Maldita España al revés

Vivimos tiempos complicados. La información lo es todo, todos nos creemos los más listos, los mejores y los más informados. Para opinar contundentemente, sea de fútbol o de política. Valoramos cualquier opinión, sea cual sea, aceptamos todas las opiniones; hasta las más disparatadas pueden ser defendidas con entusiasmo y a veces solo los mejores ceden y callan… porque el otro tiene más razón o más vehemencia al defenderla. Todas las opiniones aparentan valer lo mismo. Y opiniones tenemos todos una. O más. Con información o sin ella, con verdad o sin ella. ¿Es cierto que todas las opiniones valen igual? ¿Hay que defender el derecho a opinar de cualquiera, solo porque la expresa?

La postverdad. Malditos tiempos en que la postverdad se impone a la verdad. Maldita España en la que cualquier zarrapastroso con acceso a tuiter puede hacer callar a un filósofo. Maldita España en la que cuatro mozalbetes más o menos borrachos pero siempre “echaos pa’lante” quieren tener razón contra dos policías. Malditos tiempos en que los sediciosos que se saltan la ley parecen tener tanto valor como los que la defienden, maldita España en la que los mafiosos sacan a la calle a tantos seguidores como la verdad. Maldito pueblo el que se solidariza con el verdugo, el que cree que la ley es fascismo. Maldito pueblo el que calla. Porque otorga.

Complicada España. Malditos españoles. Muchos de ellos. Malditas sus ruedas de molino, malditas las opiniones personales que nos imponen como verdades absolutas. Maldita España que se deja insultar, ofender y despreciar por sus propios hijos. Malditos gobernantes carentes de honor y de arrestos legales para defenderla. Son tiempos en que defender lo obvio resulta difícil, en que se valora más tu inacción ante las ofensas graves que tu reacción, honesta, sana y legítima para defenderte.
Maldita esta España que permite que jornaleros de la mentira, profesionales de la infamia, ofendan la verdad en instituciones europeas, que la deslegitimen por los caminos de Europa con el silencio torpe de sus gobernantes; maldita España que calla y consiente el engaño, el desprecio, la tergiversación, la irrealidad. Malditos sus gobiernos que durante decenios han callado ante los desprecios, clasistas y racistas, de autoridades engreídas y engoladas a otros españoles porque hablaban castellano. Esos silencios, esos consentimientos y esos encogimientos de hombros son los polvos que ahora embarran nuestra libertad.

Malditos gobiernos, malditos españoles, maldita sociedad que calla y consiente que estén todavía en casa quienes han robado por años y años comisiones del tres por ciento, que todavía no hayan sido juzgados, maldita prensa que lo calla; maldita España que consiente políticos troleros, con másteres falsos, con becas falsas, con licenciaturas falsas, maldita prensa sectaria que antepone su verdad, su postverdad, a los graves engaños de quienes tergiversan la democracia y las libertades. Maldita prensa que engaña, manipula y saca a la calle miles de personas detrás de ideas ajenas. Maldita prensa que toma nuestras mentes por campos en barbecho de los que sacar el fruto apetecido, con desprecio de las capacidades humanas.

Maldita España que se deja engañar, que calla y traga y sigue votando como si en ello le fuera su futuro, como si eso fuera señal de libertad. Maldito pueblo español que consiente los más grandes insultos en silencio porque “eso es ser demócrata”, que vive acomplejado por su historia, por sus héroes, por su realidad. Maldito español que asume cuantas memeces oye, cuantas ofensas a la inteligencia le disparan desde la pantalla. Maldita España que se cree más libre, más guapa y más demócrata cuantos más desprecios se hace; maldita España, malditos españoles que oyen silbar el himno y callan y toleran, como si eso fuera signo de libertad, de democracia. Malditos aquellos que creen que el delincuente tiene razón, que los de Alsasua solo eran unos chavales un poco alegres, maldita España que cree que defender la democracia es saltarse la constitución, que piensan que es lícito saltarse las leyes democráticas porque tienen detrás a dos millones de individuos. Malditos españoles que creen que expulsar a unos vecinos que piensan de otra forma es democracia.

Malditos gobiernos que lo han consentido, que siguen encogiéndose de hombros. Maldita prensa que lo publicita, que lo usa, que lo promueve, que lo apoya. Maldito el presidente de la Generalitat que permite la utilización fraudulenta, sectaria y fascista de una televisión que debería ser de todos. Malditos los gobernantes pusilánimes, indecisos y acomplejados que lo apoyan.

Maldita España que cree que los ladrones son buenos, que los timadores son buenos, que los embaucadores son buenos, que los defraudadores son buenos, que las cuentas “black” son buenas, que los títulos falsos o inmerecidos son buenos. Malditos españoles que lo apoyan con su silencio.

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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