Pasión de penitentes

Llora el tararú en la plaza de San Pablo como lágrima de la noche palentina. La ciudad se sobrecoge y abre los ojos para ver por primera vez la misma semana santa que contempla todos los años. Crispa la cara y respira lentamente, con cuidado de no perderse ningún sentimiento, de llenarse la vista de Cristo en la cruz y María, llorosa, siguiéndole el paso.

La religiosidad popular camina por vías distintas a los mandamientos y las calles están más llenas que las iglesias, la tradición llega al alma y eriza el vello de creyentes, ateos e indiferentes, estremecidos ante el rigor de la ocasión.

tararus-wr-640x640x80-1Sobrio silencio castellano. Respeto marcado como ley por la fe popular. Suenan tambores y cornetas, tiemblan los cimientos y la procesión se pone de nuevo en marcha. Cruje el asfalto bajo los pies descalzos, mortificación para acompañar a Cristo.

Tras la esquina de alguna callejuela las farolas alumbran el manantial de sentimientos contradictorios, crédulos y dubitativos, altivos y sumisos, interrogantes y convencidos, firmes e indecisos que surgen de los fieles. De labios interrogantes surgen mil dudas, mil preguntas que quizá no tengan respuesta salvo en el fondo de unos corazones que nadie verá. La Pasión vive de manera diferente en cada pecho. Cada pecho vive de manera diferente la Pasión.

Pero es pasión de todos, pasión individual, pasión de Palencia, pasión de Los Cuatro Cantones y del barrio obrero, del centro y del extrarradio. Pasión de desahuciados, de parados, de pensionistas; pasión de cuándo encontraré trabajo, pasión de a ver si este año vienen mis hijos, pasión de no llego a final de mes. Pasión de Cristo. Pasión de crisis.

Se alza el paso, salva el obstáculo y suenan los aplausos como en el estadio o en la plaza de toros, quizá hayamos convertido la procesión en espectáculo verbenero. Adaptarse o morir, no van quedando muchas alternativas, no va quedando mucho optimismo, no va quedando mucha fe.
Salvo bajo los capirotes; allí está toda la fe y el optimismo reunidos en cada penitente. Amor, fe, entrega, abnegación y humillación penan Calle Mayor abajo, ocultándose bajo sayas de morado pasión o verde naturaleza. Un niño pequeño hecho un susto observa y pregunta; el padre contesta en voz muy baja que no hay explicación, que la clave es vivirlo sin querer interpretarlo, que es sólo pasión de penitentes, que es Castilla reconociéndose a sí misma en semana santa. Suena el tararú y clausura la noche.
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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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