Legio IIII Macedónica

Vuelvo, para dar tiempo a que acabe este agosto de plomo, a Herrera de Pisuerga, siempre vuelvo allá donde he sido feliz. La ciudad brilla plena de dinamismo, de gentes que vienen y van, de actividad comercial, de saludos, de recuerdos, de añoranzas y de amigos.

Ha pasado el tiempo y el progreso sabiamente aprovechado ha trasformado el lugar, descubro la modernidad yendo de la mano de la tradición en la regeneración que disfruta su casco antiguo, trayendo entre ambas el comercio y la prosperidad, timbrando una ciudad populosa que destaca en el sombrío panorama provincial.plaza-de-toros-de-herrera-de-pisuerga_66225

Ahora que ya no hay viriles soldados romanos ni toscos vigías bárbaros guardando el paso de los cántabros, ahora que ya no quedan enemigos que dominar, ahora que las milicias han sido relevadas por gentes industriosas y sabias que colman la calle de idas y venidas, de saludos y despedidas, de “ahora vuelvo” y “qué tal estás”, las puertas permanecen siempre abiertas y el paso es franco a todo el que quiera arrimar el hombro en busca de trabajo y bienestar.

La ciudad es un hervidero de laboriosidad desde la plaza de Girón de Velasco hasta la de Calvo Sotelo y enamorado de la calma y la serenidad me refugio en la plaza del Castillo y en las proximidades de la plaza de toros. Busco con presteza el recuerdo de la Puerta Nueva y su vista majestuosa. Allá abajo se ofrece feraz, orgullosa y satisfecha, la vega del Pisuerga.

Sólo Dios puede amasar una belleza así, aunque esté mal decirlo en los presentes tiempos laicos, y permanezco largo rato contemplando el frescor de lo que se me antoja oración de braveza de los herrerenses. Burgos a mi derecha, Cantabria detrás del horizonte y en medio, la voluntad huertana de los locales, un lienzo verde que se extiende a mis pies enmarcado en la plata gris de la montaña palentina.

Me recreo en la memoria de quienes fueron amigos, de otros simples conocidos, de mis antiguos compañeros y de muy satisfactorios momentos de ocio y de negocio compartidos con ellos durante años. Pero no me dejo llevar por la nostalgia, me rebelo y vuelvo a la ciudad a participar del comercio y del verano. Después, una terraza, una cerveza y unos saludos concluyen el día.

He vuelto, para dar tiempo a que acabe este agosto de plomo, a Herrera de Pisuerga, siempre vuelvo allá donde he sido feliz. Me voy tan dichoso como dubitativo, preguntándome cómo en el siglo XXI perviven determinados nombres en el callejero local.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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