temas Personajes Organismos Lugares Autores hemeroteca Enlaces Medios Más servicios Aviso legal Política de Privacidad Política de cookies
-

Grado, madre y maestra es la experiencia

Ángel Sáez García 30 Dic 2024 - 20:00 CET
Archivado en:

GRADO, MADRE Y MAESTRA ES LA EXPERIENCIA

Todos (bueno, como puede que haya echado mano de la exageración, al usar la hipérbole, me enmiendo al instante, el grueso o la mayor parte de) nosotros hemos oído decir a alguien (perito o profano en el ámbito o la materia; yo, al menos, no he olvidado cuanto me llamó la atención sobremanera conocer, y no dispongo de ningún dato fehaciente ni mero indicio que me lleve a dudar de la sinceridad de su afirmación, que la persona de la que el premio Nobel de Literatura de 1998, el portugués José Saramago, más había aprendido era analfabeto, según adujo en el discurso que pronunció con ocasión del acto de la entrega del prestigioso galardón en Estocolmo) alguna vez, o leído en algún lugar o parte, que somos la suma o el producto de un abigarrado conjunto de cosas y casos; de que hemos aprendido (al haber escarmentado en cabeza propia o ajena) de los amigos que hemos tenido y tenemos, de las mujeres a las que hemos amado, de cuanto hemos soñado (estando dormidos o despiertos), de cuanto hemos reído, leído y/o ingerido, de esto, eso y aquello, en definitiva, de cuanto hemos vivido y con quiénes, y de cuanto hemos bebido y con quiénes.

Está claro, cristalino, que algunos hechos que presenciamos o protagonizamos antaño, otrora, voluntaria o involuntariamente, pues, en más de una oportunidad, nos dejamos llevar por la corriente, tuvieran como desenlace un fracaso o un éxito (que, a veces, se limitan a ser la cruz y la cara de un mismo proceso, o, en su defecto, el uno, el antecedente necesario para que el otro acaeciera) nos marcaron, al dejarnos una huella o muesca indeleble en la piel o el alma, nos moldearon el carácter y nos modelaron el temperamento hasta tal punto que nuestra actitud o comportamiento actual es, en gran medida, hija/o de cuanto aconteció entonces. Mi padre, Eusebio, solía decir, y no le faltaba razón (luego escuché proferir a otros el mismo o parecido argumento), que la experiencia, además de ser un grado, es la madre y la maestra de la ciencia y la conciencia.

Tú, atento y desocupado lector, ora seas o te sientas ella, él o no binario, y yo, el abajo firmante de estos renglones torcidos, somos parecidos, sí, sin duda, pero también somos distintos; somos congéneres o semejantes, miembros de la misma especie, pero procedemos de un punto de partida distinto y eso, querámoslo o no, nos hace diferentes. Cada uno es hijo de su madre y de su padre (y no solo me refiero aquí a los genes que porta, la mitad de la una y la otra mitad del otro), de sus maestros, de quienes considera sus guías espirituales o intelectuales, de sus referentes, o sea, de sus modelos conductuales.

Cada uno de nosotros nació en una familia, donde pudo tener un hermano o cinco, mayores o menores, del mismo o de distinto sexo, o tal vez fue hijo solo. Cada uno de nosotros recibió una educación distinta: hubo quien recibió malos tratos de su padre, que le pegaba también a su madre y a sus hermanos, sobre todo, cuando bebía o venía frustrado por lo que fuera a casa, del trabajo o del bar.

Hay quien fue a estudiar a un colegio público o privado, de pago; quien recibió una educación religiosa no integrista, como fue mi caso. Y esa quizá sea la razón por la que siempre he hablado bien de los religiosos que me formaron como persona y ciudadano, los camilos. Tuve suerte, porque otros clérigos fueron unos depravados e incorregibles pederastas. Basta con llevarse regularmente los periódicos a los ojos para tomar conciencia del hecho pérfido.

Hay quien nació en el seno de una familia con mayor o menor poder adquisitivo. Quien disfrutó, desde la niñez a la mayoridad, de patines, esquís, bici, moto y coche nuevos, y hay quien ni de lo primero, ni de lo del medio, ni de lo último referido.

Hay quien nació con unos dones o talentos y otro/s con otros. Hay quien esas virtudes se las despertó él mismo, por sus propios medios, y a quien se las espabilaron sus educadores, entrenadores o padres sustitutos, como fue mi caso. Hay quien nació con unas inteligencias, que fue desarrollando paulatinamente, sin descanso, con DES (dedicación, esfuerzo y sacrificio) y quien se quedó estancado, atascado, anquilosado. Hay…

   Ángel Sáez García

   angelsaez.otramotro@gmail.com

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza. Casado (con la literatura —en traducción libre, literaria, “si la literatura no lo es todo, no vale la pena perder una hora con ella”, Jean-Paul Sartre dixit—, solo con […]

Más en El blog de Otramotro

Mobile Version Powered by