Por favor, un psiquiatra en vena

Estamos sumergidos en una profunda crisis económica con millones de parados, desahucios, niños malnutridos y comedores de beneficencia llenos de… de familias normales. Llega un momento en que todos somos pordioseros o podemos serlo en cualquier momento. Y a la situación contraria, a la que hemos vivido hasta hace unos años, la llamamos progreso.

Hemos puesto nuestra felicidad terrenal en manos de la economía, lo fiamos todo, nuestra existencia y el desarrollo de ésta, a la marcha de la economía. Hay que tener dos casas, una de ellas en la playa si es posible, y dos coches; hay que vivir en un adosado y salir los sábados a cenar y a la discoteca… Y de vacaciones, al Caribe -¿se acuerdan de aquel anuncio insustancial de buscando a Curro?- con una pulserita en la muñeca que nos permita acceso libre a todos los servicios y atracciones del hotel, ¿Porque para qué vamos a salir del hotel si tiene piscina, bar con ron y güisqui, y unas mulatas que te tiran p’atrás?

Reconozco la importancia imprescindible de una economía saneada, sin dinero para vivir dignamente todas las demás elucubraciones mentales sobran… Pero algo estamos haciendo mal, muy mal, desde hace décadas, o tal vez desde siempre. No voy a hablarles de la injusticia en el resto del mundo, ni de cómo esquilmamos sus materias primas, ni de las guerras que a consecuencia de todo ello desencadenamos, no.

Les hablo de nosotros, de usted y de mí, de Europa y de nuestra ligazón a los antidepresivos, de las visitas a los psicólogos y psiquiatras, cuyos precios y consultas aumentan a pesar de que haya cada vez menos dinero. Y les hablo también de la juventud ingobernable, en la que cada vez surgen más enfermedades, empezando por el recurridísimo TDH, que cada vez acude más temprano y con más frecuencia al alcohol y al sexo ocasional y sin compromiso, que cada vez protagoniza más enfrentamientos con sus docentes y sus padres, que se creen poseedores de derechos sin sus correspondientes obligaciones…

El uso de antidepresivos se ha disparado en toda Europa. En España o Reino Unido se ha doblado en 10 años, son compañeros de mesilla de noche de buena parte de la sociedad. Y nadie parece preocuparse de eso, no veo a la sociedad organizándose para mejorar las circunstancias que nos llevan a esta enfermedad social. Veo toda la preocupación, lógica, puesta en la economía… pero no en la reestructuración de una sociedad que nos ha conducido a golpe de tranquilizante hasta el borde del abismo económico. A nadie parece preocuparle esto, se considera como parte natural de la vida.

Lo asumimos como parte inevitable del tipo de vida que llevamos, pero nadie aporta una solución, no parece interesar, entendemos que la vida es así sin posible alternativa. Presión social, laboral, familiar, ciudades insufribles, angustia, celeridad por vivir, frustraciones sin límites. Soy profundo desconocedor del alma y de la mente humanas, pero cuando hemos llegado a este punto y seguimos avanzando por el camino de la tortura psicológica generalizada ¿no deberíamos plantearnos que no hemos escogido el buen camino? ¿No debería la sociedad plantearse institucionalmente, como se hace con la economía, la educación o el tráfico, encauzar este grave problema hacia una salida plausible? ¿O sólo nos interesa volver a irnos al Caribe con la pulserita en la muñeca?

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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