Errar es humano y hasta el Papa se equivoca. Hay cosas que yo puedo decir y el Papa debe callar. Para que no se equivoque algún nuevo lector que llegue despistado a este blog le recomiendo que antes de continuar la lectura de este artículo lea los dos anteriores (Aquí el primero y aquí el segundo) en los que mostraba mi disconformidad con Charlie Hebdo y mi repetida afirmación de que yo no soy Charlie.
Tiene razón el Papa, del que me declaro entusiasta (hay varias razones, una de ella es que les gusta a algunos progres, pillados en fragante contradicción), cuando dice que la libertad de expresión no es el bien supremo y que hay otros valores superiores a ella, como el respeto a los otros y sus creencias, pueden valer las críticas pero no las ofensas estúpidas e innecesarias.
Pero el Papa no puede aludir a la violencia como respuesta a una ofensa, hay mil formas diferentes de posibles respuestas, desde la educada indiferencia, la indiferente indignación o la respuesta legal, según los casos y su gravedad. Calma, señores, no se me atropellen, estoy hablando de la respuesta del Papa. Ya sé que tal vez usted o yo o mi vecino tendríamos siempre a punto una respuesta más contundente.
Me temo que los de siempre le van a sacar filo a esta respuesta desproporcionada del Papa. Si yo fuera redactor de Charlie Hebdo ya tendría a punto la próxima portada.